Cuando te crees nadie, eres nadie


Recuerdo ahora allá a finales de los noventa leer la noticia de que Aznar había conseguido que la Unión Europea no le sisara un compromisario. La tal Europa decía que a España le correspondía uno menos. Aznar se arremangó, se lió toda la noche a negociar y de madrugada, el compromisario en discordia volvía a ser compromisario español.

Aznar coronó aquel triunfo de la tenacidad con la frase: “¡qué cabrones, nos quería quitar un compromisario!”.

El asunto podía resultar menor –era simplemente un compromisario– pero el fondo era mucho más profundo. Aznar con sus luces y sombras, al menos creía que España tenía que pintar algo más que ser un simple rincón del sur de Europa. En lugar de coger el flagelo que nos endosan otros y muchos de nosotros mismos, Aznar hizo ver a la fatua y prepotente Europa rubia y cervecera que España era España, que tuvo el primer imperio moderno de Europa, que fue puntera durante al menos 150 años en todos los órdenes, que descubrió continentes, que llevó la civilización allá donde había oscuridad y salvajismo y que fue el primer país que dio la primera vuelta al mundo.

La visión de Aznar de España en el mundo duró lo que duró Aznar. Después vino el régimen de los trenes de Atocha, del 11M, de Zapo, el “garante de la legalidad bolivariana” –que hay que echarle valor– y más tarde el régimen sorayesco-marianil del PP. El primero creía que España era un error histórico salido del alzamiento del 36 que había que corregir y los segundos son realmente nadie. La nada. El silencio. El mirar para otro lado. El meter la cabeza debajo del ala.

Con la movida ésta de los puchis dando vueltas por ahí tipo santa compaña, hemos vuelto a ver de qué sirve este perfil mínimo de hacerse perdonar. Sirve para que sectores de la prensa y de la política europea crean que los catalufos tienen algo de razón en huir porque España no es muy de fiar.

Poco les importa que España sea uno de los países más descentralizados del mundo, dicen los rankings que el segundo. Poco les importa que Cataluña en este caso, tenga un nivel de competencias como Educación o Economía o de Interior con su policía y todo, que ya quisieran esas regiones de países críticos con España. Poco les importa que Franco haya muerto hace nada más y nada menos que 42 años. La sombra de la duda salida del más profundo desprecio. Un desprecio basado en la ignorancia más desactualizada.

Primero fueron los belgas los que acogieron a los 4 monigotes puchimones y ya dijeron que de extraditar, nada de nada, que a saber qué tipo de justicia hay aquí y que igual se les torturaba como a los etarras. Bélgica, nada menos. Ese país totalmente artificial salido de los congresos post-napoleónicos para separar físicamente los Países Bajos de Francia, fallido donde los haya, que no perdona a España lo del Duque de Alba en el siglo XVII.

Ahora es de lo Alemania que al calorcito del fallo del tribunal del norte del país, la prensa y ciertos políticos está saliendo por soleares con perlas varias. La ya descreditada ministra Katarina Barley que si “la sentencia de su tribunal es muy correcta y que Puigdemont es libre en un país libre”. Su gobierno la tuvo que descreditar para no crear un conflicto aun mayor y de paso, culpó al periódico que sacó la noticia. Alucinante. Barley, de origen escocés.

Más tarde salen otros políticos alemanes, también socialdemócratas como ésta, viniendo a decir que si “España necesita mediadores, en la UE hay de sobra y muy buenos” o peor aun “España tiene el ejemplo de países como Turquía o Polonia cuyas euro-órdenes también les salieron rana”. ¿Nos compara con esos países o cómo es la cosa?

Para un gobierno mínimamente valiente y no acomplejado, no les es muy difícil salir en los medios, exigir la rectificación inmediata de todos estos, llamar al embajador a consultas y confrontarles con su hipocresía y contradicción. En Alemania, ya que estamos, los partidos como los de Puigdemont, independentistas que ponen en riesgo estado, son ilegales. En Baviera se prohibió un referéndum de independencia etc etc. El gobierno debe salir ya a decir que a España se la respeta, como hacemos con el resto de países de la UE. No somos un Magreb de norte, como nos ven muchos.
Pero claro, ¿qué estoy diciendo yo?... Si no lo han hecho ya, no lo harán nunca. Son nadie y les tratan y les seguirán tratando como a nadie. A ellos del gobierno y a todos nosotros, como españoles.

Todo esto a uno le deja frío, alucinando, como diciendo qué basura de cuento de hadas nos estamos creyendo con esto del paraguas europeo y de sus uniones. Juristas y políticos sensatos y con un mínimo de altura de miras están totalmente espantados con este despropósito porque el precedente del tribunal de Schleswig-Holstein es muy peligroso.

El tema no es el infantil tecnicismo legal de la “violencia en la rebelión” que esgrime ese tribunal para no entregar ya a Carles. El tema es que unos tíos han urdido una trama mafiosa con el dinero de todos los españoles y han declarado la independencia con una mayoría ajustadísima parlamentaria. Nada más y nada menos. La independencia creando una república al margen de toda la legalidad vigente.

Algo tan claramente punible choca de frente con la estupidez progre imperante en Occidente, la de lo relativo, la del complejo por ser quien somos, la de estar siempre con el teóricamente débil sin mirar más allá, ésa que es capaz de ocultar violaciones masivas solo porque no son cometidas por blancos sino por refugiados o inmigrantes musulmanes. ¿Cómo vamos a destapar todo eso, por favor, pobrecitos míos? Mejor que las víctimas se aguanten y se callen, como ya hay dicho una política holandesa.

Esa Europa de la extracorrección política también ve a los Puchimones como una especie de perseguidos de la política postfranquista de España e insinúa sutilmente que igual la causa de la republiqueta catalana merece escucharse.

Se necesita un rearme de los valores de Occidente, sobre todo en España, muchos puñetazos en la mesa, mucha ironía para dejar que esta estupidez progre, se cuele por el sumidero. Se necesita ya, urgentemente. O eso o nos vamos todos por ese sumidero.

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