El último regalo
Basado en hechos reales
Se aproximaba el ochenta y dos cumpleaños de su madre, y ella vivía muy lejos, con un océano de distancia entre las dos. Como solía hacer en esas fechas cuando iba de compras, miraba en las tiendas algo que pudiera ser adecuado para su anciana madre, que estaba impedida y pasaba sus días entre la cama y una silla de ruedas. Las opciones eran limitadas por sus gustos y actividad, y el hecho de vivir tan lejos y tener que mandar todo por correo.
Pero quería encontrar algo que realmente le gustara a ella y le hiciera feliz; que supiera que su hija la quería y no se olvidaba de ella.
Unos cuantos años atrás, cuando su madre fue a visitarla, se compró una batita fresquita de esas que se abrochaban con corchetes automáticos, un sistema que para sus manos artríticas era mucho más fácil de usar con una simple presión, en vez de una botonadura.
Cuando fue a visitarla recientemente, vio que se la ponía con frecuencia y solía sentarse en la silla de ruedas con ese atuendo, así decía que estaba más arregladita en vez de estar todo el día con el camisón.

En la tienda vio una de esas batitas que le podría gustar a su madre; tenía los corchetes automáticos y era de su color favorito, verde, con una solapa con bordados; lo cual estaba en la línea del tipo de ropa que le gustaba a la anciana. Junto con otros regalos se la mandó a su progenitora por su ochenta y dos cumpleaños. Fue un éxito, le encantó.

Un mes después de aquel cumpleaños, recibió la peor llamada telefónica que pudiera esperar; su madre había fallecido.
De inmediato preparó las maletas y voló para estar con su padre en esos días de dolor, no pudo asistir al velatorio o el entierro, pero sí a la misa.
Una de las tardes en las que estaba con su padre, él le dijo: «mira el armario, quédate con lo que quieras de tu madre y te esté bien». Sabía que no había mucho donde escoger, ya que el estilo de su madre era muy distinto al de ella, y algunos vestidos, más bien eran para vender biblias, en vez de algo juvenil y a la moda; pero de todas maneras le dio un vistazo porque había algunos abrigos y chaquetas que podría usar.
Revisando el vestuario notó que el regalo que ella le mandó recientemente por su último cumpleaños no estaba allí. Le preguntó a su padre: «¿Dónde está la batita que le mandé a mamá por su cumpleaños?»
Le dijo que Loli (que era la asistenta que iba todas las mañanas para cuidarla) se la puso para cuando se la llevaron al tanatorio; era lo más «mono» y nuevo que tenía.

Se le heló la sangre. Nunca imaginó que el último regalo que le mandó a su madre iba a ser su mortaja.

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