Por Bcaes
Durante estos años, y en especial en los meses recientes, estamos viendo la formación de un nuevo orden mundial que se ha acelerado por la pandemia. Las elecciones en México, Bolivia, Argentina, España y EEUU, el plebiscito en Chile, la nueva posición en el tablero de China o las interferencias de Rusia en varios de estos procesos adivinan que se acaba el viejo orden nacido tras la segunda guerra mundial.
No son pocos los motivos que nos hacen ver el futuro de una forma bastante pesimista, la balanza en estos acontecimientos siempre ha caído para la opción iliberal y liberticida. Con las victorias de AMLO, Luis Arce, Alberto Fernández, Biden y la rendición de Piñera, Hispanoamérica no solo no avanza hacia la libertad y el progreso sino que retrocede y se acerca a las fracasadas repúblicas socialistas de Cuba y Venezuela. La parte positiva es que hoy, gracias a las redes sociales y a la facilidad para contrastar nuestra realidad a través de internet, está creciendo el número de hispanoamericanos conscientes de que llevan dos siglos cometiendo errores que les bloquean el acceso al primer mundo occidental. La imposición de los colectivismos hispanófobos (indigenismo, socialismo, comunismo, nacionalismo, etc.) tras las independencias frenó la creación de estados liberales como los EEUU, de individuos libres e iguales ante la ley que prosperan gracias al libre comercio y a un intervencionismo limitado.
Hasta la fecha nos han hecho creer a españoles e hispanoamericanos que tenemos una especie de gen socialista fruto de nuestras raíces católicas, pero habría que preguntar a esos gurús por qué países protestantes como EEUU avanzan hoy hacia el socialismo. Quizás porque, como un día hizo España, dejaron de creer en su potencial y renunciaron a defender los valores que los hicieron grandes. Afirmar que los hispanos llevamos el socialismo en la sangre no deja de ser parte de una estrategia por parte de los enemigos de la libertad que persigue hacernos persistir en el error. Precisamente a raíz del descubrimiento de América, la monarquía española se centra en la dignidad del individuo conquistado de la que nacen los actuales derechos humanos y el liberalismo económico y político. La hispanidad es la patria de Vitoria, Mariana, Suárez, Mercado, Soto, Azpilcueta, Covarrubias, etc. La hispanidad encontró en la Escuela de Salamanca el músculo moral que da impulso a la soberanía nacional. Y de este humanismo católico se nutren otras escuelas como la austriaca e ilustres liberales como Locke, Rothbard, Hayek o Marjorie Grice-Hutchinson.
Ahora que el mundo libre puede quedar huérfano con la victoria de Biden en EEUU, puede ser el momento de que los hispanos de ambos hemisferios enterremos la Leyenda Negra, estrechemos lazos, reivindiquemos nuestro papel en la Edad Moderna que definió el mundo libre y el de nuestra cultura cristiana como bastión de Occidente. No en vano, la hispanidad ha sido un vehículo de la cruz que, para creyentes y ateos, con sus defectos y virtudes, ha traído la mayor prosperidad al mundo.
Los hispanos liberales de ambos hemisferios deberíamos considerar seriamente unir fuerzas y colocar la hispanidad a la cabeza de la defensa de Occidente. Usemos el español que une a más de 500 millones de personas, acabemos con la guerra cultural socialcomunista que nos hunde en la miseria, tumbemos de forma democrática y legal, siempre que sea posible, los gobiernos totalitarios que nos siguen posicionando a la cola del progreso económico y social.
Hispanoamericanos de ambos hemisferios, aunque pueda parecer irrealizable, aunque muchos intenten hacernos creer que nos apartan diferencias insalvables, rescatemos el espíritu rompedor de La Pepa que recogía los derechos y deberes de los españoles “de ambos hemisferios”, aprovechemos las circunstancias actuales para renacer de nuestras cenizas y ofrecer a Occidente una esperanza. Avancemos sin pedir permiso, y aunque parezca hoy una locura, hacia los Estados Unidos Hispanos Liberales.