Conexión con los muertos

Por Nuria de Espinosa nuriadeespinosa


Noé era un joven retraído que había dejado la universidad. Desde que perdió a su abuela fallecida meses atrás vivía casi recluido entre las cuatro paredes de su hogar. Estaban muy unidos y fue un duro golpe para el joven que no tenía más familia, pues sus padres murieron en un trágico accidente aéreo cuando se dirigían a impartir una de sus conferencias [ambos eran científicos]. Una noche, durante la madrugada, un mes después de su muerte, el fantasma de su abuela se le apareció para arroparle. Todo cambió para él desde aquella noche; apenas comía, estaba pálido y parecía que había envejecido varios años. Josué un buen amigo le recomendó una psicóloga que visitaba los pacientes en su domicilio.

—¿Cómo lo sabe? —preguntó con asombro, Juana la psicóloga, una mujer de fuertes convicciones, que no creía en espíritus, ni fantasmas.

—Mi abuela me ha dado algunas pistas desde el otro lado. Ella se sienta en mi cama por las noches, me arropa, me cuenta como es el limbo; un lugar gris donde las almas errantes permanecen un tiempo antes de subir al cielo, o bajar al infierno. —Pero… ¿Estás seguro de que no ha sido un sueño que se reproduce noche tras noche? La sugestión hacia el ser querido puede provocarlos. ¿Tú hablas con ella?

—No, solo la escucho. Aunque lo curioso es que su voz suena en mi cabeza, pero no mueve la boca.

—Noé, creo que al morir tu abuela entraste en un bucle que reproduces noche tras noche. Tendrías que venir a mi clínica para que pudiéramos estudiar más de cerca tu caso y valorar nuestra actuación.

—Yo creía que estas cosas no sucedían, sin embargo, cuando se lo conté a mis amigos me dijeron que era una trola, se echaron a reír, y solo Josué me creyó. En realidad a partir de los 12 años tras fallecer mis padres en un accidente, cada noche tenía extraños sueños en los que ellos aparecían diciéndome que estaban atrapados en el limbo porque tenían algo pendiente; ellos creían que era despedirse de mí, pero tras varios meses de pensar que tenía un trastorno y que me estaba volviendo loco, logré utilizar sus capacidades para averiguar qué en realidad su cuenta pendiente era convalidar las notas de mis exámenes de acceso a la universidad, ya que mi coeficiente mental era superior al de mis compañeros de clase; un superdotado, por lo que me inscribí en Houston para estudiar. Tras leerles mis notas de aprobado con un sobresaliente, nunca más volvieron a aparecer. Durante más de un mes, les esperé sentado sobre la cama al anochecer.

—¿Qué esperas realmente de mí? Creo que tu inteligencia ha creado una conexión con la cual tú te sientes cerca de tus seres queridos. Para ti es una forma de sobrevivir al dolor, pero no percibes que estás entre la fina línea que rompe la cordura de la locura.

—¿Por qué, me juzga? Puedo verlos y se comunican conmigo, sé qué de alguna manera siguen ahí, sin cuerpo, pero con identidad. Suelen tener algo pendiente o están perdidos. Aún y así no quiero saber que le quedó por hacer a mi abuela porque entonces me quedaré completamente solo.

—Noé, tienes que salir, conocer gente nueva y hacer vida social, no perder el hilo de la realidad. Por hoy hemos terminado. Te veo el próximo jueves. Espero que recapacites. Ten muy presente mi recomendación.

Noé pensó mucho en el dictamen de la psicóloga. Decidió probar. Creó, El Grupo 13, dedicado a estudiar la parapsicología y lo paranormal, incluida la psicóloga que aunque en un principio era incrédula, término por aceptar que algo que escapa a la ciencia iba más allá de la muerte. Cuatro jóvenes profesionales formaban el equipo técnico. Pronto tuvieron varias sesiones espirituales, con muy buenos resultados.

Uno de los casos a los que se enfrentaron fue el de la Plaza Blanca, donde un albañil desaparecido durante su construcción su familia que no lograba cerrar el duelo al no haber sido declarado fallecido, sufría continuos apagones de luz y ruidos durante la noche en su hogar; tras la sesión espiritual lograron convencer al alcalde para levantar la zona donde el difunto decía que estaba su cadáver y hallaron sus restos que después del examen de ADN fueron enterrados por fin.

