A Sánchez no, por favor


Que la pérdida de respeto, ergo falta de educación, ergo desprecio, es algo que, por desgracia, se valora al alza en nuestra sociedad es un hecho casi irreprochable a esta apreciación. Hemos construido un parapeto donde cualquiera se refugia, desde donde cualquiera puede, además, atacar y contra el que las armas legales que se pueden usar para contrarrestarlo son inócuas, de escasa fortaleza. Es el estado de la no agresividad agresiva.

La última, la agresión al presidente Sánchez. El PSOE, furibundo, carga contra la empresa de ascensores OTIS porque en una de esas pantallas informativas que ahora se instalan aparecía —la vida misma— un meme de Sánchez vestido de pastor dirigiendo un rebaño. La broma, con la que nada tiene que ver dicha empresa, no hizo gracia y se sucedieron quejas directas hacia esta; vía Twitter, cómo no. ¿¡Cómo era posible atacar de tal forma al presidente del gobierno de España!? ¿¡Cuándo se ha visto eso!?, argumentaba una indignada ministra Lastra.

El argumentario de los indignados, pobre y patalético, olvidadizo, mezquino, arrogante, demagógico. El parapeto del victimismo que podríamos llamar y comentaba antes.

Es curioso que, sin entrar en detalles, revistas como El Jueves, por ejemplo, pueda hacer acopio de un nada refinado y sí explícito humor sobre políticos, especialmente derechones, la Casa Real o la Iglesia, como temas recurrentes y harto hilarantes para sus lectores —que tienen, conste, todo el derecho unos a criticar y a divertirse otros—, pero no pase nada del otro mundo y, en este caso, en este concreto, se haga tendencia en favor del humillado presidente Sánchez.

Es curioso cómo, por poner otro ejemplo, a otra revista de corte humorístico, pero de ideas opuestas a la nombrada, como La Gallina ilustrada, por hacer su humor crítico, haya sido censurada en la misma red social citada. Es decir, según qué pareceres políticos o ideológicos, llámenme mal pensado, hay o no sesgo. Pero no es sólo eso.

Estamos acostumbrándonos, cuando no acostumbrados ya, a vivir en un constante hilo perverso donde se ha perdido, en no pocos casos, el juego limpio o, como poco, el menos guarro; que decir sucio es como encalar la fachada aunque la casa esté pudriéndose por dentro. Hemos perdido, o falta poco, el sentido crítico y autocrítico y agudizado el de la autodefensa. Y este PSOE, este actual, perdido, rencoroso, vanidoso y altivo es buena muestra de ello; no en vano puede argüirse como muestra su apoyo a la propuesta que hizo Podemos en el congreso de despenalizar las ofensas a los sentimientos religiosos —en un país aconfesional, recuerden, que no laico y, por ende, ello chocaría con nuestra Carta Magna—, el enaltecimiento del terrorismo y las injurias a la Corona, porque lo fascista es respetar lo que, constitucionalmente, es de ley.

En fin. En esta España del siglo XXI de fina piel e hipersensibilidades urticariantes si nos confrontamos con la versión porno de la libertad de expresión que se pretende imponer, podemos llamar perro al ciudadano Borbón, pederasta a cualquier cura y ensalzar a cualquier asesino, pero no podemos reírnos de una escenificación en un ascensor del excelentísimo señor presidente Sánchez ni llamar borregos a quienes lo siguen ciegos.

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