Sí, digitalízate y no des la lata. Conviértete en alguien abstracto, en un código, en una consulta a las “preguntas frecuentes”, en un ser como tantos seres intercambiable, sin identidad, sin nada imprevisible, en alguien que encaja en los parámetros y se mete en las estadísticas, y se porta bien dentro de los balances matemáticos.
No pongas tu cara concreta delante del funcionario, del banquero, del recepcionista de hotel, del médico, sé solo unos datos abstractos y esfúmate y no des la lata.
No quieras que te atiendan en persona en una oficina bancaria, en una oficina del gobierno, en un hotel, en ninguna parte, hazlo todo mecánico y abstracto y muerto, esfúmate y no pidas trato personal y humano, lo humano está periclitado, es algo de otra época, y la vibración, y la vida, todo es algo de otra época.
Digitalízate y esfúmate, y esfuma todo tu mundo, borra tus tics personales, tus preguntas personales no frecuentes, tus manías subjetivas que no caben en los códigos, los matices de tu melancolía, los recuerdos contradictorios de tu abuela, todo lo que es vivo y contradictorio, todo lo que es carnal y humano.
Vuélvete digital y sin carne y no pidas que te atienda nadie vivo ni humano. La vida es una insolencia en nuestro tiempo, es una mala educación, es una vuelta al pasado reaccionaria.
Deja que todos cuantos te mandan y te controlan y te exprimen se escondan detrás del humo digital, y solo te dejen las “preguntas frecuentes” y mecánicas y abstractas donde no hay sitio para ti, a no ser que te vuelvas también algo frecuente, masivo, fruta muerta de algoritmo, carne de cañón sin carne, solomillo digital para tu estómago digital. Déjalos que se esfumen y esfúmate tú para ellos.
Y no les des la lata a los abstractos misericordiosos que te quitan el médico pero te ponen internet.
Conviértete, como decía el poeta, en polvo, en humo, en sombra, en nada. Per no por el tiempo sino por los dígitos. Sin encanto ninguno, sin nada que saborear.
Eres carne que pregunta y sueña, conviértete en dígito abstracto que no huele ni se puede tocar. Contribuye a esta aridez universal, a este desierto que progresa.
Dentro de poco no podrás tocar nada, solo pensar dígitos. Ni siquiera tu abuela será tu abuela. Solo será un fórmula y cuatro dígitos.
Y tu casa del pueblo solo será un dígito.
Y el vino de Burdeos y los labios de la chica que conociste cuando tenías quince años. O la maestra amada que te hizo leer el Quijote a los diez años.
Nada, ni Cervantes ni los abedules. Ni la música de Chopin. Solo putos dígitos (oh qué escándalo: ha escrito putos, no sé cómo el Word se lo ha permitido) abstractos.
Dígitos que nunca se tocan unos a otros, ni si invitan a escuchar el viento, solo son putos dígitos.