Para los sobrevivientes.
Cuando llegue la aurora al horizonte nuevo
y descubra implacable tu frenético aliento,
hallaré en el soplo de una luz decadente
el eterno dorado declive del sueño.
Grabaré tu suspiro en la voz del albatros;
buscaré cicatrices en tu cuerpo guerrero;
rociaré -con cicuta- tu pecho azulado,
sentiré su fulgor llameante de fuego.
Cuando flote en el aire el ardor que estimamos
y en el cóncavo éxtasis quedemos completos,
pasará mi quebranto en el último instante:
En el brocal de la vida colguemos los besos.
Si nos pilla la noche, en su umbral de silencio,
contemplándote exacto con las luces del miedo,
me hallarán en tu tumba herida de gozo:
cuando lleguen las lluvias en un Dios de aguacero.
De la antología Inventario de silencio.