Heterosexuales, homosexuales y demás letras

Por Micifú

Entiendo por qué las personas etiquetamos a los demás. Ello nos permite encajar cada individuo en una categoría concreta de las predefinidas en nuestras cabezas y, por tanto, saber cómo actuar y qué esperar de cada persona. De esta manera, todos llevamos nuestros tags: "el graciosillo", "el friqui", "la rubia", "el gay".

El problema viene cuando te asignan una etiqueta que lleva asociado un estereotipo que no encaja contigo. ¿Y ahora qué hacemos? Llevo mi etiqueta y me juzgan por ella, pero es que yo no soy así. Se espera de mi que haga, diga y piense determinadas cosas que se supone hacemos los que llevamos La Etiqueta. Por favor. La raza humana inventó el lenguaje, la rueda, descubrió la electricidad y la penicilina, y metió la comunicación instantánea en las vidas de todos. También podemos dejar de prejuzgar y etiquetar.

He sido heterosexual y he sido homosexual. Me gustan hombres y mujeres y ha sido en diferentes grados según la época de mi vida. No soy promiscua, no llevo plumas, no vivo para la peluquería, no suelo llevar faldas, no tengo el pelo corto, no le hago daño a nadie, no llevo tatuajes, no me identifico con el colectivo LGTBI (que, cada vez tiene más letras), no estoy "orgullosa" de mi condición sexual, no hago de mi vida una reivindicación, ni lucho por nada. Me comporto con mi orientación sexual igual que me comporto con el agua potable: la tengo y ya está. No es ni más ni menos importante que el que soy morena.

Tengo amigos de todos los tipos y aquellos que prefieren acostarse con personas de su mismo sexo a veces me han llamado "desagradecida" porque, si vivo en una sociedad que tolera "personas como yo", es gracias a todos los que hubo que antes de mi, lucharon porque así fuera, y ahora yo no continúo con "la lucha". Es más, debería dar gracias todos los días por ello y lucir aquello que soy simplemente por alguien consiguió que no me lapidaran por ello. Y estoy agradecida. Me considero afortunada de vivir en España. Uno de los países más tolerantes del mundo. Pero al igual que voto, que tengo título universitario, que soy independiente económicamente, que tengo coche, que sé hablar, que existe teléfono, que tengo seguridad social, que tomo antibióticos, que uso gafas y otro sinfín de cosas, no hago una bandera de cada una de ellas.

Por ello, me molesta profundamente la apropiación y el ruido que últimamente generan ciertos partidos políticos y colectivos que se autoproclaman representantes de personas "como yo", pobres criaturas tristes y discriminadas, que no tienen a nadie más que les defienda. Queridos, si queremos que las personas "como yo" sean normales, hagámoslo y ya está. Si ponemos El Día Internacional del LGTBI (alguna vez se me olvida una letra y me crucifican, ya verás), si discriminamos a los que no son "como yo" dándonos privilegios que otros no tienen, si castigamos a docentes o padres por intentar guiar a sus hijos, si difundimos cansinamente imágenes de personas extravagantes o permitimos hacer animaladas sólo por ser LGTBI (5 letras, OK) lo único que vamos a conseguir es más odio. Este tipo de acciones son tan sectarias como las contrarias. Y muchos de nosotros no somos parte de la secta, ni queremos serlo, ni queremos que se nos use como parte de una propaganda que persigue otros intereses.

No soy un argumento político.No soy un colectivo. No soy una etiqueta. No encajo en ningún estereotipo. Soy una persona. Con sus características, sus originalidades, sus peculiaridades, sus virtudes y sus defectos. Exactamente igual que las demás. Que todas las demás.

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