Por Ezequiel Tena 
Este mundo se ha ido haciendo tan evidente y transparente para unos, como opaco para otros. Los acontecimientos de los últimos diez o doce años, para los que los hemos vivido con estupor, se nos revelan como la puesta en marcha de una 'performance' que no cesa, que avanza, que progresa y que es sentida como verdadera realidad por millones y millones de seres humanos. El descaro -preguntaría si preguntarles de algo sirviera- ¿Es que no lo veis? ¿No podéis sentirlo? Crece la distancia espiritual y la brecha exige otra fórmula: ¿No sienten ustedes, ¡Ustedes!, la impudicia con que se despliegan las políticas?
Vividos como el que presencia una pieza farsante que convierte a uno en espectador horrorizado y un punto hastiado -o concernido y la vez distante-, los acontecimientos puestos en liza estos últimos diez años iluminan la verdadera entraña de los últimos veinticinco. Y la de los próximos lustros. Piensas: parece un fallo...y no lo ven. Deja traslucir la verdad pasada, presente y futura a través del papel cebolla de esta película...y no lo ven. No lo ven. ¡No tiene sentido! Mientras trato de dilucidarlo, no sé si se desmoronará el trampantojo porque no exista estructura social capaz de soportar tanta mentira y basura, si se fatigarán los materiales después de fatigarse las almas y la cosa implosionará o si el despliegue de la aberración se realizará hasta las últimas consecuencias y más allá.
Por si acaso y en resumidas cuentas, y dadas las circunstancias, el criterio sano para los tiempos abyectos que nos toca vivir consiste necesariamente en caminar en sentido contrario a la verdad oficial.