Por Diana Álvarez
Tengo el frío aposentado
en los huesos,
una tumba me espera
llena de mis muertes
y mis paseos sobre las cadenas
de la cordura.
La luna se alza
sobre el osario descalzo
de los pasos abandonados
y las huellas borrosas.
Hace frío en el cuenco
de mis manos,
el vacío congelado
que se funde
en el último aliento.
El corazón duele
como las direcciones
no optadas.