El PP: una cosa y la contraria

El PP es una cosa y la contraria. Una contradicción total que Casado no logra, ni en su mente, calibrar. Porque se volvió contradictorio en sí mismo en 2008. Cuatro años después del 11M, el golpe de Estado logró la mutación aberrante de su ADN. Lo convirtió en cuerpo amorfo, sin orden, antibiológico, inviable a la larga. El PP de Mariano.

Dentro del nuevo PP se podía ser liberal, progresista o conservador, globalista o patriota, pero no podía pretender el PP que "popular" significase algo con rasgos políticos propios. Tal y como Rajoy anunció (con ese gracejo plasmático que le caracteriza) en 2008, sus "liberales", con el batiburrillo mental de los miles que así se consideraban, se fueron. "Si se quieren ir, que se vayan". Muchos se fueron (no todos) juntitos de la mano, con el ilusorio bagaje común del adjetivo "liberal", tras un señuelo. De autoengaño en autoengaño. Como si tal palabro - liberal- pudiera unir el antagonismo encarnizado que caracteriza a los liberales. A poco que lo penséis, el palabro da tirria. Todos quieren ser guapos, todos quieren ser llamados liberales: como tantos regímenes totalitarios se decían, mirándose al espejito: "Hola, guapi, soy tu república democrática de...". De los cojones. La segunda migración liberal se produjo en dos sentidos. Unos, liberales confusos, volvieron al PP - guarida y Babel globalista adecuado a sus disfraces- de la que no debieron salir. Si de algo sirvió el experimento Rivera es para la separación de grano y paja. El chiste es fácil, lo sé: a más pajas, más granos. Lo diré de otra forma. Si algo salió del experimento Rivera, fue la conciencia de que el liberalismo progresista es el más vehemente socialismo. No es de extrañar que tantos socialistas se sintieran también seducidos por Albert. La segunda espantá demostró que agua y aceite son inmiscibles. La única libertad posible es la del mundo libre, la del mundo que se posiciona frontalmente contra los globalistas. Entre un liberal progresista y un conservador hay una distancia sideral. Así que el término "liberal" ya ha dado de sí lo que podía, satisfayer que, de tan usado, ya no aspira nada: ya no aspira a nada. Sí, a una cosa: a propender el engaño global bajo el paraguas de la respetabilidad.

La segunda migración significó la escisión definitiva, necesaria y natural entre los "liberales" . Proceso que está en sus estertores. Unos volvieron al PP. Otros, entre los cuáles estamos los que repudiamos instintivamente el calificativo liberal, nos agrupamos en torno a la patria cercada. No por conservarla tal y como la vemos, herida y maltratada. No somos la resistencia pasiva, ni mero obstáculo al credo globalitario; no somos la nostalgia o la caverna. Somos los que buscamos entre los rasgos del futuro, que tan oscuro pinta, la ocasión de una España próspera y libre en un mundo libre. Puede que perdamos, chavales.

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