En estos días en que se celebra el 12 de octubre, Día del Pilar, Día de la Hispanidad o aquel Día de la Raza, tenemos a los zoquetes de siempre y el “nada que celebrar” o eso muy de Colau, “res a celebrar”.
La verdad es que el hecho de levantar una bandera de agraviado, a muchos les sienta bien. Descargan sus frustraciones y de paso su incultura y siguen luego como si tal cosa, como si hubieran hecho un ritual depurativo un año más. Como aquél que va al gym o al parque a correr una horita y vuelve a casa como nuevo.
El asunto del 12 de octubre es una ocasión perfecta para estos soflamistas del autoodio. Aprovechando que es el día nacional de España, les permite poder ir tirando de la Leyenda Negra, por definición, española. Leyendas negras hubo muchas (contra la Roma antigua, contra Rusia, contra Turquía contra EEUU) pero cuando quieres decir contra España, ésa ya no se adjetiva. Se sobreentiende.
En el caso que nos ocupa, está muy extendida la idea de que España cometió verdaderas atrocidades y masacres en la Conquista americana. Lejos de crear nada positivo como ciudades y universidades, carreteras y puertos, cada español conquistador se lió a matar indígenas. Mataba indígenas por la mañana, por la tarde y por la noche simplemente porque sí, porque había que dar un contenido a la leyenda negra. Que no estén ni muy documentadas ni acreditadas eso ya da igual. Ésta es la única idea que tienen los soflamistas. Los de aquí y los de fuera, aunque fuera parece que van quedando menos.
Que la realidad sea muy otra, es una circunstancia que va calando muy poco a poco, a paso de caracol. Que los colonizadores españoles del siglo XVI y siguientes se encontraran civilizaciones muy, muy atrasadas en lo moral y material, con la existencia de sacrificios humanos o unos imperios locales que masacraban a las tribus dominadas vecinas, poco importa.
La Conquista fue un hito, no solo por la envergadura de los avances culturales, sociales o materiales sino también por su extensión en el tiempo y espacio: 4 siglos hasta la pérdida de Cuba y Filipinas y más de 20 millones de km², si contamos la superficie total del Imperio.
España fundó decenas de universidades en el Nuevo Mundo. La primera en un año tan temprano como 1538: la de Sto. Domingo. O centenares de ciudades que aun hoy gozan de gran de esplendor como Buenos Aires o Bogotá. Creó caminos, carreteras, puertos o puentes que aun hoy son visibles. Por no hablar de todo un entramado organizativo y burocrático que sentó las bases de los estados modernos de hoy en día. España ya lo había iniciado en el s. XVI como en su día lo hizo Roma en la antigua Hispania.
Pues en lugar de detenerse a estudiarlo, analizarlo e interiorizarlo, en España los grupos de autoodio prefieren seguir la llamada de la Leyenda Negra endosada a los españoles. Como muy bien explica Elvira Roca Barea en su libro “Imperiofobia y Leyenda Negra”, surgió ya en los tiempos del reino de Nápoles y Sicilia de Carlos I, cuando los colonizados italianos llevaban muy mal ser colonia de un pueblo tan tosco, agresivo y de sangre impura como los españoles. Después siguieron Inglaterra en los tiempos del pirateo de Drake y los holandeses de Orange.
Realmente tener una leyenda negra no es tan malo como puede parecer. Te da el estatus de haber hecho algo que despierta envidia. Nada más y nada menos que haber fundado un imperio de largo recorrido y precursor de muchas cosas.
Rebatir esas ideas movidas principalmente por la envidia y frustración es muy fácil. Fray Bartolomé de las Casas por ejemplo, aquel otro zoquete odiador y resentido, está tan desacreditado por todo el mundo, que produce risa. El problema, como comenta Barea, es que los propios sufridores de cualquier leyenda negra no hacen mucho esfuerzo para contraargumentar. La aceptan y callan o en el mejor de los casos, se mofan del asunto.
Aquí, en España, mientras tengamos colaus, pablosiglesias etc. oiremos mucho eso de “res a celebrar” cada 12 de octubre. Así va a seguir siendo mientras saquen provecho de ello.