VOXtantes


No suelo escribir sobre pareceres partidistas, aunque en alguna ocasión haya roto mi juramento interno al respecto. Sin embargo, vuelvo a hacer un amago al tal y retomo un escrito, guardado en un blog casi en desuso ahora, que después tres años desde que lo terminara me parece casi visionario.

En aquellas letras reflejaba una opinión, tras la aparición de nuevas fuerzas políticas que se encaramaban a la palestra sitiada por populares y socialistas, que surgieron de una revolución del hastío del pueblo.

Destacaba la arrebatadora irrupción de Ciudadanos y Podemos, y la más disimulada –por decirlo así– de VOX. Y fue esta última incorporación la que más me llamó la atención, porque parecían representar a una España silenciada y señalada.

Esto que leerán a partir de ahora, como decía, lo escribí en aquel mismo año. Comprueben la deriva. Fíjense como no erré del todo en mis planteamientos y cómo mi propuesta final es un punto de partida que se ha llegado a dar, habida cuenta de la forma en que se están desarrollando los acontecimientos en España y cómo, al respecto, incidía en el papel que tendría la oportunidad de luchar –y mucho– la entidad verde.

VOX. El grito en el desierto.

Hasta no hace tanto VOX pertenecía a uno de esos grupos de nueva hornada que había entrado de puntillas, justo detrás de Ciudadanos y Podemos. Pero demasiado de puntillas.

Las previsiones auguran, con la crisis en su apogeo, cambios, y Ciudadanos será la llave que los partidos tradicionales querrán llevar colgada en su llavero. Una fuerza constitucionalista que, en la siempre revuelta política catalana, entró con inusitada vehemencia. Podemos, por su parte, se debatirá en formar grandes coaliciones con otros partidos de pensamientos idénticos, allá donde sabe que tiene el campo ganado con su populismo. ¿Y VOX? Ese ente que se promulga como la auténtica derecha. ¿Qué pasa con él?

Pues pasa que ese lema asusta a los españoles, siendo incluso motivo de befa y desprecio.

Hablar de la derecha en este país, que es incapaz de superar la terrible etapa del 36 (o puede que a alguno no le convenga que se olvide), es hacerlo del Una, Grande y Libre. Sí, sí. Ese sambenito que algunos interesados pretenden que sea la firma de estos, representando aquella España en blanco y negro de Franco. Esto es así.

VOX, como otros, es un partido naciente de la desesperación de gentes hartas del bipartidismo y de la corruptela que, a varios niveles, sufrimos en este sur de Europa; la marca de aguas que este país lleva impresa. Pero a diferencia de otros de misma madre ha carecido no de programa, sino de tirón mediático. «Un grupúsculo de fachas, antiguos votantes de Alianza Popular, memorialistas del veinte de noviembre. ¡Eso es VOX!». O, mejor dicho, así lo han querido ver y vestir quienes se han encontrado de frente esta propuesta. Con tal tarjeta de presentación –con eso que algunos llaman moralidad– los han dado a reconocer.

VOX recupera lo que otros, al parecer, dejaron atrás: el orgullo de llamarse y sentirse español sin medias tintas, retomando valores que quizás convengan volver a considerar. Con un programa prácticamente desconocido. Partiendo de cero –de forma literal–, apuesta por el trabajo a pie de calle; expuestos a ser alcanzados por la intolerancia ideológica que nos aturrulla. Solo la constancia les será útil. Atentos a esta premisa.

Maniquíes en el escaparate de la política. Silenciados por los adeptos de los otros colores con los que, se supone, comparten democracia –esa que habla del derecho a la diversidad de opinión–, que entorpecen, envilecen y hasta los apedrean (esto es literal). Ninguneados y abandonados por la mayoría de medios de comunicación.

Ciudadanos tiene a Rivera, y Podemos a Iglesias; hombres-brújula que allá donde señalen no hay más que seguir su camino. VOX no tiene un mesías de tales características, o sí; pero como he comentado, les señala el decirse la derecha. Les falta aún concretar qué es esa derecha del siglo XXI. Les falta argumentos para enganchar a ese elector defraudado que duda optar el darle su confianza. Les sobra ir del dedo meñique de movimientos ultras que, a fin de cuentas, tampoco suelen representar a ese votante indeciso de la derecha actual. ¡Ojo! Cuando me refiero a ultras lo hago sobre persona o entes que chocan per se con la democracia constitucional.

Es como ese producto en almacén; que está, pero no se vende o no lo venden bien. Han de trabajarse; saber qué tiene de bueno ese producto. Sino es así, según lo veo, quedarán para vestir santos; que, por otro lado, parece ser que es lo que algunos conciben como su profesión y les gustaría que no dejaran.

De momento, VOX es como el grito en el desierto. Han de encontrar el momento preciso para ser oídos y hacer VOXtantes.

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