Texto argumentativo y comentarios críticos de algunos alumnos
Creo que la esencia del fanatismo reside en el deseo de obligar a los demás a cambiar. En esa tendencia tan común de mejorar al vecino, de enmendar a la esposa, de hacer ingeniero al niño o de enderezar al hermano en vez de dejarles ser. El fanático es una criatura de lo más generosa. El fanático es un gran altruista. A menudo, está más interesado en los demás que en sí mismo. Quiere salvar tu alma, redimirte. Liberarte del pecado, del error, de fumar. Liberarte de tu fe o de tu carencia de fe. Quiere mejorar tus hábitos alimenticios, lograr que dejes de beber o de votar. El fanático se desvive por uno. Una de dos: o nos echa los brazos al cuello porque nos quiere de verdad o se nos lanza a la yugular si demostramos ser unos irredentos. En cualquier caso, topográficamente hablando, echar los brazos al cuello o lanzarse a la yugular es casi el mismo gesto. De una forma u otra, el fanático está más interesado en el otro que en sí mismo por la sencillísima razón de que tiene un sí mismo bastante exiguo o ningún sí mismo en absoluto. El señor Bin Laden y la gente de su calaña no solo odian a Occidente. No es tan sencillo. Más bien creo que quieren salvar nuestras almas, quieren liberarnos de nuestros aciagos valores: del materialismo, del pluralismo, de la democracia, de la libertad de opinión, de la liberación femeninas Todo esto, según los fundamentalistas islámicos, es muy pero que muy perjudicial para la salud.
Amos Oz en Editorial Siruela
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María José García Cebrián

Amos Oz ofrece en este texto argumentativo de gran carga irónica una perspectiva diferente sobre el fanatismo. Alabando el altruismo de los fanáticos no hace sino criticar su frecuente falta de fundamento. El fanatismo siempre ha estado presente, a lo largo de la historia, en las diferentes sociedades, y, como afirma el autor, sólo pretenden cambiarlas. El fanático está convencido de la validez de sus principios, y de cómo éstos, constituirían los sólidos pilares morales que la sociedad necesita, hecho que Amos Oz ejemplifica con Bin Laden. Sin embargo, también existe otro tipo de fanatismo, "el fanatismo a pequeña escala"; en casa o en el colegio vemos a diario cómo se pretende convencer de que lo externo, lo que hacen los demás, es siempre lo mejor.

No obstante, no podemos confundir la intención del fanatismo con los consejos, son dos cosas bien diferenciadas. Los consejos vienen dados (o deberían) desde la experiencia, esto supone una forma inocente de intentar hacerle a los demás la vida más fácil, pero con un enfoque suave. Simplemente se trata de proporcionar una visión personal del problema, tan válida como cualquier otra, aceptando el hecho de que dichos consejos pueden ser seguidos o no. El fanatismo es, en cambio, apabullante, es un consejo llevado al extremo, el fin es obligar a alguien a hacer aquello que se le está "aconsejando" porque el fanático responsable actúa desde la convicción de que lo suyo es, sin duda, lo mejor. Sin embargo, a pesar de las buenas intenciones que se puedan alegar, a veces la situación resulta agobiante para el que lo soporta, y puede incluso llegar a derivar en conflicto. Muestra de ello es, entre otros, el origen de la Segunda Guerra Mundial: Hitler, líder indiscutible, promovió una forma de pensar extrema que llevó hasta el fin, causando la desgracia de millones de personas, provocando uno de los mayores conflictos globales hasta la fecha.

En el ámbito privado podemos pensar y hacer aquello que creamos conveniente, pero debería limitarse a eso, al campo de lo personal. Pero en el ámbito de lo público debería promoverse la defensa de unos principios universales, y hasta entonces, actuar en función a las normas de la educación y del sentido común, basándose sobre todo en el respeto hacia el resto de la sociedad.

