Paco Lobatón: “Creo en un periodismo útil a la gente”

Un viaje por la trayectoria profesional y personal del periodista, quien afirma no tenerle miedo a la muerte y es optimista respecto al presente y futuro del periodismo: “Es más necesario que nunca.”


Paco Lobatón en el patio de su residencia sevillana. Foto de Macarena González

Por Macarena González Puente

Aclamado profesional de la comunicación y jerezano de pura cepa, Paco Lobatón deja difícilmente de lado su prudencia y neutralidad frente a los asuntos más controvertidos. Su prolífica actividad profesional incluye el haber sido conductor del telediario principal de la televisión pública, director de los servicios informativos de Canal Sur, corresponsal de información política en las Cortes Generales, enviado especial de los Reyes de España por distintos lugares del mundo, profesor universitario y detenido y exiliado en 1974 durante su participación en el movimiento estudiantil.

Con todo, es el programa Quién sabe dónde el que se reconoce como el colofón de su recorrido. Conmovió a toda España, consagrándole como cara y voz de las personas desaparecidas. Un periodista cauteloso y, a la par, apasionado, fiel devoto de la justicia, la libertad y la verdad. Un personaje carismático y encantador que, pese a todos los obstáculos que la vida le ha puesto por delante, lleva por bandera un entusiasmo e ilusión que contagian a cualquiera.

Es, innegablemente, uno de los referentes de mayor relevancia de la Comunicación en España, tal y como lo corroboran los numerosos premios y distinciones que ha recibido: el Premio Andalucía de Periodismo (1985), tres TP de Oro (1985, 1992 y 1998), la Medalla de Andalucía en su categoría de plata en 1995, el Premio Especial Ciudad de Jerez (2015), la Cruz al Mérito Policial de la Policía Nacional o el Premio Andalucía de Periodismo en la modalidad de Mejor Trayectoria Profesional (2022).

Pese a haber escrito cuatro libros, su notable humildad le limita a rechazar el término escritor a la hora de autodescribirse y sustituirlo por el de “escribidor”, un periodista que escribe, tomando así prestada la expresión de Vargas Llosa.

Me recibe en el sofá de su salón, me ofrece un café y procede a decirme que espera estar a la altura de mis preguntas. Su naturalidad y expresión facial afable reducen la distancia que podría existir al tratar con una personalidad de tal notoriedad. Mantiene un rostro risueño y una ilusión soñadora que transmite a través de su mirada.

P: Comencemos por tus inicios en Radio Jerez, ¿qué viviste allí que hizo que te enamoraras del periodismo?

R: Fue el descubrimiento de la comunicación como una suerte de magia fantástica. Partiendo de algo tan sencillo como ir enviado por mi instituto con el fin de buscar un poco de apoyo económico para las personas mayores de Jerez, pude ver que la comunicación servía para dar una respuesta. También fue un regalo del destino, supongo que al responsable de la emisora le guste, ¿no? *ríe*. Me dijo: Oye, chaval, ¿te gustaría hacer alguna práctica aquí? Yo abrí los ojos y, evidentemente, acepté. Ahí empezó todo.

P: Sin embargo, antes que periodismo estudiaste Ciencias Políticas, ¿por qué?

R: Cuando me propuse dar el paso a formarme como periodista no había apenas opciones en Andalucía para estudiar periodismo y, por tanto, decidí trasladarme a Madrid. Sin embargo, mi llegada a la capital coincidía con que aún faltaba un año para el arranque de la Facultad de Periodismo. Entonces, me recomendaron hacer Ciencias Políticas como una opción formativa, complementaria. Terminó convirtiéndose en una formación integral que me motivó a participar activamente en el movimiento estudiantil cuando se barruntaba el fin de la dictadura.

P: Tus inquietudes y tu compromiso social te obligaron a exiliarte en el año 1974, ¿dirías que la mayoría de los profesionales de la comunicación actualmente se ven obligados a exiliarse de la verdad por ser la voz de su amo?

