Reseña de 'El Sargento cadáver'


Por Pascal B.


Rodrigo Martínez Puerta nos ofrece con su debut una desgarradora novela bélica que transita por senderos tan variados como la aventura de acción, el drama intimista, el terror psicológico, la reflexión filosófica...y a pesar de lo que pudiera pensarse al mezclar tantos mimbres, consigue un producto cohesionado y coherente que no pierde ni un ápice de interés a lo largo de la lectura. Todo confluye de una manera magistral, con una habilidad impropia de una ópera prima.

Su planteamiento es seductor: un soldado atrapado en una situación claustrofóbica, prácticamente a merced del enemigo, pierde la cabeza y un cadáver —el de su propio sargento— comienza a dirigirse a él. De dicha relación surgirá un dualismo que irá confrontándose durante toda la historia hasta lograr la transformación del antihéroe, de modo que éste pueda por fin, y tras ordenar diversas cuitas de su pasado, afrontar sin excusas su destino. Mientras tanto, el lector se ve asfixiado por la incertidumbre, además de por esa atmósfera entre miedo y tedio que acecha al protagonista casi tanto como el enemigo, el cual persiste continuamente provocando bombardeos, disparos de francotirador, luchas cuerpo a cuerpo, cañonazos de tanques, metralla por doquier..., así pues no todo es un viaje interior por el alma del soldado, sino que es un espléndido compendio de acción bélica, tan cruda como trepidante.

En la manera en que el autor nos convence para identificarnos con el personaje principal reside gran parte del éxito de la obra, el hecho de vernos reflejados en su imperfección nos obliga a empatizar con él, aunque no sea ni mucho menos trigo limpio. ¿Cómo lo hace? Mediante el otro personaje y la indescriptible relación que se produce entre ambos. Sí, se trata del cadáver del sargento, un elemento brutal y despiadado al que se acaba cogiendo cariño, ya que es a través de él, con su tira y afloja, con sus rudas formas, como vamos descubriéndolo todo. Pese a sus roles iniciales, deliberadamente arquetípicos, los dos caracteres terminarán congeniando a un nivel superior al esperado, bien como contraste de egos, bien como una suerte de afecto paterno-filial. Que esa complejidad de la locura sea lo que nos reconforte dice mucho de las aristas que componen al ser humano.

Una vez revisada la doble vertiente de la obra, la intimista (relación de personajes e introspección) y la externa (acción bélica y supervivencia), tocaría hablar del cómo. Martínez Puerta emplea el diálogo como vehículo principal en los tramos más decisivos del relato, lo hace con agilidad, espontáneamente, produciendo un toma y daca que permite a la acción avanzar con pies ligeros. Pero además, destaca la precisión descriptiva y narrativa de esa primera persona, cuya subjetividad nos sumerge no sólo en su visión, sino también en su olfato, en su gusto, en los sentimientos que le atormentan... Y todo lo lleva a cabo con un estilo propio, no se aprecia en su lenguaje un intento de mimetizarse con nadie, de ahí que esa originalidad suponga una brisa fresca. Cierto es que al principio da la impresión de recargado en exceso, quizás abuse un tanto de los epítetos —algo pedestre en otros autores, pero no en este caso—; sin embargo, conforme vas empapándote en su narración, acaba por atraparte como un viaje lisérgico, algo similar a la atracción de la polilla hacia la luz, de tal forma que se lee fácil, de un tirón.

Es cruel, sangrienta e implacable, no cabe negar que puede hacérsele bola a los estómagos delicados; con todo, sería una pena perderse la sensibilidad poética de sus líneas y la conmovedora emoción que desprende su prosa. Una obra bella y entretenidísima. Todo un hallazgo.


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1 Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Habrá que seguir las recomendaciones y leerlo!
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