Y la culpa no era mía


Primero fueron los sanitarios y fuerzas del orden que se contagiaban por ver a sus familias, luego los propagadores de bulos al afirmar que 2 y 2 son 4 y ahora los culpables son los ciudadanos en 2D, milagros de las cámaras fotográficas. En algún momento, cuando no estamos en uno de esos tres grupos, parecemos dispuestos a culparlos.

Ya ha empezado. Este gobierno bueno, altruísta y, por tanto, colectivista, tiene que habérselas con una sociedad díscola con mucho policía de ventana. Las redes son eso, por cierto, ventanas a la intimidad de los demás, ventanas Merlo. No importa que durante 42 días sanitarios y policías hayan trabajado desprotegidos o pseudoprotegidos; ni que millones de ciudadanos hayamos acatado el confinamiento más allá de las dudas y el desacuerdo con las medidas adoptadas; ni que por lo general los bulos hayan resultado ser la descripción higiénica de la realidad; ni que durante nuestra condena el gobierno haya avanzado su agenda de destrucción de economía y libertades; ni que muchos hayáis padecido el abandono de vuestros mayores y otros muchísimos estemos en un vilo por los nuestros.

No importa que tras 42 días sigamos sin test, que salgamos a la calle sin test.

Lo que importa es que ayer salísteis con alegría a tomar el aire. Que seguramente pensáis que todo volverá a empeorar a pesar de que os tachen de irresponsables. Aprovecháis un rato el sol, el aire, conscientes de que podéis tardar en verlo otra vez. Se llama fatalidad, aunque también quieren negaros eso. Porque de haberlo hecho bien, os dirán, habríais evitado una reedición del desastre.
No les creáis.

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