La cultura a medida


Escupir hacia arriba, y ustedes disculpen la poco higiénica pero certera figura, siempre tiene el riesgo manchar nuestro ego; pero nuestro ego supera tantas veces a nuestra lengua, que solemos terminar salpicados.

Leo sobre la cultura, ¡mucho!, y veo cuán mal interpretada está esta en relación con la sociedad. Cómo una parte, desde su intelectualidad, de manera maniquea, se ha apropiado de ella autocomplaciéndose en ser portadores, herederos, adalides, guardianes y poco menos que el grial donde se conserva su preciosa carga. Son los mismos que se jactan, en las mismas condiciones y adjetivos, de hablar de democracia y libertades. No lo digo yo, pueden leerse en las madejas de hilos de las propias redes sociales.

Hay quienes creen que la cultura, como la democracia y libertades, son trajes hechos a su medida. Por supuesto, yerran. Sé, como comentaba al principio, que el esputo puede caerme encima, pero correré el riesgo. Ah, el ego.

Vivimos en la convulsión de un nuevo cambio social propiciado por el hartazgo de muchos. Gente cansada de verse vapuleada en sus más íntimas convicciones, de ser señaladas por estas mismas ideas, y hasta ser objeto de burla por la «masa moral superior» tan solo por ir en contra de sus dogmas. Y esto es así. Gentes que se escudan en las grandes figuras de la literatura, por ejemplo, para tener donde asirse a la hora de sus reivindicaciones, aunque no hayan leído la mayoría no ya sus obras, sino siquiera su biografía. Gentes que viven con las doctrinas de aquellos mismos años a los que se refieren dichas figuras. Gente seca. Gentes que enarbolan ídolos que han sido manipulados con anterioridad; así, hablan del «Che» Guevara, de Lorca o de Miguel Hernández con la certeza del titular de una noticia, sin indagar más. Navegan en mares, perdidos, con la brújula rota, creyendo que todo aquello que se salga de su ruta es un camino erróneo.

Retomando a Lorca, este decía que la cultura es el medio para llegar a la libertad, y tenía toda la razón. Pero, ay, cuando la cultura se envilece. Ay cuando la cultura es prostituida por proxenetas que engañan para el beneficio de sus propios intereses. Ay cuando la cultura es desposeída de su armadura de razones y cualquiera puede matarla. Ay cuando la cultura se exhiba como un vulgar panfleto de consignas vacías. Ay cuando la cultura sea bandera de unos pocos y no de todos. Ay cuando la cultura sea encarcelada. Y lo peor de todo, es que todas estas circunstancias se dan ahora. Ay.

Quienes hoy se mueven alentando esa cultura sesgada, esa cultura inculpadora, perturbada, lo hacen mancillándola, por muy egregio erudito que uno sea. Y lo sabe. Y se aprovecha de ello porque conoce que el pueblo es fácil de cegar, y un pueblo ciego es presa fácil, dócil, maleable…, y lo confunden para enfrentarlo, ocultándole todas las versiones, visiones y posibilidades que tienen con una cultura en verdadera libertad.

Sí, he leído a quienes arengan sobre la cultura y promueven, a la par, directrices ideológicas; insultando, menospreciando, vejando a los que tienen pensamiento propio o distinto, que es lo mismo. He leído, he oído, he visto al pueblo ciego alzarse dirigidos, como hordas, a derruir, a difamar, a aporrear ensordecidos con sus propios gritos contra la otra parte de la sociedad. Eso es lo que algunos quieren y ya he citado: la cultura a medida, la libertad a medida.

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