Pasaron los meses y fueron evolucionando tras adquirir un cierto renombre. La personalidad de Noe y su asumido don para percibir las señales de la percepción extrasensorial era lo que abría las puertas de las energías plasmáticas, cuando entraban en alguna casa o lugar donde moraba un espíritu atrapado. Sin embargo, Noé reconoció en una entrevista que los malos espíritus seguían siendo malos incluso después de muertos, y que había que ir con mucho cuidado con este tipo de espectros.

Una noche que acudieron a una casa que sufría los efectos de la telequinesia, las puertas se abrían y cerraban, y las luces se encendían y apagaban, incluso hacia un frío que era gélido como el témpano, ahí volvió a ver a su abuela, pero está vez su rostro aparecía desfigurado.

—¿Qué haces aquí Maria?

El fantasma no respondió. Hizo un gesto con la cabeza hacia el suelo. Luego miró a la psicóloga. Noé por primera vez, volvió a sentir miedo. Se preguntó por qué su abuela había dejado de visitarle; porque cuando dejó de hacerlo creyó que la psicóloga tenía razón y era el quién provocaba sus visiones o sueños. Ahora comprendía que no era así. Juana le hizo un gesto con la mano. En su rostro se veía preocupación. Noé más que enfadado estaba desconcertado, asustado. Vio que tras su abuela otro espectro observaba; era el hijo de los antiguos dueños de la casa, muertos a causa del tifus. Pero este espíritu era diferente, no traía buenas intenciones, quería vengarse de todos.

Noé dijo a dueña de la casa que debían salir. —regresaremos mañana— añadió. Pero cuando iban a marchar el espectro les impidió el paso. Su cuerpo se retorció como si convulsionara y de pronto sin darles tiempo de reacción empujó a la psicóloga contra la pared. Ella se quedó sin habla, desconcertada y aterrada. El espectro avanzó hacia Noé. Él retrocedió asustado. Gines fue rápido y audaz, disparó el flash de su cámara varias veces deslumbrado al espíritu el tiempo suficiente para salir de la casa.

—Comprobemos las fotos... Ellos, los del otro lado, nunca mienten. Puede que nos muestren qué es lo que este espíritu tiene pendiente.

—¿Pero qué sentido tiene todo esto? ¿Por qué nos ha atacado? —añadió la psicóloga, que cada vez tenía más claro que había demasiados fantasmas con cuentas pendientes atrapados en el limbo.

—No piden que les ayudemos a seguir su viaje, no saben el motivo por el cual están atrapados.

Al revelarse las fotos, el joven aparecía en muerto en un oscuro habitáculo. Noé contacto con el espectro del joven y descubrió el motivo por el que estaba atrapado: tras la muerte de sus padres, había sufrido una apoplejía y había muerto en su cama. Su tía ocultó el testamento de sus padres y lo emparedó en la alacena; luego dijo a los vecinos que marchó a las Américas porque no podía vivir en aquella casa, así evitó que el notario descubriera que estaba muerto.

Al regresar de nuevo a la casa, avisaron a la mujer de que debía desenterrar el cadáver y enterrarlo debidamente o acabaría por matarla. Su espectro nos observa y no con buenas intenciones. Está muy enfadado. La convencieron de que el espíritu no deseaba venganse de ella, sino descansar en el panteón con sus padres. La mujer les permitió echar abajo la puerta donde el joven estaba emparedado; cogieron los restos, le pidió perdón y le aseguró que contaría a los vecinos que estaba muerto.

Tras el suceso, Noé siguió preguntándose qué hacía su abuela en la casa. Estaba seguro de que había intentado decirle algo. A la mañana siguiente el sacerdote de una iglesia se puso en contacto con él. Les esperaba en el antiguo psiquiátrico. Al llegar José, el sacerdote evitó las presentaciones.

—Vamos, vamos, hemos de darnos prisa. El fantasma de Ataúlfo está haciendo estragos.

—¿Ataúlfo?

—Sí, si, un loco que falleció hace solo unas semanas.

No habían tenido un caso espectral de tan poco tiempo. Entraron a una sala. Noé vio nítidamente a una serie de personas vestidas con camisones sucios, atadas a la pared con cadenas y gritando como locas. Uno se volvió hacia un lado y le dio un mordisco a otro paciente.

—No os mováis —ordenó— esta era la sala de internos furiosos y están muy enfadados. Cuando hicieron la remodelación quitaron las cadenas y las argollas de la pared.

