El mago, empezó el conjuro para intentar descubrir dónde estaba el libro sagrado; con su férula dominante pronto las tablillas empezaron a moverse formando un círculo en el que se podía leer claramente la palabra inframundo.
—No hay duda —advirtió el mago mirando seriamente al rey. —Si queréis recuperarlo y que la felicidad y armonía regresen a este país, debéis apresuraros en enviar alguien de alma pura a buscarlo, o nunca regresará de ese lugar.
El rey asintió con la cabeza y mandó llamar a su hijo. Un joven noble y de corazón puro que nunca había hecho daño a nadie, y ayudaba cuanto podía a la gente, pues decía "que el que tiene mucho debe atender al pobre".
Le encargó ir al inframundo para encontrar el libro y que regresará la armonía y prosperidad a su país. A pesar de que a Jonas, hijo del rey, no le gustó la petición de su padre, la aceptó por respeto.
Llegó a la entrada del inframundo tras cuatro días de intensa jornada sin parar más que para comer. Por el camino se encontró con un mendigo con el que compartió su pan y su queso. Este, le orientó sobre el atajo que podía coger para llegar al inframundo. Una vez allí, el barquero, un hombre de carácter adusto, hosco y sombrío era el encargado de guiar las sombras errantes de los difuntos recientes de un lado a otro del "río del dolor" en su barcaza, oxidada y destartalada, que avanzaba con la ayuda de una pértiga, por las oscuras aguas.
Los muertos estaban obligados a entregar al barquero un óbolo para pagar el viaje y cruzar sin problema, pero si no lo tenían, se les castigaba y vagaban errantes durante mil años hasta que el viejo barquero les perdonaba.
Pero en esta ocasión, era un ser vivo el que deseaba cruzar. El joven le entregó dos óbolos y se subió a la barcaza. No tenía miedo, pero si respeto a los muertos. Al cruzar al otro lado, demonios y difuntos se enfrascaron en una terrible lucha. El joven vislumbró el libro y se escabulló sigiloso hasta el pequeño montículo donde reposaba. En el momento que lo tuvo en sus manos le esperaba la etapa más difícil; salir del inframundo. El barquero se dirigió a la barcaza, olvidándose de la batalla y del joven. Jonas, al darse cuenta de la traición del barquero, intentó correr antes de que zarpase, pero no pudo; llegó Lucifago, el ministro más sanguinario de Satánas, lo mató y se llevó el libro. Su padre murió de pena y remordimiento, y su país quedó sumido en la tristeza y la oscuridad para siempre.