Ser libre es querer a toda costa libertad

Por Ezequiel Tena ezequiel


Las personas tendemos a pensar que el porvenir está en nuestras manos. ¿Cuánta verdad esconde esta consideración? Poca. Por insustancial, por la endeblez que la cimenta.
Diré que un hombre es dueño de su destino en la medida -y sólo en la medida- en que sea proclive a sacrificar lo que tiene o podría tener en el altar de lo que es. En la medida de su obstinación por ser. Dicho de otra forma, es la atención despierta a la necesidad de ser lo que define a un hombre libre. Pero no se es libre como un hecho dado en forma de gracia; no se es libre en un sentido que considere la libertad como una esencia conquistada de una vez y para siempre y, en consecuencia, virtud consustancial a sumar en elenco de propiedades del conquistador. La libertad no es un bien, no es una propiedad, no es un perfume espectral que permanezca. Ser libre es querer a toda costa libertad. Ser libre asemeja ser tarea respiratoria, de forma que si cesa la respiración la vida o la libertad amenazan asfixia.
Todo lo dicho tiene modesto valor. Si vienen tiempos difíciles tal como anuncian la climatología de sucesos y la procesión de intelectuales lactantes, subalternos lisonjeros o políticos, mayordomos de la asiduidad televisiva, artistas lameculos y gañanes de subvención lanar, veremos, entonces, quién es un hombre libre. ¿Lo seré? ¿Lo serás? Quién puede saberlo...
Y si bien es cierto que corren tiempos duros para la libertad, no lo es menos que se viene el tiempo en que la piedra preciosa que es la libertad habrá de brillar entre la escoria.

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