Irremediablemente

Por Asun Blanco asun


Estoy enamorada de la luz,
de esa luz sin límites,
de esa luz que me rescata del olvido,
de esa luz que es respuesta y atisbo,
de la fuerza que irradia,
de su magnetismo,
de su estallido inesperado.
Me asombra la luz,
cualquier luz,
la primera y virginal,
siempre atenta a mis súplicas.
La del mediodía,
pletórica de vida y en nada equidistante.
La luz de la tarde,
algunas veces tibia y melancólica,
pero nunca hostil ni desabrida.
Una luz que acoge en sus brazos
al hombre perdido entre la niebla.
Me intriga la luz,
siempre inquieta y generosa.
A veces me pregunto por qué,
de dónde viene su misterio,
por qué tantas luces,
cuando solo es una y no se esconde,
aunque, a veces, solo aparezca como un rayo,
vertical y profundo,
u otras, sutilmente,
entre las páginas de un libro,
o en la ráfaga rabiosa de una sonata de Bach.
Me gusta hablar de ella
o escuchar sus sonidos vacilantes,
cuando musita algo inexpresable,
allá a lo lejos.
Se me hacen cortas las horas en que vive,
cortos, los caminos que ilumina.
Nunca presta al desaliento ni a la monotonía.
A veces la veo en sueños, tímida y distante,
o en una estrella fugaz, que me requiebra.
Estoy enamorada de la luz,
intensamente,
irremediablemente,
y busco siempre
entre los pliegues de mi alma
los senderos ocultos que recorre.
Me fascina la luz
por su belleza,
porque es cierta y no engaña,
porque siempre está cuando la buscas,
porque adopta innúmeras formas y colores,
porque, en fin, es un canto a la vida.
Estoy enamorada de la luz,
porque es una atracción ineludible,
una pasión que me domina,
un amante celoso que siempre me persigue.
Y sobre todo,
sobre todo por esto,
porque la luz es lo único que queda
en medio de tanta oscuridad.

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