Por Eloy González
Está muy claro para qué se usan los otros idiomas hablados en España, aparte del español. En lugar de ser fuente cultural, de expresión o de unión, son de conflicto, de uso torticero para situarse por encima del otro, de revancha en definitiva.
Nos encantaría un país idílico donde la gente supiera dos o tres o más idiomas, incluido ése mal llamado “idioma propio” de una comunidad autónoma. Qué gran país sería España con ese nivel de conocimiento. ¿Qué son los idiomas sino meros conductos de interpretación de una realidad? Pues no. En España los idiomas son siempre caballo de batalla.
Exceptuando el caso del País Vasco, donde el español se puede ver conjuntamente con el euskera (y menos mal porque el 80% no entendería si se pusiera solo el idioma de origen desconocido) es muy, muy raro que en Cataluña, Baleares, Galicia o Comunidad valenciana se vea rótulos o carteles oficiales o informativos en los dos idiomas. Se pone el “propio” y punto.
A uno no deja de indignarle que hasta en eso tan básico, no se cumple la Constitución. En su artículo 3 habla de que “el castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla”, es decir, es el único idioma de obligado conocimiento. Por ende, a nadie se le puede obligar a entender otro idioma y mucho menos a hablarlo, por muy cafres que se pongan los que ya sabemos o por muchas leyes autonómicas que se saquen de la manga.
Ningún gobierno central se ha atrevido a aprobar una ley que se podía llamar “ley del español” por la que, si un cartel, señal de tráfico, panel informativo en museos, organismos públicos etc. etc. está en idioma “propio”, debe indefectiblemente estar también en español, idioma del estado, pues no existe obligación legal de saber el idioma local.
Pues no, nada de eso. No existe esa ley y nos tememos que no existirá porque ningún gobierno ha tenido la valentía de plantar cara a los nacionalistas y podemitas de turno que ven en el español, un idioma de ocupación, ajeno y hasta franquista.
Esta anomalía de vodevil se visualiza sobremanera en la toponimia. Ay madre mía, esa toponimia que sale en los medios y que los radicados en Madrid sobre todo, han interiorizado hasta límites insospechados. Me refiero a lo de de Girona, Lleida, A Coruña, Ourense etc. Por mucho que se les explique que aunque sean sus nombre “oficiales” (obligatorios solo y exclusivamente para dirigirse a la Admon. y sin versión en español, que ya es draconiano el asunto…), dichos medios los siguen diciendo en “idioma propio”.
Recuerdo la contestación que le dio el Defensor del Telespectador de TVE a un ciudadano molesto porque en TVE decían Lleida y en TV3 decían Saragossa sin ningún pudor. La respuesta del DdelT: “usamos Lleida porque es su denominación oficial”… ¿Y la oficial de Zaragoza no es Zaragoza? ¿Por qué TV3 la catalaniza?
Si este tal DdelT supiera algo más que lo fácil y cómodo, sabría que la propia ley de principios de los 80 que cambiaba de Lérida y Gerona a Lleida y Girona, aconsejaba utilizar el castellano “si se hablaba en castellano”… una ley con tintes lógicos. Grande, grande.
Como decía en gran Lázaro Carreter con relación a este sonrojante tema, “España es el único país del mundo que se inventa un fonema para una única palabra”, en el caso de la realización fonética de “Gi” en la palabra Girona. Como no existe en español, tenemos que oír a locutores no catalanes decir “chirona” o yirona”…
Así estamos y seguiremos.