¿Rara avis? Quizá no tanto

A propósito de Meditación de la Semana Santa de Sevilla.

Comienzo por el final, sospechas bien, no estás solo Eduardo, quizá no seamos muchos pero algunos compartimos ese sentimiento de desconexión respecto a lo que antes era vívido, en ciertas épocas incluso a diario.

Este lector que comparte tanto con tu meditación, se siente extraña y cercanamente complacido. Porque la acumulación de razonamientos y sentimientos durante un tiempo (años) a esta parte, obtiene por fin respuestas, que como no podía ser de otra manera, tiene en la filosofía su mater et maestra.

Lo que fue parte intrínseca de la vida, desde hace tiempo ha quedado alojada en el lugar de los recuerdos, para ahora sentirse foráneo a tantas cosas a las que tengo indiferencia e incluso a veces cierto rechazo.

Durante la mayor parte del año, el logos supera ampliamente al phatos, y entonces visualizo tristemente una ciudad (mi querida ciudad) que ante la globalización no es capaz ni de avanzar hacia la transformación necesaria para un futuro que le es incierto y cada vez más complicado, pero que tampoco es capaz de mantener su identidad si no es cerrándose a sí misma (“Sevilla, una ciudad cerrada”, magnífico artículo que escribió Lola Cebolla).

La crisis actual, aún mas fuerte que cuando escribes esta antológica meditación, ha puesto encima de la mesa las carencias de una sociedad, de una ciudad, que no se ha preparado para los cambios que vienen y que además ha sido golpeada por una pandemia en el peor momento posible.

La Semana Santa, que lo sufre como parte que es de la sociedad, considero que necesitará de personas fuertes, con conciencia de identidad pero también de modernidad, que sepan mantener y trabajar en un equilibrio muy difícil para que no quede reducida a una fiesta más de Sevilla.

Personas en todos los ámbitos.

  • En el gobierno de la Ciudad, que tanto necesita de auténticos gestores que solo no miren por sus intereses ideológicos y que trabajen por un futuro de verdad para Sevilla, la ciudad con identidad propia pero cosmopolita y moderna a la vez.
  • En el gobierno de la Iglesia, que necesita de pastores que tengan altura de miras y mentes abiertas ante una realidad que les supera por todos lados, todos los días.
  • Y en el gobierno de las Hermandades y Consejos, que necesitan hermanos con mayúsculas que sepan qué es y cómo debe gestionarse una hermandad en estos tiempos, que no son trampolines sociales, que no son cortijos vallados, pero que tampoco son reliquias del pasado.

En estos días santos, cuando mis emociones consiguen superar a la razón es cuándo mis sentimientos se enervan, salen de los rincones mas recónditos de mi cerebro aquellos recuerdos, aquellas sensaciones, que me hacen volver a sentir casi por encima de mis posibilidades.

Entonces me acuerdo de aquella chica atea que, al ver la “revirá” de una Virgen, dejó caer su lágrima más sincera, o aquel hombre que parecía tan ideológicamente extraño a todo esto y que sin embargo lloró cuando la que vive en San Gil se le puso de frente y le dijo aquí estoy.

Y me acuerdo de tantos momentos disfrutados que, aunque ahora solo quiera ser un mero espectador, no puedo sino aceptar como recuperación de sentimientos y emociones de antaño todo lo que continúa guardado en la memoria de los años, que es parte de mí, bagaje de mi vida que ya peina canas.

La contradicción, el logos y el phatos, la vida y la pasión, consustanciales en nuestro devenir, aceptación de una dualidad que es real y debe ser aceptada.

Gracias Eduardo por esta Meditación de la Semana Santa de Sevilla que tantas respuestas ha conseguido ofrecerme.

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