Sueños de lo cotidiano. Poesía

Un libro de nuestro colaborador José Carlos Mena jcm


Poemas de institutos, declaraciones de amor furtivas, corazones rotos en una edad que se recompone al minuto, etapas y emociones que se disimulaban entre el acné y la impericia del novato andante por los caminos del amor y de la vida. Momentos que fueron y serán en el recuerdo, de juegos en el patio, de olores infantiles, de los primeros besos inocentes que ruborizaban tu ímpetu más que tu alma, momentos imperturbables en el tiempo que marcaron el comienzo de otros momentos, de otras vivencias.

 

Este poemario recorre cada rincón de mi vida, de un camino cotidiano repleto de verdades e ilusiones, que se afronta con pasos marcados, con pequeñas pero firmes zancadas, con cadencia, pero con tijeretazos de adolescencia, de la inmadurez propia de los primeros andares, pero con toda la ternura y melancolía reciclable de la época. Y también con grandes dosis de humanidad y cariño, necesarios hoy día para combatir la inmundicia cotidiana.

 

No todo el mundo que se sumerja en este libro entenderá su contenido, comprenderá las razones de sus títulos o, incluso, discrepe con la calidad de los poemas, pero invito a esa gente, a cada persona que lea estas líneas, a que abran su corazón, descuelguen sus pesares del alma, reafirmen sus creencias y viajen, aunque solo sea por un momento a su adolescencia.

 

Recuerden su primer amor, la primera y dulce mirada, la penetrante sensación que recorría el cuerpo entero erizando el cabello cuando vuestras manos se rozaban en un breve pero eterno instante.

 

Recuerden cómo escribían algo a escondidas y se lo hacían llegar de la manera que fuese, no contaba, lo importante era que leyera aquel esbozo de poema, con toda la pasión que eran capaz de transmitir, con todo el esmero del mundo.

 

Recuerden su primer dolor amoroso, su primer desazón romántico, su primer fracaso sentimental, cómo se sentían, como comunicaban al papel sus terribles sensaciones, cómo decían que no querían volver a enamorarse, la tristeza de sus letras, pobres de calidad, pero inmensas de contenido y lágrimas.

 

Recuerden otras alegrías dignas de elogios y, porque no, de un poema descarado y triunfante. Recuerden, también, ese gran romanticismo del que hacíamos gala. ¿Acaso se nos ha olvidado? Busquen y verán cómo sigue escondido esperando que lo despierten.

 

Ese romanticismo no se debe perder, es algo muy personal y preciado que debemos cuidar y que, además, necesitamos para hacer de este mundo un sitio mejor para vivir.

 

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