Por ello necesitamos saber que, aunque un buen consejo a tiempo puede evitar una desgracia, no debemos imponer nuestras opiniones a los demás, por más que veamos el beneficio que ellos puedan obtener. ¿Dónde quedaría la libertad entonces? Todo ello sin contar, por supuesto, que es mucho más enriquecedor e interesante para la sociedad la variedad de ideales. Qué insulso sería entonces si todos fuésemos y opinásemos igual.
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Paloma Salamanca Cuenca

En la actualidad la sociedad se enfrenta a problemas acuciantes tales como el fanatismo. En pleno siglo XXI, tras miles de años de historia, conflictos religiosos y diferentes guerras, sigue habiendo personas dispuestas a imponer su forma de pensamiento sobre la de los demás.

El autor del texto nos plantea la idea del fanatismo como una tendencia egoísta, aunque el fanático se considere a sí mismo generoso. El fanático justifica su acción porque cree que su opinión es la válida, la correcta, la que debe aceptarse. Pretende abrirle los ojos a aquellos que piensan de forma distinta y hacerles entender que deben asumir su opinión. Sin embargo, si no lo consigue no duda en recurrir a la violencia para obligar a los demás a aceptarla.




Desde mi punto de vista, ni la religión ni ninguna otra creencia subjetiva deben guiar el comportamiento de las personas sociedad. La religión, en concreto, es un tema muy ambiguo en el que cada individuo tiene una opinión particular que es válida en el ámbito individual. Por eso, los fanáticos no deben imponer sus creencias a los demás ya que una opinión subjetiva no puede tomarse como universal porque provocaría conflictos entre los ciudadanos. El problema es que sí lo hacen, justificándose por la defensa de sus valores y considerando los valores de los demás como inaceptables.

He aquí el segundo aspecto que trata el autor, los valores de una sociedad y como el fanático busca errores en ellos sin pararse a analizar los suyos propios. Cada persona tiene unos valores diferentes y a lo largo de la historia, se ha conseguido una mayor libertad para que cada persona sea pueda pensar y expresar sus opiniones. La libertad de pensamiento y expresión es un derecho básico en los seres humanos y como cualquier derecho, conlleva también una gran responsabilidad. Afortunadamente, tal derecho se reconoce en la actualidad, pero algunas personas son incapaces de respetar la opinión de los demás y consideran que pueden imponer la suya por la fuerza.

Hoy en día, los países mas desarrollados aceptan que cada persona pueda tener opiniones o puntos de vista diferentes acerca de temas subjetivos. Pero para regular los derechos fundamentales de los ciudadanos cuentan con una serie de leyes objetivas que garantizan la libertad y que se implantan desde la razón. Sin embargo, todavía existen países en los que la religión es la ley y no se distingue entre razón y fe. Así, el autor trata el tema del fanatismo en Oriente y como los fundamentalistas islámicos, entre ellos los seguidores de Osama Bin Laden, pretenden acabar con los valores de occidente.

En mi opinión, la historia se repite. Los países de Occidente, por ejemplo, han sufrido este tipo de conflictos a lo largo de la historia. En España, la religión ha estado vinculada a la vida política durante muchos años y gran cantidad de personas han sido víctimas de la intransigencia religiosa del país. En la actualidad, a pesar de la tradición católica del país, los españoles son libres de creer en lo que quieran. Por otro lado, el horror del nazismo en Alemania concienció a toda Europa y dejó claro que los extremismos no llevan a ningún lado. Así, la sociedad ha comprendido que una creencia subjetiva no puede guiar las decisiones políticas del país y que cada individuo, aunque tenga libertad de pensamiento y expresión, debe respetar las opiniones de los demás. Sin embargo, en Oriente, los fundamentalistas están cayendo en los errores en los que ya cayeron los europeos en el pasado. Cada sociedad es diferente y sus valores están condicionados por muchos factores tales como su tradición, sus costumbres o su religión. Por eso el respeto de los valores entre las sociedades debe ser mutuo, ya que en el ámbito privado cualquier creencia es legítima, pero no debemos dejar que ninguna creencia guíe a la sociedad en conjunto.