R: Bueno, esa es una pregunta con mucha intención *ríe*. Yo creo que no Maca, creo que, al menos, aún quedan verdaderos profesionales que no se exilian de la verdad. Es cierto que las presiones en algunos casos existen y hacen que los periodistas tengamos que batallar para mantener nuestro criterio y que prevalezca la veracidad. Con todo, es fundamental tener una conciencia clara frente a ese conjunto de intereses que sobrevuelan y, a veces, pesan sobre el trabajo que desarrollamos.

P: Entonces, ¿tu opinión general sobre el periodismo actual es positiva?

R: Sobre todo, es positiva en el sentido de que el periodismo hoy es más necesario que nunca, más incluso que en mis inicios. La sociedad evoluciona a una velocidad inimaginable y las redes sociales han posibilitado que cualquier ciudadano actúe como emisor. Han creado un universo completamente distinto, repleto de falsas verdades, que hace muy necesario el trabajo riguroso y la verificación de hechos. De lo contrario, la convivencia en sociedad se pone en riesgo.

Sin periodismo no hay democracia.

Se hace realidad un principio que he defendido siempre: sin periodismo no hay democracia. Es la herramienta con la que vigilar y fiscalizar la acción de los poderes públicos.

P: ¿Qué habilidades ves necesarias en un joven que quiera matricularse en periodismo?

R: Es esencial que se vislumbre el periodismo como una actividad con trascendencia y utilidad social. Creo en un periodismo útil a la gente. Debe ser consciente de esta dimensión, tener esa vocación y no concebir el periodismo como un mero recurso para ganar un sueldo y sobrevivir.

Es esencial que se vislumbre el periodismo como una actividad con trascendencia y utilidad social.

P: También has trabajado como docente, ¿consideras que periodismo y educación son dos campos vinculados entre sí?

R: Sí, creo que sí. El periodista no tiene que actuar como un pedagogo permanente, pero si hace bien su trabajo conseguirá que la gente tenga más apetencia por la información. Son dos actividades complementarias en las que hay que estar en una retroalimentación constante, más aún en el tiempo tan acelerado que vivimos.

P: En tu discurso del Premio Andalucía de Periodismo a la mejor trayectoria profesional celebrado este pasado diciembre, hablas de la necesidad de perseguir la verdad por encima de cualquier otro interés político o económico. ¿Alguna vez te has visto obligado a traicionar estos valores?

R: He podido tener presiones, de hecho, las he tenido. Sí he sido testigo de compañeros que han reculado ante determinadas coerciones, pero yo nunca he sido infiel a mis principios. En ese sentido quizás he sido privilegiado. Al adquirir en un momento de mi trayectoria profesional cierta relevancia, se me ha permitido tener una posición fuerte y no ceder. Incluso he preferido correr riesgos antes que tener sobre mi conciencia la sensación de haberme traicionado, a mí y al periodismo. Por ejemplo, cuando se me empujó a incorporar la figura de un adivino para ayudar a la búsqueda de personas desaparecidas. Me pareció aberrante, una auténtica ofensa, y presenté mi dimisión.

He preferido correr riesgos antes que tener sobre mi conciencia la sensación de haberme traicionado.

P: Hablando del programa Quién sabe dónde, que te consagró como periodista y conmovió a toda España, ¿cómo recuerdas esos años?

R: Entrar en contacto con la realidad de las desapariciones fue para mí un cambio sustancial. Produjo una transformación radical de actitud en mi ejercicio, puesto que venía de otro tipo de periodismo. Presentar el programa me abrió los ojos ante una realidad oculta, desconocida por la mayoría de la sociedad. Fue un gran desafío, las familias debían y se merecían tener una respuesta. Había que actuar con mucha sensibilidad.

P: ¿Cómo has lidiado con los finales tristes?

R: Las desapariciones llevan implícitas la demanda de un final. Todo el mundo desea que este sea feliz, que ocurra un reencuentro con la persona viva. Pero las propias familias me han enseñado que, antes que la incertidumbre corrosiva de no saber nada, es preferible tener una certeza y un lugar donde llevarles flores.

