Por Juan Antonio Carrasco Lobo
Nacido en Cádiz en 1975. Cursó estudios de Psicología por una Universidad de Sevilla y por la UNED. Gestiona los servicios administrativos nocturnos del Hospital Sagrado Corazón de Sevilla.
Su corta carrera en el mundo de las letras ya se ha visto premiada con la inclusión de dos poemas en sendas antologías: 'Versos desde el aire III' y 'Versos desde el corazón'.
Colaborador habitual en revistas literarias y pregonero.
Lo reconozco. Estaba inmerso en un par de propuestas literarias que llevo a la par, y me ha detenido la debacle a la que se ha abocado el Partido Popular a niveles locales.
No ha sido tanto el supuesto bajón que ha dado, sino cómo las artimañas y el "donde dije digo" de representantes de partidos llave que han logrado echar por tierra la democracia más básica: dejar en el sillón al más votado. Aunque fastidie, a fin de cuentas es lo que ha decidido el Pueblo.
Ésto, que no es nuevo, y también lo denuncio si hubiese ocurrido (u ocurre) con otros grupos, evidencia cuál es la cicatería política en España. En este caso, la izquierda que se repele (la de los polos opuestos), la de la casta y la del sí se puede como consigna universal para las marcas blancas de Podemos, han pactado en connivencia con el único propósito de echar a los fachas de la poltrona gorda de los consistorios.
En confesión: No me hubiese importado que en Cádiz o Sevilla los alcaldes hubiesen sido los que hoy ya son (Kichi -como es mejor conicido- y Espadas), si así lo hubiese decidido la mayoría simple de sus ciudades, cosa que no sucedió. Creo en la necesidad de la alternancia, y el imprescindible consenso en pos de los ciudadanos (cosa que no se da, puesto que priman las peleas ideológicas antes que el sentido común).
Ahora me imagino a los nuevos alcaldes, y a sus correligionarios, sonriendo pérfidamente como el gato Tom cuando ideaba una maldad sobre Jerry, el ratón.
Los populares se han dado de bruces gracias, en un grandísimo porcentaje, a la forma de gobernar de su jefe, que parecía el villano del inspector Gadget (¿recuerdan? Al que no se le veía la cara): el gran Mariano Rajaostoy. Que ha sido capaz de poner a España como ejemplo de superación en la Unión Europea, a la par de colocar a los españolitos boca abajo, a ver si les podía sacar hasta la última pelusilla de mierda (con perdón) hecha pelotilla de los bolsillos. Amén de haber salido cucarachas, engordadas a base de mangazos y otras tropelías. Pero eso ocurre en Madrid y también en Marinaleda, ¿verdad?
Y todo ello, insisto sin que apenas se le viera. Rajoudini habría de llamarse.
Me consta de la gran pericia política de muchos regidores de ese partido, y estoy convencido que, de no ser por la gestión nacional, algunos que hoy se titulan como primeros ediles ni tan siquiera le hubieran hecho la menor cosquilla. Sin embargo, eso no les excluyen de haber cometido errores; aunque no hasta causarles pérdidas tan exacerbadas en la confianza del electorado.
Se confirma y se conforma la desnaturalización de la democracia, gracias a los pactos ideológicos. Y me dan igual los tintes en los que se tiñan estos (azul, rojo, naranja, morado...), aceptando estas victorias inmorales, no se puede dar ejemplo, valga la redundancia, de moralidad ni de transparencia. Tramas urdidas bajo el amparo del revanchismo que unos aceptan, y consideran signo de la libertad que, si se diese en el caso opuesto, representaría el más feroz ataque sobre la misma. El doble sentido y la manipulación en su más visible manifestación. Síntoma crónico de esta España que no ha aprendido nada de su reciente historia, y mantiene discursos caducos, de caducos enfrentamientos y avivan caducas consignas en las nuevas mentes caducas.
Entramos de lleno en la política apocalíptica. Suenan trompetas de jinetes que vienen a terminar con una era. Lo malo, es que esos que vienen proclamando la nueva, vienen cubiertos por el manto raído de antiguas guerras.
Soy de los que anhelan una transformación coherente para el país. Detesto que intenten manipular (me), y que pretendan ser adalides de la verdad -que es la que te quieran vender-. Creía que esa nueva visión surgiría del pueblo (también soy uno de esos románticos), y el pueblo se ha creído que éste ha llegado. Por ejemplo, en el caso de la Junta de Andalucía, solo ha cambiado el mecenazgo.
Espero equivocarme, pero visto lo visto y leído lo leído, sigue siendo el mismo lobo, pero disfrazado de abuelita.
Insisto en lo expuesto. Hemos llegado a la neopolítica demoledora de lo establecido hasta ahora. La de los cambios y esas cosas. Yo, me digan lo que me digan, sigo oliendo a rancio, con un poquito de naftalina. Para disimular...