El problema es que los fanáticos han extrapolado el ámbito de lo privado a lo público, mezclando las creencias subjetivas y la racionalidad, e intentando dirigir la sociedad por unos principios subjetivos y religiosos, lo que considero incoherente y absurdo. Además, ¿cuál es el criterio para aceptar o no los valores de una sociedad?, ¿en qué se basan los fundamentalistas islámicos a la hora de criticar nuestros valores? Se basan en su fe, y en lo que les dicta su religión, un hecho subjetivo que no debería utilizarse como criterio a la hora de juzgar a una sociedad.

Por otro lado, el fanático acusa a las personas que piensan de distinta manera pero es incapaz de ver sus propios errores y lo contradictorias que son sus acciones. Según el autor, el fanático pretende “salvar nuestras almas”, puede poner una bomba en un lugar público y matar a cientos de personas para hacernos ver lo correcto de su opinión y lo inmorales que son nuestros valores. Puede que pretenda salvar nuestra alma, pero también está condenando la suya.

En conclusión, aunque podamos sentirnos amenazados por las corrientes extremistas a las que se enfrenta el mundo en la actualidad, debemos hacer entender a los fanáticos que mediante la violencia no van a llegar a ningún lado. A menudo, se tiende a identificar el fanatismo únicamente con temas religiosos aunque en todos los países existe el fanatismo en otros muchos aspectos, como en las corrientes independentistas o en los nacionalismos extremos. El problema no está en lo que defienden esas personas, sino en la manera en la que lo hacen. Cada individuo en privado puede pensar y expresar sus opiniones libremente mientras que en el ámbito privado se debe llegar a una solución racional y objetiva. Sin embargo, puede haber más de una solución y pueden surgir diferentes opiniones válidas acerca de un tema en el ámbito social. Muchas veces, los fanáticos defienden ideas sin sentido puramente subjetivas pero otras veces defienden ideas coherentes, aunque pierden su credibilidad al intentar imponerlas mediante la fuerza y al no respetar la opinión de los demás.
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Andrea Rodríguez Rodero

