Sobre 'Donde la luz', de Asun Blanco

Por Felipe Company

Asun Blanco descubrió hace tiempo que la belleza es el taumatúrgico elixir que nos evade de un cosmos que no deseamos habitar.

Su poesía, buscadora y a la vez creadora, de esa sustancia lenitiva que llamamos literatura, trasciende el goce estético para convertirse en el mapa de sus recuerdos, en la fragosa geografía de sus pensamientos.

Remembra la niñez como cobijo “cuando llegan las lluvias y el viento del norte”, una etapa coloreada en antagonismo con la lóbrega adultez.

Nos incita al desapego, a ser felices, a centrarnos en lo que de verdad importa y a evitar la torturadora rumiación neuronal.

Ensalza la paz del silencio, la intensidad de quienes todo lo tienen porque nada anhelan, la plenitud como huida de lo insustancial, del oropel de la fama lisonjera para habitar en la naturaleza prístina : “Nada más triste que un armario vacío/Nada más vacío que un alma sin recuerdos”.

Se revela frente al estatismo del cosmos, la eterna proscripción del iconoclasta, la efimeridad de un tiempo feliz que ya no volverá.

Muestra la imaginación como fiesta de la vida. El mundo onírico como un cincel que diseña nuestra psique. El poder ensoñador del silencio, cuya magia nos transporta al paraíso perdido.

“Cuántas veces la soledad es el vacío que dejan los demás en el alma”.

Publicado por la editorial sevillana Platero Editorial, Donde la luz es un ideario vital expresado con virtuosismo. Las palabras, la métrica y la cadencia producen la sensación de deslizarse a través de una superficie pulida, liberada de la menor rugosidad que pudiera menoscabar el deleite.

La incesante búsqueda del yo resuelta con una lucidez demoledora: Somos una infancia con olor a mar y pino.

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