Semana Santa peculiar: dificultades que nos hacen crecer en el camino.


Este año la Semana Santa 2021 –que cae del 28 de marzo al 4 de abril–, se mantiene en su tónica peculiar, pues continuamos sorteando las tormentas que asolan la península: sanitarias, económicas e ideológicas, mas las que se vayan sumando al carro o pudieran acontecer, ya que estamos asistiendo a un vivo descontrol social, semejante a una acentuada cuesta, marcada por la pasión irreverente de ciertos políticos que pretenden imponer a toda costa su Liturgia.

Con los sucesos acaecidos hasta el momento, bien pudiera parecernos poco relevante esta Semana Santa o cualquier otra celebración que se diese por dichas fechas, al mostrarse, todavía, el calendario plano; pues, al paso que vamos, pudiéramos sospechar que España no volverá a ser la que era, para bien o para mal. Por el momento, la situación cambiante es para mal: la economía ha retrocedido a los años de la posguerra española; esperemos frenar tan penoso retroceso: La clase media está desapareciendo, va en aumento el exclusivismo social, y, a día de hoy, siguen funcionando a todo gas las colas del hambre. Un vivo ejemplo, las de Madrid. Lo ratifica Pedro Cabrera, experto en pobreza extrema, exclusión social y sinhogarismo, (alcalde de Valdepiélagos); sin ir más lejos está Badajoz: a mediado de marzo el partido de extrema derecha estaba recogiendo bolsas de alimento.

Ya Horacio (a 65 A.C.) decía que “la adversidad tiene el don de despertar talentos, que en la comodidad hubieran permanecido dormidos”. Si observamos nuestra lucha diaria o Pasión por alcanzar la estabilidad, muchos ciudadanos nos daríamos de bruces con el verdadero Calvario: una cuesta más larga y empinada que nunca; por tanto, nos van a saber a Gloria Bendita los momentos de plenitud que pudiésemos alcanzar, hasta dar las gracias por la incipiente primavera; en cierta forma, La llegada de la Luz a nuestros hogares. Un ejemplo: lo estupenda que me supo la cerveza, sentada en una terraza, después de tres meses de confinamiento. 

Estoy segura que muchos de los que han perdido a sus familiares, si tuvieran que pasar por la misma situación, no la repetiría por nada del mundo; aunque de ello se haya aprendido lo que pudiera soportar un ser humano llegado el momento de las dificultades; pues, según Alexandre Dumas, padre, “sólo el que ha experimentado el colmo del infortunio puede sentir la felicidad suprema”.

Todo lo que nos acontece en nuestro avatar diario nos prepara para la dureza de El Camino: un camino que podría haber sido familiar en un principio; no obstante, ahora nos toca preocuparnos por los problemas sociales, entre ellos: LA COVID y la enorme crisis sin precedentes que se está agravando por momentos, de la que somos todos conscientes.

Nos quejamos de que España va de mal en peor; situación que me recuerda a la persona que siempre se está lamentando de cómo le va la vida, y no se dispone a cambiarla por miedo, por cobardía, por ignorancia, etc., tan sólo busca una oreja para que la escuchen y, de ese modo, desechar su creciente angustia (lo curioso es que surge por algún motivo la desazón que presenta esa persona); no obstante, pasada la aflicción, hay quien vuelve a su marcha, aferrada a su ego... Luego está la feminísima que reniega del lado masculino de las cosas, y no se fijan nada más que en las agresiones o muertes a las mujeres... cuando existen ataques o atentados por doquier: Una sociedad sufriente a gran escala, formada por personas: mujeres, hombres, ancianos, niños, donde se pierden derechos a pasos agigantados, incluidos los periodistas, los se quejan de que “no hay libertad de expresión". Es pues una sociedad manipulada por los poderosos de turno: los que atornillan a la sociedad, además de anteponer sus intereses personales; también los que nos enfrentan para cobrar un rédito político (el caso de Inés Arrimadas). <<La frustrada moción en Murcia, que impulsó el adelanto electoral en Madrid, prueba que ni la pandemia ni la profunda crisis han podido frenar los instintos más básicos del ejercicio del poder>> (EL MUNDO).

“Yo ya he pasado por esto, estoy de vuelta" –piensa uno/a, para tranquilizarse; no obstante, el que haya superado una situación difícil, no nos garantiza vencer otras, aunque, eso sí: nos prepara para afrontar la adversidad con valentía: ver la cara en la oscuridad del camino, donde se dilucida una faz social sombría que se siente enferma, cada vez más pobre y desquiciada por las hostilidades que se entrecruzan en el avatar diario; seamos, pues, conscientes de ello, ya que “la vida no se hace más fácil o más indulgente nosotros nos hacemos más fuertes o resilientes” (Steve Maraboli). 

Después de las dificultades o Cruz que hemos trasportado, y lo que nos resta, ésta nos va a valer para superar nuestra gran batalla individual e intransferible: la llegada de nuestro final o Muerte, cuando abandonemos la vida: a la que todos hemos llegado desnudos y nos iremos de igual modo, tan sólo con la experiencia de lo que nos han amado y hemos amado en una época que jamás volverá. 

Agradezcamos al cielo esta peculiar Semana Santa 2021, –la familia que no haya sido tocada por la pandemia; y, si lo ha sido, igualmente–: para que sigamos en la brecha, con la existencia a flote; la que va, viene y se manifiesta como el resurgir de una nueva primavera, incluida la naturaleza del hombre en constante evolución: Siempre en arrastre o en lucha con las pasiones terrenas, portando su cruz; mas si lo que en verdad nos mueve es La Fuerza del Amor, pues que no falten ciertos ingredientes: los sueños, como aceite de vida, para suavizar la adversidad y, también, la esperanza, la que nutre y reconforta, bajo su ARRULLO DE LUZ Y SOMBRA:

En el cielo no existe la pobreza / ni reside el enconado egoísmo; / si en tu vida no queda esperanza, / no exasperes y buscas El Camino.

La bondad, de carácter innato, / es la marca de amor, que florece / en un alma que blanca llevase / clara flor, tan divina de mayo.

¡Ah!, es mi tierra que gira, radiante / arcoíris de estuco amendrado.

Con la esperanza a flote: seamos conscientes de la peculiar Semana Santa que nos ha tocado vivir: a la luz de una creciente primavera, nacida del amor y sembrada de sueños: Expectantes ante toda Resurrección o florecimiento de una nueva etapa en la vida.

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