La dictadura de lo políticamente correcto


Me preocupa pensar que vivimos en una sociedad enferma de valores esenciales. En una sociedad donde lo justo pasa por la criba de una corrección politicosocial de un estricto e inviolable manual que, además, te juzga y señala por hacer uso de la verdadera libertad de expresión –que no es la del insulto ni la de imponer un pensamiento sobre otros–. Es lo que desde hace unos años se viene llamando lo «políticamente correcto».

Me preocupa, no que se valore la vida de un animal tanto como la de un ser humano; sino que la del ser humano se infravalore. Que haya quienes consideren el maltrato animal como una injusticia, como un hecho criminal, y que, sin embargo, por ejemplo, apoyen el aborto y lo estimen como un derecho en pos de retomadas y relanzadas corrientes ideológicas.

Me preocupa, esta sociedad de valores fútiles, capaz de defender, incluso, lo que va en contra de la propia lógica. ¿A usted no le preocupa? ¿Usted ve con buenos ojos, o quizás indiferentes, que se mine la integridad solidaria de su país? No es cuestión de banderas, no se confunda. ¿Usted acepta que según el signo político, en España, los raseros sean más o menos condescendientes? ¿Usted critica a la señora Cifuentes por, parece ser, robar no sé qué productos cosmetológicos y no al señor Cañamero por hacer lo mismo, a carro lleno, –con alevosía e intimidación– en supermercados? ¿Usted se conforma con que estén educando (adoctrinando) a nuestros hijos en base a una ley de igualdad que es discriminatoria para una mayoría, y pretende inculcarles conceptos fuera de todo entendimiento para sus mentes infantiles?

Pues sí, me preocupa. Me preocupa vivir en una sociedad donde la clase política cree más problemas de los que soluciona. Me preocupa que nuestra juventud no sepa la realidad de un país asesinado por bombas y tiros en la nuca, y se dulcifique la historia de estos crímenes. Me preocupa que los jóvenes escuden sus ideas en ídolos totalitarios que, bajo el auspicio de la ignorancia convenida y consentida, hoy tienen una vitola de democracia inmerecida. Me preocupa que la gente joven confunda luchar por su futuro con echarse a la calle a escupir consignas rancias.

Me preocupa que todo lo masculino sea considerado machista; que el hombre sea culpable de facto por el simple hecho de serlo, y que deba demostrar su inocencia y no se le presuma el derecho a la misma. Me preocupa que el feminismo de hoy, agresivo, dictador, arbitrario sea considerado como una victoria y no como un hecho perjudicial que beneficia a unas solo por ser mujer, y no por su valía personal. Y esto ocurre. Me preocupan las manadas de uno y otro sexo.

Me preocupa un Gobierno cobarde. Me preocupan los pactos autonómicos que enriquecen a unos y empobrecen al resto. Me preocupan los nacionalismos que se otorgan virtudes supremacistas y hablan de democracia y libertad no habiendo permitido estas, con inmersiones lingüísticas y culturales y acciones punitivas, en sus lindes. Me preocupa que Europa no considere un peligro propio lo ocurrido al respecto en España, y se menosprecie su Carta Magna. Me preocupan, no las banderas, como antes refería, sino el uso bellaco que algunos hacen de estas.

Me preocupa tener que ser insultado por mis creencias y que otras, por aquellos mismo que ponderan sobre la necesidad de la laicidad, sean veneradas y hasta felicitadas.

Pues sí, miren ustedes, me preocupan todas estas cosas y otras que daría para escribir un libro entero y que vivimos ahora mismo. Esta es la sociedad en la que nos hemos convertido, y no me gusta. No me gusta porque estamos convirtiéndonos en una dictadura moralista y convenida –la de lo políticamente correcto–, qué curioso. ¿Usted se conforma? Yo no.

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