Por Ruiz J. Párbole
El perfil general que nos hacemos de la persona de derechas, ya sea en versión más conservadora o liberal, no miente, es el que es por algo. En la etapa de juventud sospechamos de esos estudiantes de Derecho/ADE/Economía/Comercio, y efectivamente a posteriori lo corroboramos cuando vemos el currículum de los miembros del partido de derechas que sea, a saber, trabajadores del sector privado, inversores, juristas, economistas, etc. Lo que hace bien la gente de derechas es lo relativo a lo económico, los negocios. Sin embargo, a la vista está que mantener unos resultados económicos favorables e incrementar el nivel de vida de la gente es insuficiente para su supervivencia ideológica. Lamentablemente, los derechistas no están formados en las disciplinas que hoy en día ganan las batallas. No están formados en el manejo de las masas, en la narrativa, en la proyección estética. No ha sido el capitalismo el que hizo que la gente se comprase camisetas del Che Guevara, al contrario de lo que mucha gente suele decir, el sistema capitalista sólo lo permitió (de igual manera que permite comprar un riñón en el mercado negro, siempre y cuando entendamos el capitalismo como un mero mercado abierto), pero que eso fuera moralmente aceptable viene por otro lado. La izquierda, en todas sus manifestaciones temporales, ha exhibido un dominio absoluto del pensamiento filosófico contemporáneo, hecho que dio lugar al nacimiento de una disciplina de saber propia, made in izquierda, y que a día de hoy se postula como "ciencia" reina, a saber, la sociología.
La derecha conoce superficialmente los atributos izquierdistas que representan un peligro, como el relativismo moral y cultural, la ideología de género, el feminismo, el pro- estatismo, etc. Pero a mi juicio sigue sin observar los mecanismos que sustentan el corpus filosófico de la izquierda globalista. Para mí hay dos puntos que son esenciales en ese corpus. Uno, la anulación completa del concepto de individuo (sociología mediante). El otro, el uso de la estética para traspasarle el poder a la "víctima". La izquierda piensa en masas y no en individuos, pues para ellos el individuo es una vacuidad cuyo contenido no aporta nada al mundo. Donde se da una realización plena es en la masa, en el movimiento uniforme de varias sumas de individuos. Recordemos que según Marx, lo cuantitativo da lugar a cambios cualitativos, y por ello hablar de individualidad es como hablar de nada. Una gota en el mar no hace cambios relevantes, la izquierda siempre espera a la gran oleada, puesto que su objetivo es el cambio de panorama general, en un ímpetu por demostrar el dominio humano sobre el mundo, motivo por el cual la izquierda se ve entusiasmada hoy por hoy con esa peligrosa filosofía conocida como transhumanismo. Hegel, la inspiración de Marx, decía que el saber absoluto se daba cuando uno contemplaba la totalidad de lo real, cuando se captaba el dinamismo de la historia. Es aquí donde nace el pensamiento "sistemático" o "sistémico", palabras que suelen ser añadidas por el progresismo a sus famosos -ismos colaterales (racismo sistémico, machismo sistemático, etc). La captura de lo total es la motivación del izquierdista, por ello la izquierda es siempre, por mucho grado de moderación que aparente (izquierda socialdemócrata), un peligro totalitario, porque éste está en sus rudimentos teóricos, y no por nada tras la aparición de Marx y los sociólogos, el mundo inició el siglo XX con una agitación nunca vista.
El conservador no repara en estos asuntos, porque no ha estudiado a Hegel, ni a Marx, ni a los posmodernos, ni a la Escuela de Frankfurt, y por eso no sabe cómo hacerle frente a este enemigo. No sabe que lo que importa no es el hecho o el dato, sino su interpretación. Ahora mismo es mucha la gente indignada con la situación que se vive en el mundo, y por ello muestran fogonazos de sus deseos, pero realmente no saben cómo hacer que estos deseos se materialicen en la realidad. "Tenemos que unirnos y luchar contra esta tiranía", se le oye decir al vecino mientras acumula víveres y mascarillas. Los conservadores tienen mucha rabia, pero no tienen plan.
