El escritor

Por Miguel Ángel Mudoy


...Era un escritor tan pobre, tan pobre, que no tenía dinero para vivir...

Hoy en día, ser un escritor a jornada completa, es decir, un escritor profesional, es una verdadera odisea. Y, aunque parezca consuelo de tontos, la realidad es que siempre ha sido así. La idea romántica del autor que, sentado en una cafetería o en su escritorio rodeado de libros, vive de las palabras y las ideas es, en la mayoría de los casos; una ficción.

Citemos a uno de nuestros escritores favoritos, Charles Bukowski (1920-1994) considerado como un «poeta maldito», debido a su excesivo alcoholismo, pobreza y bohemia: «Escribir es fácil; vivir es lo difícil». Una frase que encapsula la paradoja de quienes dedican su vida a crear historias, a inmortalizar emociones, a descifrar lo inefable. Porque la verdadera dificultad, no está en encontrar las palabras adecuadas, sino en sobrevivir a un sistema que rara vez valora el arte como se merece.

A lo largo de la historia, muchos escritores han vivido y muerto en la precariedad. Pensemos en Edgar Allan Poe, quien pese a ser uno de los grandes pioneros de la literatura estadounidense, murió en circunstancias oscuras y con apenas un centavo en el bolsillo. O, Franz Kafka, quien trabajaba como funcionario para pagar sus facturas y nunca llegó a ver el impacto monumental de su obra. Incluso, el mismísimo Miguel de Cervantes, el autor de «Don Quijote de la Mancha», sufrió penurias económicas durante toda su vida.

En la actualidad, poco ha cambiado. Las regalías por libros son mínimas para la mayoría de los autores, los contratos editoriales suelen estar llenos de cláusulas abusivas y las plataformas digitales pagan migajas por cada descarga o reproducción. Escribir, lejos de ser una profesión lucrativa, es una especie de acto de fe, una entrega casi religiosa a la pasión de narrar.

Y, a pesar de ello, seguimos escribiendo. Porque las palabras son resistencia, son la herramienta con la que luchamos contra el olvido, contra la monotonía, contra la desesperanza. Quizás, sea cierto que escribir es fácil y que vivir es lo complicado, pero, al final del día, para muchos de nosotros escribir es también la manera en la que aprendemos a vivir.

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