No esperes a mañana

Por Nuria de Espinosa nuriadeespinosa


Con el tiempo aprendí que intentar perdonar a los que ya no están a tu lado; a los que ayer estaban contigo, es añorar el dolor.

Con el tiempo comprendes tu realidad; esa que ciega el momento en que estabas junto a ellos, en ese instante hermoso y perecedero.

¿Vale la pena forzar la vida?

El terreno del mañana, puede ser demasiado incierto para ahogar tu alma en el ayer. Y con el tiempo, ese que nunca vuelve; comprendes que cada persona es irrepetible, cada experiencia inmejorable y que nuestras acciones serán juzgadas, bien por nuestro corazón, o por nuestra propia mente.

Y el silencio utiliza el equilibrio de manera diferente porque ayuda a diferenciar de una forma más verificable la meta que queremos alcanzar. La verdad a veces se vuelve obsesiva, incluso dañina, porque somos seres imperfectos y por defecto buscamos la objetividad a través del pensamiento y la razón.

El reloj marcó la hora del silencio.

¡Qué espanto las parafilias!

Es un claro ejemplo, de cuán putrefacto puede estar el cerebro humano.

Lejos de ser un hecho normal, termina por trastocar las horas que el camino hacia la locura, pone en jaque a la mente. Solo me quedaré con la relevancia, el renombre de quienes hicieron tambalear la cordura.

Y no es por exagerar, pero amo cada instante de mi vida, de mis inquietudes, de mis letras. Puede que en algún momento me atreva y deje desaparecer el miedo sin dejar su rastro, y decida abrir la caja de mis recuerdos; aquellos que un día enterré entre mis sueños.

¡Quién no ha sentido alguna vez un deseo tan intenso que arde por dentro, y te llena de inquietud!

¿Quién no ha sentido el dolor de la frustración y del amor imposible?

Hasta los lazos familiares pueden perturbar la mente en cuyo referente nace el pretendido estímulo de la razón y la sinrazón. Sin embargo, con los años comprendes la importancia que tiene la familia, de cuanto añoras a los que ya no están; o quizás la zozobra que sientes por los que se fueron demasiado pronto.

Y esta paradoja llega cuando la sensatez de la responsabilidad determina que tu apoyo a la evolución es fundamental, y comprendes que no son ni sanos, ni coherentes los enfrentamientos vanos, e inconclusos llenos de falta de moralidad.

Y el equilibrio se crea con el día a día, porque el alma es abstracta, la vida efímera y el amor y la bondad son la forma más concreta y exacta de escuchar a nuestro corazón y conseguir un activo disciplinario entre mente y cuerpo.

Todo esto, con la experiencia que nos regala la vida, no debemos permitir que comprendamos, que añoremos, que suframos, incluso que lloremos con el tiempo; es ahora... Cuando debemos poner remedio, si queremos que la humanidad vuelva a retornar el rumbo del buen camino.

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