Un hereje



Cuando había que temer, se banalizó. Cuando había que respetar, se atemorizó, se agitó el pánico. Y en todo momento, cuando se ha requerido explicación y verdad, se ha mentido.

La policía de balcón surgió justo en el momento en que las medidas adoptadas por el gobierno se empezaron a ver como tardías, inapropiadas, injustas y totalitarias. La versión oficial giraba 180 grados a golpe de corneta socialista.

En tiempos así la verdad es perseguida. Tanto, que aquellos que hemos alcanzado conclusiones sentimos cierta necesidad de guardarlas para nosotros mismos. Tampoco tienen que ser necesariamente nuestras conclusiones (ni las mías) expresión de una verdad que yace sepultada (como los dos trabajadores de Zaldibar) bajo una montaña de basura; pero, sin duda, distanciarnos del oficialismo nos acerca a la verdad. Porque desde el principio tratamos de hacer entender a los que nos rodean que en todo lo sucedido se ha desatendido lo principal: la cuestión de la verdad. Cualquier justificación de un argumento disidente se acompaña con un "pero no soy negacionista". Dejaré de hacerlo si es que alguna vez lo he hecho. Para la excomunión del disidente ha quedado la policía de balcón. Y ahora existe un peligro real en pronunciarnos. Os lo digo con la mascarilla puesta: no quisiera infectaros de herejía.

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