De Poemas de un vivo desasosiego.
Llegó la hora del espanto, de la desolación y de la miseria.
Bajad los ojos a tierra, verás al hombre en su impiedad.
Soltaron los perros de la guerra, mercenarios del odio,
chacales de la violencia, fabricantes de la iniquidad.
Será tiempo en el que sientas el peso de la tragedia:
el llanto, el dolor, la penuria de los huérfanos... Nos asedia
el hedor de los cadáveres, el hundimiento. Ante la depravación
estaremos muertos de sufrimiento, asqueados de sangre.
¿Y no defiende nadie
“la violación de los derechos humanos?”
Moraremos errantes en las tinieblas de una amarga sociedad.
Hablar de la derrota nos forjará necios, mudos, desconfiados.
Hipócritas... Allá en México, Ucrania, Rusia..., qué más
le da a “Diana Cazadora”, tomará la ley por su mano.
Ante el horror se cometerá otro daño para mitigar el miedo;
porque el curso de la justicia va lento, airado o no responde
al dolor que propinan los desalmados. Si nadie lo remedia
¿veremos al hombre hacia su Apocalipsis final?
Ante el preludio a la desesperanza,
convoquemos la paz.