El cuarto mono


-Abuelo, cuéntame un cuento, le dijo Daniel al irse a la cama.
-¿Cuál quieres que te cuente, Caperucita, Blancanieves…?
-No, esos son de niñas, cuéntame uno para hombres, con chicas; como los de «Las mil y una noches».
El abuelo estaba sorprendido, no pensaba que a Daniel ya las hormonas le estaban empezando a bailar la conga dentro.
-¿Simbad?
-No, ese ya me lo sé. No, quiero uno con chichas… tú ya sabes (dijo con mirada picarona), pero sin romance, no como los cuentos empalagosos que le gustan a las niñas.
El abuelo se le quedó mirando entre atónito y divertido, comenzando a relatarle la historia.

Este es un cuento inédito que se quedó fuera de «Las mil y una noches», porque entonces se hubiera llamado «Las mil y dos noches», y así no sonaba tan bien.
-¿Has oído hablar del cuarto mono? El muchacho negó con la cabeza. ̶ Ya sabes, no ver, no oír, no hablar… Pues esta es la historia del cuarto mono. Un cuento con una gran moraleja.

Hace mucho, mucho tiempo, vivía en la ciudad de Bagdad un Califa inmensamente rico llamado Ali Kaido. Él representaba al primer mono, ya que estaba ciego, voluntaria o involuntariamente ante la pobreza, abusos y la desesperación de su pueblo. Vivía totalmente desconectado de la realidad sin saber el sufrimiento de sus ciudadanos. Su Visir, Abu Rido callaba sin decir palabra todos los problemas que había en el país, manteniendo al Califa ajeno a todo lo que ocurría y necesitaba solución.
El tercer mono era el príncipe Apa Sarlo Ben, joven adolescente que tenía una vida licenciosa, y solo pensaba en fiestas descuidando sus estudios. No hacía ningún caso a sus padres o maestros, sin escuchar los sabios consejos que les daban.
Y ahora viene el cuarto mono, el que tiene las manos en los testículos. Ese era el eunuco Ma’n Kapao. Vivía en el harén y estaba rodeado de las hembras más bellas de la tierra, cubiertas solo de gasas transparentes y expertas en la danza del vientre. Eran las mujeres más sensuales que ningún hombre pudiera imaginar y competían entre ellas para tener la atención del Califa. Pero Ma’n Kapao no podía ni probarlas ni catarlas.
Ea, ya sabes la historia del cuarto mono.

El chico, perplejo le dijo a su abuelo «no creo entender esta historia o la moraleja».
Verás, en la vida pasamos momentos en los que somos un mono u otro: que no querremos ver, en el que hacemos oídos sordos o nos callamos cuando deberíamos hablar.
-¿Y el cuarto mono?
-Serás el cuarto mono cuando llegues a mi edad, sin diversión, a menos que tengas la píldora milagrosa.

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