Prefieren el careto rectangular y gris del ordenador.
Prefieren la pantalla del móvil al mundo infinito.
Ahora ya no te dan revistas en los trenes y los aviones porque ya suponen que tienes teléfono móvil. Y el teléfono móvil lo sustituye todo. Sin olor, sin contacto, gris, abstracto. Miserable y siempre igual esa pantalla.
Te sustituyen los infinitos aspectos de los periódicos por esa pantalla de móvil siempre igual y siempre diminuta.
Vaya cambio nos han hecho. Y nosotros tan contentos. Bueno, yo no estoy nada contento, porque soy un friki y un extraterreste, pero están tan contentos todos estos satisfechos con el presente.
Con cualquier presente que les pongan. El presente siempre es lo mejor.
O el mirar a todas partes, en la realidad hecha de infinitas realidades y sueños, por la pantalla siempre igual del ordenador.
Qué maravilla, qué progreso. En lugar de tener la cara de alguien tienes el careto frío de un ordenador, qué ilusión.
En lugar de respuestas vivas, de espontaneidad, de adaptación a lo que dices imprevisible, de vida frente a tu vida, tienes preguntas frecuentes que no son la tuya, programas limitados y cerrados, códigos, cifras, rellene usted esto, rellene usted lo otro, máquinas que te dicen: hay un error, clic, clic.
Qué maravilla hacerlo todo digital. En lugar de un médico vivo y sensible que te me mire (si es que hubo alguna vez, también hay que ver), que te atienda, que te haga caso, que te vea melancólico o gilipollas o atravesado, hay: rellene usted estos datos, cuantas veces mea, cuanto pesa su cagada, cuantas peliculas ha visto (da igual cuales). Qué maravilla, qué progreso.
Y si quieres decirle esto que no entra en las preguntas frecuentes, o este otro matiz que no cabe en el programa digital, o ese estado de ánimo que dos o tres emoticones miserables no sirven para expresar, te callas, te jodes, te unes a la masa dócil y silenciosa.
Pero habrás tecleado el ordenador, y formarás parte de una estadística, y dirán que tropecientos ciudadanos han hecho esto, han hecho lo otro.
Qué maravilla, qué progreso. En lugar del mítico calamar gigante del que te habla la publicidad de los bocadillos de calamares del bar Brillante en Madrid, tendrás el calamar digital, y tendrás París digital, para qué ir a Paris.
Y tendrás a tu abuela digital, y que gran síntesis del mundo, unas cuantas imágenes estridentes y miserables, el mundo entero sobra, para qué tocar a tu novia, ya la tienes digital.
Qué maravilla, qué progreso. Sobran médicos, profesores, novias, catedrales. Todo te lo ponen en internet.
Para qué van a atenderte personas vivas, la vida es algo anacrónico y carca. Mejor el mundo digital. Y no miren el mundo, miren solo el móvil diminuto.
Prefieren el careto del ordenador. Antes que la infinidad de caras vivas que se
mueven por el mundo y por todos los mundos.