En la actualidad hay libertad de expresión y de imprenta conseguida tras muchos años de guerras en la sociedad, contra aquellos que eran los dueños y señores de los propios aldeanos. Antiguamente, los ciudadanos estaban sometidos al señor feudal durante la Edad Media; a reyes absolutos en la Edad Moderna y poco a poco fue mejorando la situación, no sin haber pasado por numerosas guerras civiles o manifestaciones reclamando aquello que debería tener el hombre por naturaleza y sin embargo les era denegado: los legítimos derechos y libertades.
Hoy en día, aun existiendo una declaración de derechos universales que establece al hombre libre, racional e igual a los demás, hay todavía lugares en el mundo en el que no se respetan dichos derechos. De este modo, cada persona tiene el derecho a la libertad de expresión, siendo responsable de sus propias acciones y sin que ninguna otra persona se lo impida.
Como refleja el artículo, muchas personas lo que pretenden es cambiar a los demás, es decir, no se preocupan por si mismos sino por mejorar y hacer que los demás opinen igual que ellos. En mi opinión, las personas que pretenden dichas cosas suelen carecer de autoestima y vuelcan su interés en los demás para no hacerlo en sí mismos. Son personas que en el fondo necesitan de otras para sentirse bien consigo mismo. Por otro lado, también puede ser el caso contrario, personas autosuficientes y con superioridad que manipulan a personas que se sienten perdidas, a su propia voluntad. Consiguiendo que, la persona controladora se sienta aun más fuerte y la controlada no teniendo que actuar por si misma que supone su principal problema. Sin embargo, cada uno tiene sus opiniones y debe defenderlas frente a autoritarismos que pretenden imponerles una forma de pensar que no comparten.
Pero el problema que plantea el autor, son personas como Bin Laden cuya campaña terrorista radica en la intención de convertir al resto del mundo a su propia religión. Cada persona puede actuar de manera que le parezca conveniente según sus propias opiniones acerca de cualquier asunto. Los terroristas no pueden empezar una guerra interminable por pretender que todos sean y piensen como ellos. Las personas tienen libertad de expresión que está por encima de temas religiosos, de manera que cada uno puede profesar la fe que quiera y mostrarla en público o no, pero ni se le puede juzgar por sus acciones y sobretodo no se le puede obligar a ser de una religión cuyas creencias no comparte.
De esta manera, se podría decir que por qué se juzga a aquellos que tan sólo pretenden obligar a otros a que compartan su religión. Sin embargo, los terroristas es que van más allá ya que hacen uso de la violencia y acaban con vidas inocentes, por lo que al atentar contra la vida de los demás va en contra de leyes civiles y por esta razón son juzgados y no pueden actuar así. Si quieren que todos creamos en la religión islámica deben proponer una manera pacífica, argumentando sus razones y cada uno decidirá libremente si creer o no. Ya que en el momento que hicieron uso de armas, toda su credibilidad se les acabó.
La religión es un tema que se fundamenta en la fe de cada uno y son creencias personales y subjetivas que se dan en el ámbito privado. Éstas no pueden extrapolarse al ámbito público, ya que este debe caracterizarse por una ética racional con valores universales. En conclusión, cada uno debe vivir acorde con sus creencias y no debe implantarlas en los demás, sino respetar sus decisiones y opiniones; razón por la que muchos conflictos o manifestaciones han sucedido a lo largo de los años y que seguirán ocurriendo en lugares donde todavía no respetan los derechos que posee el hombre por naturaleza.
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Tal Wax

Hoy en día en todo el mundo hay un gran número de religiones, las cuales establecen una serie de normas y valores morales. En definitiva, establecen un criterio de bondad o maldad, aquel que los cumpla tendrá una vida plena y aquel que no las cumpla, un castigo.
Estos criterios de bondad o maldad se pueden aplicar a todos los ámbitos, lo que da lugar a fanatismos. Como expresa el autor, los fanáticos intentan obligar a los demás a cambiar, cambiar cualquier aspecto de la vida del otro que se aleje del criterio de bondad que éste ha establecido.
Desde mi punto de vista, cualquier tipo de fanatismo es negativo, ya que no respeta las creencias de los demás. El fanático está seguro de lo correcto de sus acciones y que todo lo que haga a favor del vecino está bien, sin importar si este tiene otro punto de vista o simplemente es contrario a sus propios valores morales. Por ejemplo, la cultura influye bastante en los alimentos consumidos en una sociedad, ¿podría un fanático religioso judío prohibir a la sociedad española comer jamón, que es el producto nacional más reconocido? Con un ejemplo como la comida se podría ver como no es tan fácil cambiar las tradiciones y costumbres de un país con una simple petición.
Por ello se recurre a la violencia, como observamos en la opinión del autor, Bin Laden no odia a Occidente, sino a los valores que tiene su sociedad, que son completamente opuestos a lo establecido por el Corán. Como no puede convencer al pueblo de la maldad de sus valores, usa la violencia, el miedo de los ciudadanos para obligarles a cambiar su actitud.
A lo largo de la historia, los mayores desastres bélicos han sido causados por el fanatismo, como puede ser el Holocausto o los atentados de Al Qaeda. En ambos, los líderes pensaban que estaban actuando por el bien de todos, creando una sociedad donde todos tengan los mismos valores morales.
Sin embargo, en mi opinión uno de los factores más beneficiosos para una sociedad es la diversidad. Diferentes culturas y tradiciones que a pesar de sus diferencias son capaces de convivir pacíficamente en un lugar, sin que ninguno trate de convencer al otro de lo correcto de sus creencias.
Para que esto se lleve a cabo debe haber un respeto total entre los habitantes, que entiendan que aunque sus pensamientos sean extremistas, estos no pueden obligar a otro a que sean iguales, sino que debe mantener estas creencias en el ámbito privado.
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Lucas Levenfeld Sicre

