La bordadora de la Virgen


Le llaman Isabel la bordadora a una mujer nacida en Oliva de la Frontera (1947), donde aprendió la labor en las religiosas “Hermanas de la Cruz", las que también enseñaron a su madre. En1993 Isabel se estableció en Badajoz: Desde entonces visita la Catedral y tiene por costumbre donar muchos de sus trabajos para la Virgen de la Soledad de Badajoz, Ntra. Sra. de la Soledad Coronada, que reza en su ermita.

Isabel es una persona buena, sencilla y trabajadora, que posee una expresión triste, aunque casi siempre manifieste una mueca de sonrisa en sus labios. Cuando la tienes delante lo primero que percibes es un rostro de grandes ojos oscuros, con mirada brillante y melancólica, debido a los avatares de su dura existencia; también a los asiduos y creativos bordados que, desde su niñez, viene realizando, cuando no se lo impiden las dolencias propias de su edad, agravadas por la pérdida de un hijo.

Desde ese amargo instante Isabel posee una salud quebradiza; de vez en cuando, tiene días en los cuales su estado mejora y las ansias bordadoras la acometen con intensidad hasta transformarse en preciosas ofrendas, como: manteles, cuadros bordados, mantones de Manila; cientos de labores han confeccionado tan humildes manos, las que saben hacer hasta puntilla: Un artístico legado que trasmite a sus alumnas y ofrece con amor, pues sabiendo como es ella, bien seguro que diría que lo que borda es poco o nada para tan preciosa Virgen.

Conozco a Isabel desde que empecé a ir a la Catedral. Me refiero a La Santa Iglesia Catedral Metropolitana de Badajoz, consagrada en el año 1276, que posee unos muros que datan de los siglos XIII y XV. Tan hermosa construcción se erigió “sobre una antigua iglesia visigoda o mozárabe situada en el campo de San Juan, en el exterior de la alcazaba”. Se dice de ella que es como la casa del Obispo, donde él dice misa para los fieles.

La Santa Casa es más tranquila en la tarde y, también, fresca en verano. Se puede escuchar misa los domingos a las 20,00horas (este año, en concreto, han suspendido esa hora de celebración, entre julio y agosto); no obstante, para mí ha sido una grata experiencia encontrarme reconfortada entre los altos muros eclesiales, donde, ya dije, conocí a Isabel: la encargada de pasar la bandeja y, también, se ofrece para lo que haga falta.

Isabel y yo enseguida conectamos, y, cada vez que nos vemos, nos saludamos con cariño; después pasa a explicarme lo último que está bordado para la Virgen con una chispa de emoción. Casi siempre me repite que esta afición suya contribuye a aplacar gran parte de los miedos, recelos y angustias (...) Algunas de sus palabras me trasladan al pasado, al poco de conocerla, cuando murió su hijo: un 24 de agosto de 2016, con tan solo 38 años de edad (el que trabajó como guardia de seguridad); entonces a Isabel se le vino el mundo encima.

Por esa época anduvimos un tanto desconectadas, pues en invierno, yo iba a la iglesia del Convento Ntra. Sra. de la Merced, llamada popularmente “Las Descalzas”, mientras ella, iba a la Catedral. Al cabo de los meses la vi en “Las Descalzas” y la hallé muy desmejorada: Eran tiempos dolorosos para esa madre que no encontraba consuelo con nada, llorando la pérdida de su hijo... hasta tal punto que pensé que se la iba a llevar el dolor que sentía; pero Isabel es fuerte y ha logrado recuperase: Ha entendiendo que su hijo ya no necesita nada y que ella debe continuar viviendo para su hija y sus dos nietos; también para seguir bordando a la preciosa Virgen de la Soledad de Badajoz, Ntra. Sra. de la Soledad Coronada.

Esta mujer ha hecho envíos para Soria, Madrid, Jerez de los Caballeros, etc. Me cuenta, mientras pedimos unos refrescos, en “Carmen”, cerca de la Catedral, que ha tenido numerosas alumnas y que dicen de ella: “Isabel todas aprendemos de ti porque tu tienes mucha paciencia”. A Isabel se le nota que le gusta ser maestra, pues también ha enseñado a su hija, aunque no se dedique al borde porque trabaja muchas horas fuera de casa.

Además de la Virgen, le gusta bordar el rostro de Jesús y de los angelitos. Ella me explica –mientras compartimos el aperitivo– que tiene su casa llena de labores, e incluso hace sus propias composiciones: “A ver si vienes un día y te la enseño; de paso me llevas un vestido de la niña” –me dice con un mohín de complicidad.

Me doy perfecta cuenta de que esta actividad artesanal es reconfortante para las personas que pasan muchas horas en casa, ya que activa la creatividad y estimula la autoestima, como Isabel me ha venido demostrando durante la mañana, pues se presentó a mi cita con una bolsa colmada de preciosos bordados a mano –que me enseñó mientras terminábamos el refresco y compartíamos el aperitivo–. Al final, hablando y demás, volví al pasado, ¿te acuerdas? –le dije a Isabel:

Llevaba puesto mi vestido de gasa de color azul claro, una de las veces que asistí a misa en la Catedral. Al saludarnos me dijiste que estaba muy elegante. Días después hablaste con mi esposo, en “Las Descalzas”–yo no iba en esa ocasión–: Él me dijo que te pasase mi vestido azul para bordarlo. Aquel gesto me pareció muy hermoso: Sin dudar le dejé mi vestido que tú devolviste en tan solo unos días, eso sí, salpicado de flores: “Esta mujer posee unas manos maravillosas,” –fue mi primer pensamiento cuando recogí el vestido–: “Gracias por tu gesto florido, mi querida amiga; a cambio te ofrezco unos versos; no son tan laboriosos como tus bordados, aunque, eso sí: están esbozados con idéntico cariño”:

Una mujer exquisita / con la mano emprendedora / obsequiando a La Señora: / Es Isabel bordadora.

Tiene la actitud bendita, /de energía bienhechora: / con arte de redentora. / Un dolor la mortifica, / le crucifica la pena: / esa su mayor condena.

Pero ama a su Mentora / que suaviza su tristeza: / El dolor le da entereza; / y agasaja a La Señora / ofreciendo sus bordados: / Isabel la bordadora.

Como nuestra amistad ha ido creciendo con los años al vernos a menudo. Un día le propuse a Isabel hacer un artículo para el SEMANARIO..., que hablase de unas manos maravillosas que buscan paz y consuelo en la vida; también por los muchos bordados –hasta doce horas de trabajo diario, durante cinco o seis meses para terminar un solo mantel– donados a tan preciosa Virgen, Ntra. Sra. de la Soledad Coronada, patrona de Badajoz.

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