(A las diosas Venus y sus tiránicos amantes)
Lánguida y soñadora descansa la tarde en su lecho inerme,
de suaves de colinas de auroras.
Su piel resplandece ante mis ojos:
hermosa, doliente y cansada.
de suaves de colinas de auroras.
Su piel resplandece ante mis ojos:
hermosa, doliente y cansada.
De vez en cuando, la efigie, abre sus ojos “azúreos”
que cerró el medio día.
que cerró el medio día.
Cabellos ensortijado cubren el rostro y ovillan su espalda.
La adolescente, después de tocar largas horas,
dedica su siesta a recordar las notas melodiosas
del “Clair de Lune” por Claude Debussy
y ¡ha quedado exhausta!
Su lecho soporta el peso del cuerpo
derrotado por las teclas de un negro piano de cola.
La adolescente, después de tocar largas horas,
dedica su siesta a recordar las notas melodiosas
del “Clair de Lune” por Claude Debussy
y ¡ha quedado exhausta!
Su lecho soporta el peso del cuerpo
derrotado por las teclas de un negro piano de cola.
La música levita,
mientras anhela tocar una inalcanzable y sublime melodía.
Dormida resuelve notas en silencio: En su mundo de auroras
y de sueños, pretende elevar al viento los acordes;
por encima de las nubes; que sus manos resuelvan la melodía,
vuelen a mayor velocidad que el pensamiento,
al ritmo de la luz si fuera preciso...
Su madre, abnegada, la observa desde la cama,
como diosa del etéreo sacrificio:
“Está derrotada la niña, –suspira en silencio–.
Que nada empañe su visión:
parece una flor ovillada en un lecho.
mientras anhela tocar una inalcanzable y sublime melodía.
Dormida resuelve notas en silencio: En su mundo de auroras
y de sueños, pretende elevar al viento los acordes;
por encima de las nubes; que sus manos resuelvan la melodía,
vuelen a mayor velocidad que el pensamiento,
al ritmo de la luz si fuera preciso...
Su madre, abnegada, la observa desde la cama,
como diosa del etéreo sacrificio:
“Está derrotada la niña, –suspira en silencio–.
Que nada empañe su visión:
parece una flor ovillada en un lecho.
Si supiera lo bonita que está, quizás se levantase
a mirarse, coqueta, al espejo:
Hija mía, ¡despierta...!”
Se arruga la tarde,
se entristece el ocaso al abrir sus ojos celestes
y contemplar que le espera...
el instrumento de castigo: ¡Ah, el piano!
a mirarse, coqueta, al espejo:
Hija mía, ¡despierta...!”
Se arruga la tarde,
se entristece el ocaso al abrir sus ojos celestes
y contemplar que le espera...
el instrumento de castigo: ¡Ah, el piano!
“Mamá, voy a dormir, de nuevo: ¡estoy agotada!”.
Reposa la dulce belleza y cierra sus puertas la tarde.
La madrugada trae destellos de luz a la alcoba:
La madrugada trae destellos de luz a la alcoba:
La joven se levanta descolorida,
pinta el cuadro de “El beso” de klimt;
con el fin de precisar en su mente
qué hay de color en los acordes de Debussy,
con el fin de precisar en su mente
qué hay de color en los acordes de Debussy,
y lograr descansar de nuevo.
A la mañana siguiente, alguien la llama a su puerta:
“¡Despierta!, muchacha, soy... Claude Debussy”.
“¡Despierta!, muchacha, soy... Claude Debussy”.
Es el oscuro y tiránico amante;
desea ser acariciado
por su Venus dormida en un “Clair de Lune”;
le espera impaciente, a que despierte, a la sombra.
desea ser acariciado
por su Venus dormida en un “Clair de Lune”;
le espera impaciente, a que despierte, a la sombra.