Sinceramente, nunca he conocido a un fanático, si me preguntaran acerca de mi opinión sobre los fanáticos, probablemente acabaría hablando sobre aficionados al fútbol. De no ser por la referencia que hace el autor sobre los islamistas, no podría haber comprendido del todo el significado de "ser un fanático".

Actualmente, en Occidente reina el capitalismo, que, en mi opinión, no sólo es un tema económico, sino que también afecta a la sociedad, una sociedad liberal en la que cada uno es responsable de sí mismo y tendrá como fin alcanzar la mayor felicidad personal posible. Es por ello que, hoy en día en Europa, la gente no suela tender al fanatismo. El ser humano por naturaleza es egoísta y tiende a acumular poder, por lo que en una sociedad liberal, dotada de una gran libertad, el hombre se encontrará en un pleno estado de naturaleza.

Cierto es que en la sociedad hay gente que se preocupa por los demás, que te ayudará siempre que tengas un problema, gente que consideramos como amable, sin embargo, en nuestra sociedad nos han educado para respetar la libertad, la libertad como algo que pertenece al se humano por naturaleza y que ha de respetarse por encima de todas las cosas. En mi opinión, un fanático no respata tu libertad, de hecho, es posible que incluso no sea capaz de ayudarte, te ordenará y tratará de arreglarte siguiendo su propio criterio (que no siempre es el que más te conviene), sin preguntarte si eres felíz o no. Si él cree que eres felíz, no podrás convencerle de lo contrario.

Es por ello por lo que estoy a favor del autor en contra del fanatismo. Creo que un fanático es una persona a la que no se le ha educado en el repeto a la libertad y que ha crecido en un contexto subdesarrollado en el cual no ha sido capaz de desarrollar su propia personalidad. No es que esté llamando tontos a los islámicos, es simplemente que creo que son una sociedad excesivamente sometida a la religión que no consigue avanzar como es debido, y por ello tienden al fanatismo.

Me temo que no puedo plantear ninguna solución al problema, los islámicos han de cambiar por sí mismos, pues imponer nuestra ideología liberal, más avanzada, en realidad, me parece una violación a su libertad, que, en definitiva, sería un acto propio del fanatismo.
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Elena Domínguez Marín

El autor del texto, Amos Oz, recalca mediante sutiles e irónicos ejemplos la idea de que no hay que intentar cambiar a las personas para que sean como nosotros quisiéramos que fueran.

Al igual que una madre siempre va a intentar hacer lo mejor para sus hijos, éstos tienen su propia personalidad y deben ser quienes son para poder aprender de sus errores, ya que equivocándose se aprende.

Hoy en día, hay muchas campañas en las que se intenta cambiar por todos los medios a las personas, por “su propio bien”. Pero realmente ¿cómo se puede saber qué es lo que está mejor? El autor hace referencia al ejemplo de Bin Laden que, según el autor, podría decir que todo lo que quería era cambiar el mundo a su propia visión de la realidad, pero obviamente esa no es la solución. De esta misma manera, tú puedes intentar ayudar dentro de lo posible a una persona en concreto para que deje un mal hábito e intentar que en definitiva cambie, pero tú no puedes saber si la opción que tú le aportas es mejor o peor.

Por ello, no hemos de rendirnos ya que las campañas anti-tabaco están ahí por una razón y no es intentar cambiar a la persona sino hacer que lleve una vida más larga y placentera. En mi opinión con lo que habría que tener cuidado es con los métodos utilizados para esto, porque la solución para ayudar a alguien a que deje de fumar no es cortarle las manos; ya que por prevenir un cáncer hemos perdido algo muy valioso. Con esto quiero decir que hay que tener cuidado para que el remedio no sea peor que la enfermedad.

