La falta de valores


La sociedad es tornadiza como la vida misma: deberían evolucionar en progresivo avance, porque cambiar para mal es contraproducente: mejor estarse quieto, pues, como dice el refrán: más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer; también, porque lo bueno abunda poco. Y es que, los que vamos subiendo la barrera de los cincuenta años, ya contamos con algunas vivencias a nuestras espaldas: la mayoría hemos quemado diferentes etapas que bien pudieran haber sido mejores que la que experimentamos en la época actual.

En función de que a todos nos apetece prosperar, queda claro que ir a peor no gusta a casi nadie; no obstante, cambiar para mal, con la excusa de que avanzamos, es una osadía en toda regla, cuando la economía está perdiendo fuelle. Del género tonto es sobreexponerse o negar una situación que está experimentando gran parte de los españoles de la clase media, por mucho que se hable de que España va bien, no parece ser cierto: La sociedad está crispada, la familia hace aguas, no hay trabajo y cada vez contamos con menos poder adquisitivo (veremos cómo lo resuelve el nuevo gobierno: lo tiene crudo).

Los expertos hablan de que para levantar España se necesitaría años y años de gran impulso económico, durante varias generaciones enteras, pues al paso que vamos, estamos entrando en una espiral muy peligrosa, incluso con riesgo de no retorno. Unos de los principales problemas que tenemos es el bajo crecimiento demográfico: las muertes superan a los nacimientos (-0,1%), y, por lo tanto, se ha producido y sigue en alza el desequilibro poblacional. Algunas de las soluciones que barajan los distintos gobiernos, son: la necesidad de acentuar la natalidad, pero es algo voluntario en las personas (en unos momentos cambiantes para nuestra sociedad); luego, el introducir inmigrantes, no parece ser la solución idónea, pues se “pone en evidencia el conflicto de culturas”; otra solución que se ha sopesado sería “aumentar la productibilidad laboral” pero la formula llevada acabo en Europa no ha dado buen resultado.

Con todo lo expuesto en líneas anteriores, fácil es de deducir que no he abogado por ningún partido político concreto para hallar la solución: cualquiera sería bueno si se volviera a la prosperidad de hace tan sólo veinticinco años atrás. Hoy en día estamos acostumbrados a ver cómo el político de turno promete el oro y el moro... no obstante, el problema radica en que, a veces, lo que se concede a la ciudadanía Española, no es lo adecuado para su bienestar: siendo todo lo contrario. Algunos políticos generan enfrentamientos sociales –utilizan a las masas con intereses partidistas–: pretendiendo colocarse en el poder sin mirar el modelo social que se establece.

España va bien en cuanto a que hay quienes se saltan las leyes a la torera, echando abajo valores imprescindibles para la convivencia. La falta de moral es una de ellas, en todos sus derribantes y, actualmente, estamos pagando un alto precio: La violencia se ha incrementado, la familia cada día está más desestructurada, muchos jóvenes siguen sin trabajo y sin poder formar un hogar o, simplemente, sin poder tener solvencia para independizarse.

Para más “inri”, los que vivimos en Extremadura, percibimos la sensación de que estamos olvidados o abandonados a nuestra suerte: somos de las comunidades autónomas más pobres de España. Lo mires por donde lo mires, existen señales evidentes de que nuestra sociedad está empobreciéndose y sigue crisis por la falta de valores: ¿Y, qué es lo bueno que pudieran tener las crisis? (dado que crisis en algunos lugares implica oportunidad de cambio), pues que son como las enfermedades: la que no te mata te hace más fuerte.

Los políticos pueden prometer el oro y moro a la hora de las elecciones, pero si las concesiones son contraproducentes, y, tampoco se obra con trasparencia ni sinceridad –otro de los valores que se está perdiendo–, encubriendo tan sólo los intereses, la sociedad seguirá debilitándose progresivamente. Los buenos principios o cimientos son potentes estabilizadores para que no se produzca el desplome; luego es vital llegar a acuerdos que unifiquen y engrandezcan a España; también evitar, por todos los medios, la propagación del odio, aunque como es natural existan diferentes mentalidades en una sociedad, y, si en ella se practicara la mesura y la tolerancia, todos sus ciudadanos contribuiríamos a mejorarla y enriquecerla.

En cuanto a la moral perdida... llegará el día en el que tendremos verdadera necesidad de paz y tranquilidad, aparte de habernos cargado la economía de nuestro país: Ya mismo estamos llegando a la conclusión de que las buenas formas o principios, como el respeto, la tolerancia, la sinceridad, etc. sostiene el mundo.

Me pregunto si volveremos a la pataleta política de antaño, pues la falta de respeto genera, desde antipatía, hasta brutales ataques en todos los ámbitos familiares, políticos y económicos. La convivencia es esencial para la ciudadanía, al margen de la ideología que tengamos; para eso sirve la educación... otro valor imprescindible en el desarrollo social.

Sin valores no se puede gobernar una familia, ni un pueblo, ni una nación, pues se anularía la convivencia, y, tampoco, habría futuro para nuestros hijos. Entendamos que la solución no es aniquilar al contrincante, es respetar: bienvenidos sean los acuerdos que generen prosperidad, siempre que cumplan las leyes democráticas de nuestro país.

La sociedad se degenera y agrava por la falta de valores (la corrupción y está en todas partes): El que no cumple las normas de la convivencia se está convirtiendo en lo que odiamos, en un auténtico dictador de cualquier ideología. Esta es la principal causa por la que una sociedad entra en crisis ¿Y, qué es lo único bueno que tienen la crisis? Pues que son como las enfermedades: la que no te mata te hace más fuerte, pero, claro: una vez que hayas salido de ella; lo malo es que la crisis que, actualmente padecemos los españoles, se está agravando y no ponemos –no sabemos, o, quizás, ya no exista ningún– remedio para salvarla.

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