Tiempo de arrastre

Por Mª José Fernández mj


Llevamos una mochila a cuestas, llamada carga de existencia. Unos la portan rigurosamente colocada en la espalda; otros bajo el brazo o de la mano; algunos la llevan a remolque; hay quienes la sienten como si fuera una losa. Lo cierto del caso es que todos soportamos una carga de vida que nos hace reaccionar conforme vamos transitando con ella, por el camino.

Con la llegada de ciertas fechas, generalmente al finalizar el año, hacemos un pequeño recuento de nuestros objetivos. En muchas ocasiones realizamos un examen minucioso sobre los logros, aunque rara vez nos hayamos parado a pensar —aún renunciando o no habiendo alcanzado nuestra meta—, si hemos conseguido en algunos momentos ser felices; incluso si hemos disfrutado de una relativa tranquilidad en el hogar. Y es que la clave no se halla tanto en los logros, “el secreto de la existencia humana no está en vivir, sino en saber para qué se vive”(Dostoievski).

Por eso, entre otras cosas, hemos de proponernos un objetivo; no obstante si el camino lo hacemos triste, confuso o con el ánimo bajo, por mucho que consigamos en nuestra vida, ésta no va a estar completa, ya que la plenitud se alcanza con la felicidad. De ello se deduce que tenemos que vivir y no sólo existir para las metas, pues Oscar Wilde reconoce que lo menos frecuente en este mundo es vivir.

Como ser racional muchas veces me pregunto cuál es el sentido de nuestra existencia. Según Arthur Schopenhauer, nuestra existencia es como la marcha de alguien que se precipita cuesta abajo, que se caería si quisiera parar y sólo puede mantenerse de pie si sigue corriendo. Y es que nos encaminamos hacia nuestro final desde el momento que nacemos. Como dice Antonio Machado, somos caminantes y hacemos camino al andar; luego, todos partimos, y concluimos nuestro trayecto con la muerte. En la medida que pasan los años, te vas dando cuenta que el camino recorrido nos va dejando mella. Hay personas que parecen que llevan un mundo a las espaldas, pues la vida les ha tratado con dureza. Cuando nos miramos junto a ellas, no nos reconocemos, aunque seamos de su misma edad. Los años recorridos no son para todos iguales —nadie vive 200 años—, mas en cada uno de nosotros se proyectan de distinta forma.

Según Steve Cole (profesor de Medicina y Psiquiatría de la Universidad de California en Los Ángeles), dice que existe dos formas de bienestar en la psicología del ser humano: el primero pertenece a los eudaimonistas, poseedores de una motivación que da sentido a su existencia; y en el segundo grupo, encontramos al hedonista, que obtiene satisfacción con la constante búsqueda y posesión del placer material y físico.

Lo siguiente sería examinarnos para averiguar a qué grupo de los dos pertenecemos. Está claro que la verdadera felicidad no está en rodearse de cosas, pero tampoco carecer de las más esenciales. Lo ideal sería averiguar lo que verdaderamente necesitamos para ser felices, por ahí empieza el descubrimiento de nuestro camino. Si no sé lo que quiero o lo que me hace falta para ser feliz, puede que tenga claro lo que me hace desgraciado/a; luego, empecemos descartando lo que no deseamos en nuestra vida, para que ésta encuentre su sentido. Sólo así se podrá recuperar el control. Por regla general se dice que soportamos mejor “aquellas situaciones que no dependen de nosotros. Esto nos ayuda a ser más resilientes, más capaces de adaptarnos ante situaciones adversas y salir de ellas transformados en positivo”.

En la medida que pasan los años, vamos conociendo a personas que han ido evolucionando unos para bien y otros para mal, pues llevamos en el rostro la marca ineludible de nuestra existencia. Con los avatares de la vida, hay quienes se han transformando en seres despiadados ante el mundo que les rodea; en cambio, otros, se han ido convirtiendo en personas más justas y solidarias. Esto significa que ellos han tenido sus dificultades; no obstante, la actitud con la que se han mostrado ante la vida ha sido, sin duda, una opción. Dicha actitud depende del grado en que la cultivemos para sacar nuestro verdadero rostro. Está claro que todos deseamos ser felices; sin embargo, la mayoría de las veces nos olvidamos serlo, pues anteponemos otros intereses que nos hacen desviar nuestra prioridad. Por ejemplo: dominar a los demás, antes que ofrecer una muestra de cariño.

Llegado el momento, cuando los logros se nos resisten, además de no obtener el debido reconocimiento ni el cariño necesarios, empezamos a renegar de la vida por no encontrar su sentido; ésta,“ en si misma no tiene ningún significado. La vida es una oportunidad para crearlo; luego, “el significado no tiene que ser descubierto: tiene que ser creado. Encontrarás el significado solamente si lo creas”(visión de Oso).

Todos portamos nuestra cruz, la que posee un verdadero significado; eso se traduce en lucha por nuestra superación, y es una consecuencia de lo vivido o TIEMPO DE ARRASTRE:

Hay momentos en que la rabia nos puede /y no es bueno que la sintamos. / Nos convierte en fiera enjaulada que busca salida, / aunque la huida sea hacia adelante.

Te pongas donde te pongas, te halles donde te halles, / la vida acabará truncando nuestro designio.

No vale negarse a la lucha y menos rendirse siquiera. / El guerrero de la vida se forja en la adversidad; / lo mantiene alerta su constante movimiento.

Tampoco valdrán las palabras de arrastre / que una vez sustentaron al poeta; / buscaremos otras que definan nuestro momento / o la nueva situación vivida.

Sólo cuando las hallemos podremos resolver el designio. / Llegado nuestro final del camino, la meta será hallada. / Tal vez contemplemos nuestro destino con ojos cansados / y la realidad vivida nos invite a la ausencia.

Para entonces seremos una tarde pasada de frase. / Cuando reciten algún verso nuestro / será fragmento presente de una consecuencia vivida.

Soportamos una etapa de arrastre que es común para todos, anclada en el tiempo que nos ha tocado vivir: las guerras, las crisis económicas, la pandemia, etc. También portamos otros momentos difíciles, como los familiares; no obstante, el personal, que es único e intransferible.

El tiempo de existencia o tiempo de arrastre a todos nos debilita hasta abatirnos. Que no nos coja solitarios ni cargados de contradicciones, que nos llegue lo más tarde posible, seremos y colmados de cariño, siempre al lado de nuestros seres queridos. Lo dicho: desde hoy vivamos un presente continuo, conforme a nuestras verdaderas necesidades, disfrutando de una felices y bonitas navidades.

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