Por Ezequiel Tena
En su búnker de palacio
-cobarde-
viendo pasar de la vida,
cemento en cara
y cerco de hormigón,
en burbuja y sala blanca,
un cobarde gobierna.
¿Gobierna?
Escondido, oculto a
los dedos que palpan,
toca el órgano con guantes de látex.
Los manjares se enfrían
en la cabecera pompeya
de la mesa.
Es tarde, narciso comensal,
¿dónde es tu hambre? Que atraganta.
Es tarde y llora.
¡No!,
los oye tras paredes anecoicas.
Los oye.
Los hurones van a buscarle.