—¿Cómo sabe todo eso? —preguntó el sacerdote.

—Me lo están gritando los espíritus.

Hubo un pequeño silencio.

—¿Y cómo se soluciona, qué quieren?

—Ataúlfo no quiere irse. Está lleno de una impregnación blanquecina, pero el del mordisco es un loco que sigue paseándose.

—¿Mordisco? Eso no suena nada bien.

Noel permaneció pensativo unos segundos sin responder, tras lo cuales respondió.

—Me parece que mi abuela, aunque esté muerta, y quiere avisarme de algo. La estoy viendo entre los pacientes. Creo que hay alguna conexión entre el joven emparedado y los pacientes que hubo en este psiquiátrico. Ataúlfo es diferente, algo alrededor de este espectro es maligno, temo no poder con esto, y ver aquí a mi abuela no ayuda.

—Para que sepas más, te contaré que desde que su espíritu apareció han fallecido varios doctores que trataron a Ataúlfo de su esquizofrenia paranoide y sus múltiples personalidades. Fue un paciente violento. Una tarde durante la cena estranguló a uno de los celadores con sus propias manos, después mató a otro paciente clavándole la punta de un plato que acababa de romper, destrozó varias mesas y cuando iba a partir el cuello de otro celador el vigilante del psiquiátrico le pegó dos tiros, pero el siguió furioso, se levantó y apuntó estuvo de matarlo si este no hubiera logrado vaciar el cargador sobre su pecho. Lo más extraño de todo es qué cuando era un niño decía qué cada noche le visitaban gente del otro lado, y que había una mujer con la que entabló una gran conexión; se llamaba Carmen. El día que Ataúlfo murió, durante la sesión de terapia, dijo que se había enfadado con Carmen, estaba muy agresivo porque ella no volvería más para hablar con él, todo porque le había dicho que tenía un nuevo amigo del otro lado. Ella le preguntó quién era, y él respondió que su amigo se llamaba Noé.

Noé se puso pálido. ¡Esa era la conexión!, pero no entendía como Ataúlfo pudo hablar con él si por aquella época solo era un bebé. Más allá de su mirada, de reojo, vio como su abuela se ponía frente a él. Se concentró en la barrera que podía alterar su estado de consciencia. Entonces los vio ahí atrapados entre Ataúlfo y su abuela; los entes malignos que habían dominado a los pacientes desquiciados del psiquiátrico; y fue en ese momento cuando el miedo le dominó; estaba perdido. Sintió que los tambores empezaron a resonar en su mente como si fuera un concierto durante el equinoccio de primavera. Sobre el escenario bailaba Ataúlfo con su camisón ensangrentado. Los celadores caían de rodillas, (imaginó las torturas tan horribles a las que habían sometido a los pacientes—) y un silencio atronador se apoderó del lugar.

Los Espectros demoníacos rodearon al grupo con intención de atacar. Noé sacó un espejo y enfocó el rostro de los espíritus demoniacos que reaccionaron de forma violenta retrocediendo; no les gustaba ver su rostro decrépito. Ataúlfo entonces saltó sobre Noé derribándole contra el suelo. Juana permanecía inmóvil atrapada por uno de los espectros, mientras que el resto del grupo estaba como poseído. Noé sintió que perdía el anclaje con la tierra, como si estuviera entrando en otra dimensión. Juana sin poder moverse gritó:

—Noé, no dejes que los espectros malignos absorban tu energía. Lucha. Esos espíritus están ahí por algo, pregúntales qué quieren.

—Ya sé por qué y para que ha venido mi abuela, —respondió.

El grupo 13 fue testigo de cómo los espíritus malignos desaparecían uno tras otro, al igual que Ataúlfo y los pacientes del antiguo psiquiátrico. Quedaron estupefactos al comprobar que Noé estaba muerto a causa del golpe, o al menos eso creyeron, pero la realidad es que Noé al descubrir la conexión que había entre su abuela y Ataúlfo, sin pretenderlo, había abierto una puerta al más allá: Carmen, su abuela, había regresado para ayudarle a cruzar el camino al otro lado… vio como su fantasma lo agarraba del brazo y tiraba de él. Fue en ese instante cuando una extraña calma envolvió su cuerpo y entonces Ataúlfo también le dio la mano y juntos sin resentimiento ni temor, cruzaron el umbral insólito a otra dimensión.

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