Una madre puede enseñarle a su hijo el beneficio del esfuerzo individual y ese tipo de valores que nos enseñan a diario, pero será luego éste quien decida si ponerlos en práctica o no, ya que podemos intentar ayudar a alguien en su vida, pero al fin y al cabo es su vida y tiene que ser libre de hacer lo que crea conveniente con ella.

Por esto, a los niños se les educa; para inculcarles valores morales que puedan utilizar en su vida aun sabiendo que probablemente te decepcionen cunado no los utilicen.

Por ello, aunque querer ayudar a alguien es muy altruista, como bien dice el autor, hay que tener cuidado en cómo lo hacemos.

Así, si queremos ayudar a alguien creo que la mejor opción que se puede tomar es ayudarle a abrir los ojos y que se dé cuenta de que lo que intentas hacer por él es lo correcto y sea él mismo el que cambie tomando su propia decisión.

Sin embargo, nunca deberás implantarle tu opinión con respecto a un tema concreto pues siempre será tu opinión particular y no tiene por qué compartirla. Podrás darle tus argumentos pero intentar imponer tu opinión será tan egoísta como hacer que cambie de personalidad, pues en definitiva no será su libre elección sino tu decisión.
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Raquel Núñez Muñoz

El autor del texto, Amos Oz, expone características tanto del fanatismo como del fanático. Esto se puede ver, por ejemplo, en que la “esencia del fanatismo reside en el deseo de obligar a los demás a cambiar” o en que “el fanático es un gran ultraísta”. Hace una crítica negativa hacia éstos poniendo como ejemplo en el que apoyarse a Bin Laden.

Hoy en día la sociedad está muy dividida, llegando a extremos radicales, en los que se encuentran los fanáticos. Para mí, el fanatismo es una forma de pensar que condiciona la forma de ser del individuo. Un ejemplo cercano son los fanáticos del futbol, por ejemplo. Éstos intentarán por todos los medios convencerte de que su equipo es el mejor y que cualquier aficionado a otro equipo no debe tener una “capacidad mental” alta.

El fanatismo es una ideología extrema y el fanático tiene una forma de ser y una personalidad extremas y radicales. Pero esta ideología debe estar dada por algo. No creo que todo se reduzca a ayudar o matar, como dice el autor del texto en que el fanático “te echa los brazos al cuello o se lanza a la yugular”. Debe haber un contexto y unas circunstancias que hayan hecho de esa persona un ser radical y al que, por ejemplo, no se le podría hablar de una ideología contraria a la suya, o de los logros de otro equipo de futbol. Supongo que muchas de esas circunstancias serán económicas, sociales o religiosas, que suelen ser los factores que provocan cualquier reacción la inmensa mayoría de las veces.

En el caso del ejemplo propuesto por el autor, Bin Laden, las circunstancias que le han condicionado son de tipo religioso. La defensa de los ideales del Islam ha sido siempre algo muy importante y fundamental en cualquier creyente y/o practicante de esta religión. No hay más que verlo en las continuas luchas entre diferentes grupos religiosos que ocurren en Irak, Irán o cualquier país en el que conviva el Islam y otra religión.

El problema está en los extremismos. Defender tu religión y tus ideales es normal, pero llegar a extremos como matar o suicidarte para matar a favor de tu religión haciendo daño a otras personas que puede que incluso sean totalmente inocentes es, en mi opinión, algo totalmente egoísta e irracional. El fanatismo no es algo que se pueda arreglar de la noche a la mañana. Los fanáticos serán fanáticos siempre hasta que mueran. Y los hijos de los fanáticos también. Los fanáticos y el fanatismo no desaparecerán hasta que los fanáticos sepan escuchar y razonar, y aprendan a ser tolerantes con los demás.

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