Escuchar las palabras certeras de quien es sabio y experimentado en materia de la vida es como sentir derramarse de golpe un cubo de agua fría sobre tu cabeza. Es admirable la entereza que mantiene pregunta tras pregunta, incluso en aquellas más delicadas. Paco Lobatón lleva implícita una sensación acogedora, un trato cercano que provoca que te olvides de revisar la hora en el reloj. Es como aquel maestro que recordamos con añoranza porque motivaba a ir a clase únicamente por el gusto de escucharle.

P: A día de hoy sigues volcándote con las personas desaparecidas a través de tu fundación, ¿crees que esta inquietud morirá contigo?

R: Es un compromiso de por vida. El programa, la fundación y sus respectivos equipos altamente comprometidos, hemos logrado avances que me otorgan la tranquilidad y seguridad de que la sociedad no es ajena a este drama. Confío en que esta preocupación se mantendrá y espero morir tarde para seguir aportando todo el tiempo posible.

P: Públicamente tu éxito y reconocimiento es innegable, pero enfocándonos en lo personal, ¿te sientes plenamente realizado? ¿puedes afirmar que estás orgulloso de ti mismo y de la labor que has realizado?

R: Es importante hacerse esa pregunta *ríe*. En este momento tengo una sensación fundamentalmente positiva, porque creo que he hecho y sigo haciendo un enorme esfuerzo por contribuir a crear una sociedad mejor. Mantengo mi actividad profesional pese a tener edad de jubilado, por lo que todavía puedo actuar y ayudar de manera directa.

P: ¿Qué hace Paco Lobatón cuando se levanta por las mañanas?

R: *Ríe* Procuro ordenar un poco el día, incorporar alguna actividad física que mantenga mi lucidez mental. Y bueno, tengo tres hijos y cuatro nietos que forman parte de mis objetivos diarios.

P: ¿A qué le teme Paco Lobatón?

R: A perder la autonomía que todavía me permite mi salud. Ayer mismo escuchaba en un programa de televisión a un gran poeta, José Hierro, a quien le preguntaban por la muerte. Respondía que no le tenía miedo en sí misma, pero si a la agonía que la precede. Creo que es humano compartir un poco, o mucho, de ese miedo. Yo soy mucho de viajar en tren y siempre avisan el final del trayecto. Creo que los seres humanos tenemos que estar preparados y ser conscientes de que, en un momento dado, llegaremos a la estación término. Aceptar con serenidad que ya has vivido y te toca decir adiós.

Tenemos que ser conscientes de que, en un momento dado, llegaremos a la estación término.

P: ¿Qué harías si te dijesen que mañana vas a morir?

R: Apurar las horas con todos los resortes posibles para ser feliz y para hacer feliz a la gente más cercana.

P: Yendo a tu infancia, ¿cuánto del Paco niño reside aún en el Paco adulto?

R: ¡Uy! Creo que bastante… *ríe*. Es más, siento que estoy recuperando muchas de esas vivencias porque estoy preparando mi mudanza a Jerez, mi ciudad. Creo que es un saludable ejercicio espiritual recuperar al máximo todas las pulsiones y la capacidad para soñar que tenemos cuando somos niños. Ando intentando rescatar algo de todo eso porque me ayudará en este trayecto que va encaminado hacia la estación término.

P: El volver a residir en Jerez, tu tierra natal, y donde tú mismo afirmas que “no pudiste tener una infancia más feliz” en el discurso del Premio Especial Ciudad de Jerez ¿tiene algo que ver con cerrar tu ciclo profesional?

R: Me sentí muy querido con ese premio *sonríe*. Yo creo que el ciclo se va a cerrar cuando se cierre mi ciclo vital. Como yo he vivido mi profesión como una pasión, al acabar mi actividad profesional se acabará mi pasión. Es por ello que pretendo morir manteniéndola.

Sevilla, 16 de abril de 2023

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