El hueco del pensamiento

Por Ezequiel Tena ezequiel


El presente es la Historia actuando y, por tanto, las verdades doliendo.

Las verdades doliendo. Por un mal tratamiento, por un mal diagnóstico, por intereses, por mala fe, por voluntad de poder, por ambición, por ansia de control, por un relato embustero.

Son muchísimas las ocasiones en que sobre temas muy complejos y controvertidos, las opiniones -nuestras opiniones- son muy tajantes y usamos al exponerlas un lenguaje oral, gráfico y gestual muy vehemente. En estas ocasiones podemos preguntarnos: ¿No tiene fulanito o no tiene menganita ninguna duda? ¿No será que a veces la contundencia de la exposición oculta las grietas de la argumentación? 

¿Entonces? ¿Es siempre posible que una parte ostente la verdad? ¿Por qué persisten los conflictos? ¿Porque se reproducen los conflictos en el tiempo?

No hay receta, pero sí prudencia en el dilatado acto de reflexionar. Acto que, de tan dilatado, puede llevar toda una vida. Leer, observar, pensar, sacar conclusiones y cuestionar esas mismas conclusiones, guardar silencio mientras todo afuera es ruido. Para después realimentar el proceso: 
Leer, observar, pensar, sacar conclusiones y cuestionar esas mismas conclusiones, guardar silencio mientras todo ahí fuera es ruido. Realimentar el proceso.
Y otra vez.
¿Nunca termina? No tiene por qué. La vida no tiene por qué ser finalista en todos sus términos; sobre todo si concebimos la curiosidad intelectual como la imperiosa necesidad de saber (un a priori). Nadie acaba todo lo que empieza, todo lo que acomete. Querer resolver es una proyección lejana del resolver, y con ello trasciende el límite de nuestro tiempo.
Mientras tanto y siempre: pensar con severidad. Es decir: pensar sin obviar jamás la existencia del hueco -ya ignorante o inocente; ya ladino y malicioso- que se oculta en cada cuento que nos contamos los seres humanos. Propender al escepticismo en la medida en que lo que desconocemos, lo que oímos o se nos transmite, y lo que nos produce desconfianza debe ser tenido en cuenta. Ser austeros en los juicios, dando una medida equilibrada de las cargas de la prueba. Aquilatar en todo el proceso el sentido de la justicia. Y llegar al último suspiro con las exactas dudas.

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