Aquella tarde, como tantas veces, reinaba la paz y el silencio en la antigua ermita pacense: la pequeña y acogedora casa de Nuestra Señora de la Soledad Coronada; de vez en cuando, alguien entraba y salía de la sacristía con sus afanes diarios para que a la preciosa Virgen, patrona de Badajoz, no le falte detalle alguno.
Era en la tarde, a eso de las 19,00 horas, cuando yo había quedado para hablar con Teresa Comeron Álvarez, la actual camarera de la Virgen, encargada de colocar las flores que donan los fieles, entre otras muchas tareas; también me recibió Carmen Cancho Gragera”, encargada de la limpieza de la capilla y ornamentos los lunes, miércoles y viernes, aparte de las gestiones que se presenten”–me explicaba muy atenta la sacristana.
Además de estas dos mujeres, en la ermita, se suman tres colaboradores habituales. Me dijeron que añadiese a Sergio Sánchez, al amigo Juan Carlos y, por último, a Nano (el electricista): Los cinco ofrecen sus ayudas desinteresadas durante más de cuatro horas al día; no obstante, en Navidades y, sobre todo, Semana Santa, las horas de los asiduos colaboradores se disparan: tan sólo van a casa para comer y descansar.
El colectivo en la ermita Ntra. Sra. de la Soledad es bastante más amplio de estas cinco personas citadas, lo forman: el grupo de las costureras, en total trece personas (están las siete camareras, sacristana y colaboradores); añadiremos, también, La Hermandad de Junta de Gobierno, con catorce miembros; y, por último, se une el grueso de La Hermandad de la Soledad, que son algo más de 2000 personas.
Debo añadir que todos sus miembros colaboran de forma gratuita, pues la ermita se sostiene de los donativos de los fieles (misas, Triduos, Novenas, charlas de formación). “En la Soledad se hacen tan sólo bodas; no se hacen bautizos ni comuniones, dado que no es una casa parroquial” –nos explica con amabilidad la sacristana.
“La Virgen –de Nuestra Señora de la Soledad Coronada, de 125 cms. de altura, en actitud genuflexión– es objeto de profunda devoción y cariño por todos los vecinos de la ciudad” –seguía explicando Carmen, mientras me lleva al piso superior del edificio y comenzaba a resumir la historia de la construcción de la ermita: ubicada por el Casco Histórico, cerca de la Catedral, casi lindando con del Conservatorio Superior de Música, en la llamada Plazuela de la Soledad.
Parece ser que en 1660, el culto de esta Virgen, fue propuesto por el Duque de San Germán; seguidamente mandada a hacer su Imagen a Nápoles (Italia), al no hallar mejores posibilidades. Temporalmente fue colocada en el Convento de San Onofre (hoy la calle Menacho) bajo la custodia de las Jerónimas, hasta el año 1670 que se construyese su ermita –de estilo barroco y fachada de mármol– en unas casas donadas por el Duque de San Germán, lo que actualmente llamamos La Giralda (Mientras tanto, el 1 de abril de 1964, un grupo de católicos solicitaba formar una Cofradía al Obispo, por aquellos entonces era D. Jerónimo Rodríguez de Valderas, y, dos días después, fue aprobada La Pontificia y Real Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad).
Debido a la caída de una bomba, en la Guerra de la Independencia, y a pesar de sus muchas reparaciones, en 1925 los muros de la ermita seguían afectados de forma irremediable; de tal modo que en 1929 se ceden unos terrenos para la construcción de una nueva a escasos metros de distancia, rescatando en 1954 de la antigua ermita “la portada de mármol labrado que, junto con una imagen de la Virgen, está a modo de oratorio público en el llamado Parque Infantil.”
Las constantes obras de la ermita actual se iniciaron en 1931; no obstante, su inauguración fue el 17 de julio de 1935, “fecha en la que la Virgen de la Soledad es trasladada profesionalmente hasta su nueva casa”, aunque su total construcción se acabaría en 1986; resultando una ermita rica en ornamentos decorativos, distribuida en dos plantas y presididas por tallas de gran mérito, acompañando a Nuestra Señora de la Soledad Coronada: El Cristo de la Paciencia y el Ecce-Homo, etc.
Hay que reconocer que gracias a la generosidad de personas como Justa, Leonor Ollero Navarrete, sin olvidar las donaciones anónimas, Carmen, la sacristana, me pudo enseñar La Capilla Mayor, "decorada en estilo neobizantino y réplica del salón del trono de Luis II de Baviera, apodado El loco".
Pasé una tarde inolvidable, plagada de intensa emoción, acompañada de los colaboradores (fotografía). Al final di las gracias a Nuestra Señora, patrona de Badajoz: Lo ofrezco al SEMANARIO... por Navidad, con dulce cariño.
Mensaje de Nuestra Señora en la Ermita de la Soledad de Badajoz
He observado a la virgen, Señora de la Soledad;
la vi tan linda, tan bella: en la quietud celestial.
Lucía un manto de estrellas, con su carita ideal;
parece que, cuando mira, sin tú saber, quiere hablar.
Háblame, Madre Divina, con profunda claridad:
¿Qué nos sucede a los Hombres que no vivimos en paz?
Con la vista entristecida y esa dulzura especial,
me respondió en un lenguaje que pudiera adivinar:
"Observa, hija mía, el orbe, y verás la gran Verdad:
Es el Hombre el que no Ama como debiera de Amar.
Medio mundo contra el otro, queriéndose aniquilar,
cuando lo ideal sería vivir en comunidad.
La vida es un don divino que debemos respetar:
Es el Hombre el que no Ama como debiera de Amar".
Y guardé Su Voz Divina: Os la ofrezco en Navidad.
Felices Fiestas para todos.