Pensamiento del hombre: mente sin fronteras


Cada persona es distinta de todas los demás: no posee idénticas vivencias. Cada una piensa por sí misma, y, aunque pudiera parecer igual a otra, como es el caso de los hermanos gemelos, pues tampoco: Nadie es exacto en cuerpo y mente, tan sólo somos iguales en unicidad.

Cada ser humano guarda la experiencia personal de cómo ha ido evolucionando en la mediada que han ido pasando los años... Cosas que nunca pensábamos hacerlas, las hemos hecho: A mi edad he comenzado a hacer spinning; y, ahora, estoy deseando coger la bicicleta: Esta vida es un bidón y no siempre lleva la misma canción; ni tampoco es bueno ir a piñón fijo, puesto que nuestras necesidades o apetencias son cambiantes, por aquello de que los pensamientos son los que nos mueven a realizar gran parte de nuestras acciones.

Aunque bien pudiera ocurrirnos lo contrario: En mi caso concreto, me encantaban las lentejas, hasta que me hicieron daño. Ahora las como poco y mal; y es que tenemos la costumbre de poner etiquetas a casi todo, e incluso barreras a nuestras acciones o pensamientos, cuando vivir sin fronteras es la mejor oportunidad que tenemos para el crecimiento personal.

No obstante, existe la frontera o barrera provocada por el miedo a enfrentarnos a una acción determinada y, en este caso concreto, hayamos fallado al intentar saltarla. Ello nos pudiera sobrevenir un trauma. Diríamos que hasta que no la saltemos no vamos a superarnos; no obstante, si nos preparamos e insistimos, pudiéramos lograrlo, experiencia que, bien seguro, nos haría crecer y madurar.

En cada acto de maduración llegaremos a conclusiones que antes eran impensables; más o menos sería, así, el existir de las personas que se superan cada día; por otra parte, el crecimiento humano es vital para mantener una mente entrenada, pues si dejamos de hacerlo, tarde o temprano, comenzaría el declive.

No obstante, cuando arrastramos algún tipo de miedo no superado, éste se comporta como un verdadero muro, y como “lo que no se supera, se repite", pues tarde o temprano tendríamos que enfrentarnos, hasta poder saltar ese muro de forma personal; para conseguirlo debes concentrarte en “ser tú mismo porque si estás pendiente de la sociedad habrás perdido lo que te hace diferente”.

Te sentirás que eres tú mismo al llevar un camino personal e intransferible. En dicho camino empezarás “a saber en qué consiste la vida cuando –veas– que ser diferente te hace más feliz que ser corriente”; y, por añadidura, comenzarás a desechar el dicho popular: “a donde va Vicente, va toda la gente”, incluido otros comportamientos o clichés que repetimos como si fuéramos autómatas, cuando sabemos que la mente humana no tiene fronteras; en cambio, la mayoría de las veces, parece como si nos diera miedo a pensar libremente.

No obstante, el hombre ejerce su liderazgo de forma territorial: pretende dominarlo todo, incluido el pensamiento; para ello inventa el medio político, social, religioso, etc. Primero lo hace por las buenas: Necesita súbditos, afiliados, simpatizantes; y, si no lo consigue, pues por las malas: “O estás conmigo o estás contra mí”, frase utilizada para trasmitir “que una situación está polarizada o para generar su polarización, buscando muchas veces alinear a la opinión pública (...)”. Muros, trabas, dificultades que pone el hombre fuerte, hábil, ambicioso... para impedir que, el que considera contrincante suyo, no avance por un terreno vedado o muro territorial humano: Nos estamos refiriendo a “la territorialidad humana”.

Cada día existen más muros, y, por añadidura, menos libertades. El hombre los franquea si paga el precio convenido. Los muros se allanan cuando se negocia, se llega a un acuerdo, o, simplemente, se saltan o echan abajo mediante la lucha armada.

La Tierra no tiene fronteras; las pone el hombre fuerte o poderoso para delimitar su espacio de dominio. La inmensa mayoría somos vasallos y pagamos altos tributos... Antiguamente nos dirigían (o dominaban) a través de señores feudales, ahora lo hacen a través de comunidades autónomas, ciudades, municipios. Pagamos impuestos para mantener una estructura política y social... cada día más insostenible.

Las clases privilegiadas, o señores, no tienen tope fijo para cobrar su paga; por lo tanto, para ellos los muros son más bajos que los de los vasallos, más fáciles de saltar: están en la escala más alta, donde se goza de mayores privilegios.

Las barreras las pone el hombre para encasillar, para que no se ascienda de nivel, para etiquetar y adjuntar a la mayoría, aunque seamos todos iguales en unicidad. No obstante, los de arriba, nos inducen a pensar en grupo para apoyar al jefe de turno. Les interesa movernos en masa para etiquetarnos y clasificarnos como manada por si fuera necesario lanzarnos en contra del que tenga distinta ideología... Y mientras ellos cobran a final de mes, el españolito de a pie es dirigido y gobernado –naturalmente gratis– como si fuera un autómata, poniendo en riesgo su vida, si es preciso: Hombre bomba, populacho, manada, intentando derribar los muros que otros hombres fuertes han puesto como fronteras.

Tengamos presente que las continuas demagogias siempre nos han llevado a los odios colectivos: nos cosifican y deshumanizan. “El mejor camino para empezar a ser diferentes es conocerte a ti mismo sin dejar que una sociedad egoísta te limite” y manipule. Por ultimo añadir que “El don de la unicidad nos fue dado para compartirlo y disfrutarlo; que nos instruya e inspire. (...) Somos un don único de Dios a este mundo“ (Raúl Irigoyen).

Seamos críticos, personales y juiciosos por el bien general de todos (no por interés partidista); que el colectivo político, social, religioso, etc., no nos ciegue, pues cada persona es distinta de todas los demás: no posee idénticas vivencias. Cada una piensa por sí misma, y, aunque pudiera parecer igual a otra, no lo es. El ser humano tan solo es igual en unicidad, afortunadamente, pues, todavía la mente del hombre no tiene fronteras.

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