No me repliques, decían los padres autoritarios en los años cincuenta. Calla y no me repliques. Y a lo mejor te pegaban también un sopapo.
Y eso hacen con nosotros ahora los poderes. Tanto las instancias del gobierno como las grandes empresas.
Me llega un mensaje de la administración que me comunica una decisión y me dice No Reply. No contestes. Me dice que para enterarme más tengo que mirar en tal sitio, para lo cual necesito identificaciones y códigos y no sé qué más. Y me quedo indefenso y callado. Esperando el próximo mensaje No Reply. El próximo mensaje masivo e impersonal que me trate como una cosa, como una nada. Que me despersonalice y me humille y me aniquile. Y no me tenga en cuenta y no me deje responder.
Me llega un mensaje de Trip Advisor, que industrializa los viajes, y me dice No Reply. No contestes. Para ellos también soy una nada, no una persona. Un número entre millones de números. Y saben que he buscado tales ciudades y me ofrecen hoteles en esas ciudades. Quién coño les dio permiso, quién coño les dio esos datos. O por qué me están espiando.
Intento conectar con ellos y me mandan a Preguntas Frecuentes masivas e impersonales. Y es imposible conectar con una persona en esa empresa. Imposible que me traten como una persona, que me hable otra persona. No soy nada, solo una dato que rentabilizar, una mierda indefensa.
Alguien creerá que esto es un progreso. Porque para los pasmones todo lo que sucede es un progreso. Aunque sea la guerra de Ucrania o la subida de los precios. Todo cambio es bueno, todo está bien. Y la deshumanización progresiva y la humillación progresiva están bien.
Bruno Schultz hablaba de la “época de los cocodrilos”. Cuando en lugar de las tiendas de color canela llenas de personalidad y de encanto, con productos misteriosos y llenos de sugerencias, se implantaban las tiendas masivas e impersonales, llenas de vulgaridad y de masificación. Y ahora estamos todos en este tiempo de los cocodrilos, donde los cocodrilos te vomitan mensajes masivos y te dicen: No respondan.
Es el autoritarismo y el fascismo creciente, pero para muchos será un progreso. Porque la pasmoneía también es un signo de la época y es una condición para que prospere el No Reply. Y que la máquina te diga: opción 1, opción 2, y tú no seas más que un dato muerto para una máquina. Esto es un gran progreso. Pero la gente se indigna, en teoría, por aquello o por lo otro, pero no se indigna por esto. Que nos está matando y aplastando a todos. Y empobreciendo.
El fascismo creciente, y la persona aniquilada en la masa, cosificada y diseñada y manoseada, son un progreso. Por supuesto, progresa el fascismo. Y progresan los beneficios para los empresarios de la tecnología absoluta y desaforada. A la cual nos esclavizan, que nos la imponen a la fuerza. Y no tienes nada que decir, No Reply.
Porque cuando se habla de progreso hay que mirar quien progresa. Progresa el tipo que aumenta su cuenta corriente y puede despedir a millones de personas. Progresa el tipo que te masifica y te anula y que saca más beneficios de ti. Y progresa el poder de los que tienen poder. Y el lobo despreocupado que te convierte en oveja mecánica. Y encima te dice que lo hace por tu bien.
No me repliques, decían ciertos padres autoritarios en los años cincuenta. Tenías que callar y esconderte tu libertad en tu silencio. Yo aguanté el estalinismo de mi padre en silencio. Y aguanté el franquismo de otros. Y tenía que esconderme en el silencio. No podía contestar.
Y ahora me vienen grandes empresas o grandes instituciones que no quieren escucharme, para las cuales no soy una persona. Las personas no existen, qué coño es eso de una persona, se dicen los grandes poderes. Lo que hay son plataformas petrolíferas y plataformas de datos.
Y podrías decirles como Pessoa: “No soy nada, no puedo llegar a nada, no puedo querer ser nada. Pero dentro de mí llevo millones de sueños”. Pero no te van a escuchar. Porque ellos no escuchan nada. Y ni siquiera están ahí. Delante te ponen una máquina que te dice: Opción 1, opción 1. O un programa de ordenador endemoniado, o un infierno de dígitos.
Y no puedes hablar con nadie en la Seguridad Social. Ni con nadie en Sanidad. Ni con nadie en ninguna parte. Solo hay un gran muro de programas mecánicos y de dígitos. Y estás metido en una de sus fórmulas sin poder salir, o te meten a la fuerza en uno de sus algoritmos. Y todo lo que es único e irrepetible como tú mismo, como cada uno de tus instantes, se convierte en algo previsible en un algoritmo. Y lo vivo se convierte en muerto.
Y eso es un gran progreso.
Estamos en la época del No Reply. Entregados a los cocodrilos con las manos atadas y la boca inexistente. Convertidos en datos y en dígitos fantasmales. Tenía más entidad la Santa Compaña, la procesión de muertos en la que creen algunos en Galicia. Esos muertos tienen un poco más de carne y de vida, aunque sean almas en pena. Porque nosotros ni siquiera tenemos pena. No tenemos nada para ellos.
Pero ustedes celebren el Progreso. Celebren el progreso de la deshumanización y el fascismo. Y de la mecanización que nos convierte a todos en fórmulas previsibles y repetidas. Y de la falta de imaginación y de espontaneidad. Cómo va a existir la espontaneidad si ya no existe la naturaleza. Tampoco existen los abedules para ellos. Para ellos todo son cifras y beneficios. Y fórmulas y algoritmos.
Y el papanatismo les ayuda. Lo más útil para los fascismos era sembrar el miedo a la libertad, como decía Erich Fromm. La gente no quiere pensar por sí misma, decidir por sí misma, que lo haga una máquina por ellos, un algoritmo. Una fórmula controlada por los poderes. Y entonces lo decides todo en masa y lo haces todo en masa. Como ellos quieren. Y No Contestes.
Lo que progresa es el fascismo y la masificación infinita. Y ya no podemos contestar, porque nos aniquilan y empobrecen de tal modo que ya no sabríamos contestar aunque pudiéramos. Pero todo va bien. Y aquellos que nos aplastan y nos utilizan y no nos dejan hablar son Benefactores de la Humanidad.
Pero tú ante todo No Respondas. Recibe todos los mensajes masivos y No Respondas.