'NaBidad'

Hace unos días, respondiendo a un tuit de don Antonio Burgos que hablaba de lo poco adecuadamente navideño de los adornos lumínicos este año en Sevilla, y arguyendo a un artículo suyo anterior, le comenté que lo que algunos celebran es la Nabidad –con b, sí-. Esto es: hacer lo que les sale de donde la hortaliza púbica, y mandar a la Venta aquella que el gran Yuyu de Cádiz ha ido llenando poco a poco con futbolistas, políticos, frikis y demás caterva.

Recapacitando me he dado cuenta que en este país vivimos en una constante Nabidad, pero es ahora cuando he caído en ello; ya sea en la política como en la comunidad de vecinos, que a veces es "de caprinos". Yo es que siempre he sido muy del citado Yuyu y del fondo norte del Carranza. Ya sabe, eso de…"¡Caaaaaaaaaabr…n!". Bueno, que me voy a la nombrada Venta de la Nabidad con tanto rodeo.

Como les decía, estamos muy acostumbrados a soportar que aquí cada uno haga lo que le nazca del huerto. No es necesario que salgamos de Sevilla, aunque pueden extrapolarlo a sus localidades con toda confianza, para que se den cuenta que la Nabidad la está viviendo usted mismo desde hace años pero que, por lo que sea, no se había dado cuenta. Con mucha probabilidad porque tendemos a confundir la be con la uve, y con esta última todos estamos anestesiados de buenas intenciones y pensamientos de paz y amor.

Les voy a poner algunos ejemplos, como les decía, centrándome en el día a día que cualquier sevillano o, como es mi caso, un gaditano en el exilio puede hallar en este bellísimo poema que es Sevilla misma.

Si usted acude al cementerio hispalense en los aparcamientos que lo circundan no encontrará zona azul, verde o roja alguna, pero estará expuesto a tener que abonar la "tasa calé". La mayoría del colectivo gitano de la zona –por no decir la totalidad, no sea que me tachen de racista; a mí, que tengo el cincuenta por ciento de esa sangre nómada en mis venas- estará allí dispuesto para dispensarle un lugar donde estacionar su vehículo, aunque ya lo haya visto nada más doblar la pequeña curva, y solicitarle un donativo. Pero no se le ocurra darles menos de cincuenta céntimos, porque entonces se le dirigirán indignados increpándole por la miseria que les ha dado. ¡Toma del frasco, Melitón!

Lo dicho, no es una aportación voluntaria sino una tasa extraordinaria que el ayuntamiento permite. Nabidad.

En este mismo orden nos encontramos otras variantes más conformistas, como los gorrillas; o los autorizados y uniformados VOVIS (como nombre genérico para los miembros de distintas asociaciones que se dedican, por poner, a estos menesteres) a los que se les da un euro, aunque en la papeleta de sitio que le endosen solo constan sesenta o setenta céntimos como dádiva, pero bueno…

Los simpáticos negritos –sí, negritos; como todos les decimos- con todo un mini Todo a cien encima, donde los clínex que antes le daban por lo que usted les dispusiera en la mano petitoria, hoy se los ofrecen por la módica cantidad de uno con cincuenta junto a una sonrisa y un desparpajo que deslumbran. No he oído cosa con más arte que a un somalí, con el que confraternicé en mis paradas semafóricas por la Puerta de la Barqueta, decirme "Dame lo que puedas, pisha". El buen hombre, que se llama Yusef, se enteró que esa palabra es el "miarma gaditano". Y para concluir este apartado, la ya dicha y dichosa zona azul. Tomen dichosa según les convengan.

Pues lo dicho. Nabidad.

Como ven no son solo los ayuntamientos los que hacen lo que quieren, o como quieren, en nombre del pueblo soberano; Osborne, diría mejor, por aquello de las puyadas con las que nos obsequian, más de una vez, en sus múltiples funciones. Aunque, según el color del capote que vista la presidencia del mismo, aguantamos con mayor o menor holgura. Si van a las grandes superficies, les hacen ver que estas fechas en especial no pueden faltar en sus pasillos, vestidos para la ocasión, para encontrar el regalo imprescindible que hará inmensamente feliz al pariente o parienta oportuno, con un precio insuperable. Insuperable porque no pueden ponerlos más caros. Nabidad.

El tiempo donde el Mercadona y demás establecimientos afines -y hasta el charcutero de la esquina- se ponen gourmets, y lo que el quince de diciembre eran un kilo de gambas el veintidós es uno de bogavantes, visto el precio que les ponen a las primeras a partir del día del Sorteo de… Nabidad.

Se me quedan muchos más casos en el tintero, pero considero que estos ejemplos dejan claro a qué me refiero con eso de que también existe, reitero, la Nabidad que, confundiéndonos con la Navidad, es una excusa para que la hortaliza usada metafóricamente alcance la dimensión fálica que mi estimado Yuyu adoptó para su famosa Venta y que, con toda humildad, yo verbalizo haciendo uso del Idiotés, termino que acuñó el Maestro Burgos en el escrito que al principio les refería.

Por cierto, por si no coincidimos antes, feliz Navidad (con uve).

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