El Erudito

Por Nuria de Espinosa nuriadeespinosa


Salió por fin del cabildo, y miró un instante aquellas mujeres que tejían cobijadas del calor bajo la sombra en el porche de sus casas sin prestarle la más mínimo atención. Guardaba celosamente su secreto: las primeras letras de su nuevo cuento, intrigante y escueto envuelto en una trama tenebrosa. Se creía un privilegiado, pero se encontró con un inconveniente difícil de solucionar; los habitantes de aquel pueblo, cubierto de mimbres y mantillas, ignoraban el placer de la lectura. Los analfabetos en el pueblo, eran el 100% . La noche avanzaba y la maldad engullía la luna que parecía intuir como los brazos del mal progresaban silenciosamente engullendo a su paso el brillo de las estrellas. Se encaminó hacia el centro del municipio a paso lento y acompasado sintiendo que decenas de ojos se posaban en él. —Sólo ante el peligro—murmuró entre dientes. De repente, un olor nauseabundo invadió el ambiente provocándole unas nauseas que le hicieron vomitar. El chillido de un puerco le soliviantó. Alguien del pueblo estaba haciendo la matanza del cerdo. Giró sobre sí mismo sin tiempo de reacción, justo en el momento en que el peso de la guadaña caía sobre el cuerpo de Hemingway golpeándole con violencia en la cabeza, mientras varios habitantes gritaban:

 

—Muere erudito, muere. ¡Púdrete en el infierno!

 

Recibió golpes por todas partes, revolcándose en una espiral de náuseas y dolor. Durante unos minutos que se le hicieron eternos se acordó de su padre y como lo consolaría describiendo el acto como algo antinatural, con la expresión de la muerte en el rostro. Siempre le temió. Tras varios espasmos, los gemidos de la muerte por fin le indujeron la oscuridad total; su muerte quedó oculta, atrapada en los dominios del pueblo maldito, anclado en el pasado.

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