Si desean pasar un buen rato estas Navidades les aconsejo leer Teatro maldito y bendito (de la editorial ViveLibro de Madrid) de José Manuel Villafaina Muñoz. Se trata de un libro de teatro que contiene unas obras un tanto jocosas, que leí en su día, hace ya meses, y que estoy segura que os resultaran propicias para llenar el tiempo libre, acorde con la situación política que estamos atravesando. Hoy confieso que fui guiada por la admiración profesional que tengo a José Manuel Villafaina, desde hace bastante tiempo además; en cambio, su lado humano, hace escasos años que lo vengo conociendo. En actualidad, estos dos aspectos: humano y profesional, se han ido desvelando y entrelazando en dos de las tres etapas vividas que voy a exponer a continuación.
La primera etapa fue en Navalvillar de Pela, concretamente cuando yo era una jovencita: entre dieciocho a veinte años. La imagen que tenía de Villafaina es que era un hombre del mundo del teatro (en esta primera etapa apenas tuve tiempo de percibir claramente su calidad humana). Más tarde, cuando llegué a Badajoz, de ello que hace unos ocho años, seguía pensando casi lo mismo; no obstante, en mi segunda etapa, acorté el pensamiento e invertí su sentido: el teatro es su mundo. Actualmente, ya de entrada en la tercera etapa, cada vez que lo veo por Badajoz y nos paramos a conversar, me da mucha alegría comprobar que nos satisface el tema cultural en toda su dimensión.
Charlar con José Manuel es un lujo y, un decir pues, lo que hago fundamentalmente es escuchar a este gran entendedor de las artes escénicas, hasta llegar a la conclusión de que el maestro Villafaina “es nuestro gran crítico y servidor del teatro en Extremadura por excelencia”.
Como bien he dicho tuve la oportunidad de conocerle en el tú a tú, a mi llegada a Badajoz. Es por tanto un hombre cariñoso, dicharachero, apasionado de las artes escénicas donde los haya: él, que tanto a mi esposo, como a mí, nos acogió en su tertulia habitual donde nos hablaba de sus muchos proyectos en su mundo teatral; e incluso me dejó personalmente algunas obras inéditas que leí con gran interés. Recuerdo que le regalé alguna de mis publicaciones, como intercambio de nuestra amistad, donde iba una dedicatoria que más o menos rezaba así: A José Manuel Villafaina: El teatro es un ensayo de la vida.
Hasta que buen día, de forma casual, mi marido y yo, lo vimos por Badajoz (en esa fecha él se había ido a vivir por la zona Don Benito-Villanueva) y, al saludarnos, nos estuvo enseñando uno de sus primeros ejemplares de su Teatro maldito y bendito (lo cual me alegró sobremanera, hasta el punto que fui una de las primeras personas en adquirirlo de sus propias manos).
La portada de este libro es todo un acierto: es de color rojo intenso (en ella aparece la imagen de una compañera suya...). El libro, como ya anticipé, se resume en cuatro obras de teatro que él había preparado con mucho empeño: Historias de Filemón, Una hoja de Parra para el emperador, La Extrella de Belén y El coquí enlatado (las dos primeras pertenecientes al teatro maldito y las dos últimas al bendito).
Al cabo de unos días, nos volvimos a ver; aunque, esta vez, nos dirigimos a una de las terrazas del centro de Badajoz para hablar de su libro de teatro y de la experiencia que había tenido al leerlo, hasta aquel momento, ya que iba leyendo por la mitad.
Amigo mío, –le dije así, como me vino–, creo que el autor está muy por encima de los personajes de la primera obra; o lo diré de otra forma: es una excusa que se ha inventado el autor para explayarse largo y tendido, ya que el amigo Villafaina no se ha dejado nada en el tintero: es por lo tanto una crítica teatral y política en toda regla, donde más de uno sale mal parado: “lo pone a caldo”, expresado en lenguaje coloquial.
El segundo tema es una obra de teatro donde se da caña a la monarquía; también bajo un punto de vista jocoso y algo menos incisiva que la primera, aunque tiene su enjundia.
La tercera obra es un dúo entre Villafaina y el poeta Bartolomé Collado, amigos de tertulia: ambos han estado años poniéndose de acuerdo para poder llevar la obra a buen puerto. En ella se percibe, claramente, la mano de Collado, por tener un estilo diferente al de Villafaina; no obstante, el trabajo de José Manuel queda más a la sombra, ya que él lo teatralizó y Collado lo transcribió en verso, (una obra que ya conocían: el Presidente del Pontificiun Consiliun de Cultura del Vaticano, y Teijeiro, profesor de Literatura de la Universidad de Extremadura).
La cuarta y última está enclavada en Puerto Rico, en las vivencias de su juventud y sus costumbres. Habla de la Grecia de los EEUU.
Aún recuerdo, en la amena tertulia que mantuvimos aquél día, que José Manuel nos deleitó, a mi esposo y a mí, como él sabe hacerlo, ya que es un perfecto embobador de masas, pues para ello es artista y se las sabe todas; no obstante, cuando nos despedíamos, recuerdo que le dije: “es fuerte lo que comentas en el libro, amigo mío; a más de uno, si os cruzarais por el camino, le gustaría tirarte de las orejas” (por decirlo en un tono suave). Y es que el maestro Villafaina es así de atrevido, sincero y empeñado.
Estoy segura de que, pasado un cierto tiempo de la publicación, le han llovido críticas del cielo más que del infierno; no obstante, habrá habido pocas de ellas que percibiesen al maestro con el calor humano y merecedor del afecto personal que yo le profeso. “Mi querido Villafaina: gran parte del Teatro maldito y bendito es una crítica teatral y política en toda regla, además de un ensayo de la vida: que tenga éxito el libro, es mi deseo; enhorabuena, también, por tus cuatro premios, el último hace poco tiempo; adelante con tus proyectos a lo largo y ancho de toda Extremadura... Ah, y suerte para ese nuevo libro que yo sé –por ti– que estás preparando. Con el abrazo, mi cariño y la admiración de siempre.