Hay días que nos parecen
todos iguales; sin embargo, cada uno de ellos es diferente: se van alejando paulatinamente de nuestra infancia, adolescencia, juventud,
etc. Hasta que un buen día o, mejor dicho, un mal día, te das cuenta que
algo no funciona bien: la salud, por ejemplo, en este caso concreto.
Eso mismo le pasó a Mariano Antonio Crucera Ramos, un hombre que
disfrutaba de buena salud, hasta que la perdió. Desde entonces llegaron
meses difíciles, sin saber a ciencia cierta qué era lo que le estaba
pasando pues, últimamente, padecía una lumbalgia terrible que le
incapacitaba para llevar una vida normal. Tras varios meses de
peregrinaje por los distintos especialistas, le diagnosticaron una
leucemia mieloide aguda, y, de inmediato, debía ingresar en el hospital
para tratar su enfermedad. Primero, fueron largos meses en distintas
fases de quimioterapia; después, una vez que remitió la enfermedad, se
procedió a realizar el trasplante de médula ósea con células madre en
Puerta de Hierro (Madrid). En total fueron dos años y medio de ingresos
constantes, de los cuales, en tres ocasiones, Mariano estuvo a punto de
perder la vida.
Lo curioso es que él
nunca pensó que iba a morir pues, desde primer momento luchó de forma
positiva: 'la enfermedad es una parte de la vida', era una máxima que se
hablaba en casa de ella; porque, la enfermedad, viene cuando menos se
la espera, en este caso se la necesita, ya que él estaba enteramente
imbuido en su trabajo, se diría que demasiado, como ocurre en la mayoría
de estos casos (con guardias continuas, reuniones sindicales que tantos
problemas acarrean y, otras tantas historias en las que solía hacerse
el imprescindible). La rueda de la vida se desmantela cuando nos vemos
relegados de nuestros cargos; teniendo que dejar el trabajo, amigos,
familiares, etc., tal vez nos vayamos a internar demasiado tiempo al
amparo del hospital, altamente incomunicado hasta nueva orden, para
intentar salvar la vida... y eso fue lo que le pasó a Mariano Antonio.
Después
de estar meses incomunicado salió del hospital y se dio cuenta que la
vida es un inmenso regalo del cielo; que el estar vivo es un don
maravilloso... (y todas aquellas frases tan bonitas que a muchos de
nosotros nos suenan a chino). Desde ese momento algo comenzó a cambiar
en su interior para volverse más agradecido, e incluso llegó a apreciar
lo poco o mucho que en esos momentos poseía; sobre todo el poder estar
de nuevo en casa, disfrutando de los suyos.
Así
transcurrieron diez largos años, y, cuando mejor estaba de salud, su
hematólogo le aconsejó que se operase de vesícula (debido a unos cólicos
que, al repetirse, corría el riesgo de provocarle una pancreatitis; de
paso, le corregirían una hernia umbilical que le venía de nacimiento): 'Mariano se iba a quedar estupendo', no se hizo esperar este comentario
de todos aquellos que le conocíamos.
Él
estaba dispuesto a operarse con la garantía de que poseía una aceptable
salud, dentro de sus posibilidades, claro; no obstante, su mujer, bien
fuera por miedo o por no tentar a la suerte, no las tenía todas consigo
pues, ella, no apoyaba de buen agrado una simple operación que, en
muchos casos, hoy se está haciendo por ambulatorio; no obstante, por
precaución, se decidió que se realizase en el hospital Infanta Cristina
de Badajoz, aunque se demorase dicha intervención debido a la larga
lista de espera.
Al cabo de un año,
días antes de Semana Santa 2016, a Mariano se le llamó para ingreso; y
lo que en principio parecía que podía durar de uno a tres días pues, se
convirtieron en quince, y con suerte para contarlo, debido a una
negligencia médica en la que tuvieron que intervenirle dos veces. En la
primera de ellas, al paciente, se le cosió una parte del intestino
provocando una obstrucción intestinal, y hubo que operar una segura vez
con tres días de diferencia. Los médicos comunicaron a la familia que no
se descartaba una tercera intervención. Mientras... los vómitos
continuaban, se presentaba un paro intestinal a consecuencia de dos
operaciones seguidas, resultando: diez días a suero, sondas en la nariz,
drenajes; más cuatro días alimentándolo por vía venal... el resto, el
paciente, se iría recuperando en casa, lentamente, con alimentación
blanda.
Lo curioso del caso es que
yo había dejado pendiente parte de este artículo, antes de su
intervención, y, al retomarlo, he tenido que dar un pequeño giro al
texto para completar algunos detalles; sin embargo he respetado su
título porque, llegado el final, sigo pensando que... la vida es
hermosa.
Lo mismo le ha ocurrido a
Mariano: en su lucha diaria por alcanzar la salud, él ha aprendido un
mensaje aleccionador, y en cada una de sus diferentes encrucijadas.
Debido a la enfermedad y a sus sucesivas recuperaciones ha descubierto
el valor de la vida: un mensaje de Amor y de Esperanza para el Hombre.
Como él hay miles de personas que podrían dejarnos su valioso
testimonio, si cabe más alentador e interesante; no obstante, ha sido
todo un ejemplo de positivismo, lo puedo ratificar. Va por ti, Mariano,
este poema:
AMOR HERMOSO
En Semana de Pasión
hierve en mí una triste pena,
esa es mi mayor condena:
la pasión del corazón.Mírame Divino Rostro
en Tu cruz martirizado,
ambos estamos clavados:
Tú por Amor a los Hombres
yo por amor a mi esposo.
¡Cristo del Amor Hermoso:
cuánto amor crucificado!
Cuando
llegué a nuestra casa –junto con Mariano Antonio, sano y salvo–, al
abrir la puerta de nuestro hogar, pensé: 'Hágase la luz'. Y la luz se
hizo: allí estaban esperando nuestra preciosa hija y la perrita Musa
¡Qué hermosa la vida! En verdad se siente una muy bien con el deber
cumplido. Simplemente, por eso, os deseo a todos el mismo gozo y el
misma concienciación de la vida, a ser posible sin tener que pasar
por... En fin, feliz semana para todos.