Supongamos que se desarrollara el escenario propicio para que hubiera un conflicto civil en las calles, donde una mitad del país se dé de garrotazos con la otra media en modo goyesco. La policía perdiendo el control de las calles y la percepción de caos siendo asimilada por todos. Quiero preguntar a los rabiosos conservadores: ¿aparte del orgullo de "morir matando", cómo puede compensar jugarse el tipo batallando contra el absurdo? El éxito de la izquierda radica en el uso del absurdo, por eso sus medios de comunicación son perfectamente capaces de hacer que todos los hosteleros cabreados por haber tenido que cerrar sus negocios y estar al borde de la miseria pasen a ser automáticamente "cayetanos", "pollaviejas" y privilegiados opresores. O en un escenario no tan ficticio se me ocurre el ejemplo de exigirle a las Fuerzas Armadas que intervengan en Ceuta para proteger a los ciudadanos ceutíes de la actual invasión que sufre la ciudad. ¿Para qué van a jugarse el tipo esos militares? ¿Para que desde la península salgan grupos de politólogos diciendo que son unos racistas intolerantes?
Lo que la derecha no entiende es que no se puede competir contra el absurdo usando la lógica, porque el enemigo cree que la lógica misma es una invención opresora occidental. Es completamente imposible competir con una ideología así, a menos que se utilice también el absurdo. La única derecha del mundo que ha entendido esto es la americana. La derecha americana, por ejemplo, tiene sus equivalentes de "fascista", que son "pedófilo" o “satánico”. Ahí la balanza ideológica por fin tiene un contrapeso. Obviamente esto habla muy mal de la humanidad actual, pero lo cierto es que el insulto, el meme, la caricatura, tienen más fuerza de convicción que un texto largo y elaborado. Pero esto es porque así queremos que sea, porque los jóvenes ideólogos de Twitter se han acostumbrado al máximo de 150 caracteres. Por eso el argumento limpio y razonado no puede servir para la batalla porque está en otra división de peso, a la cual nadie presta atención.
El conservadurismo es la nueva contracultura hoy por hoy, pero tiene que aprender a serlo y a exhibirse como tal. Lo que hay en juego en la batalla cultural es mover la ventana Overton. Como ya mucha gente sabrá, al menos de oídas, la ventana Overton es un concepto político que alude al rango de ideas aceptables de una sociedad en un determinado momento. El contenido que no entra dentro de esa ventana es visto como algo radical y reprobable. El objetivo ha de ser introducir tus ideas en esta ventana. ¿Cómo? Con el manejo de la estética y del lenguaje. La ventana Overton es la que provoca que no te escandalice que un grupo de individuos porten banderas soviéticas en la calle o como en el ejemplo anterior, que vistan una camiseta del Che. Los comunistas no fueron asesinos despiadados, fueron revolucionarios, fueron justicieros, eran antifascistas.
La derecha al parecer piensa que la ventana Overton se va a mover sacando más banderas de España o poniendo la discografía de El Fary a todo trapo. En la estética, la cosa va más de la forma que del contenido, de modo que es probable que toque renunciar a ciertos símbolos, o en todo caso, modificarlos ampliamente para adaptarlos. El castrismo rara vez habló de Marx o de Lenin, hablaba de José Martí. Chávez rara vez aludió al comunismo, sino que hablaba de las revoluciones de Simón Bolívar. Simplemente se trata de capacidad adaptativa, de conocer bien al pueblo y usar los símbolos adecuados para ese momento. Es, básicamente, pensar sociológicamente.
No es secreto para nadie que a lo que uno se refiere con "posmoderno" es a un predominio de la apariencia sobre la realidad, de un subjetivismo exacerbado sobre una objetividad inspirada en el racionalismo de la tradición clásica occidental. Los conservadores tienen que aprender a dominar el ámbito de lo estético, a introducirse en ámbitos artísticos, a producir influencers propios, a sugerir, en definitiva, ganas de ser imitados. Cuando aprendan eso, la masa tendrá ganas de hacerse conservadora.
Acoplarse a los tiempos, que es en última instancia lo que estoy sugiriendo a las derechas, no significa renunciar para siempre a símbolos que mucha gente puede considerar indispensables, puesto que, ¿quién dice que no se puede vender la bandera de los tercios o la monarquía como algo "vintage" y "cool"? Por poder es perfectamente posible, pero para llegar a ese punto hay que poseer terrenos de cultura, y para lograr eso hay que pensar sociológicamente. El progre de hoy sabe que odia mucho ciertos símbolos, pero si se los cambias no tiene objetivo, tiene que reprimir sus ganas de gritar y atacar, porque no sabe muy bien adonde enfocar. Admito que es realmente difícil trasladar toda esta palabrería filosófica al plano de la realidad, pero o las derechas de todo el mundo empiezan a plantearse esto, o su futuro es ser ilegalizadas por un paradigma chino que no tendrá piedad alguna.