¿Quién llama progreso a la desolación?


Por Antonio Costa Gómez


Deciden que el progreso es acumular máquinas hasta que nos salgan por el culo, por las orejas. Aunque muchas solo nos complican la vida. Aunque muchas nos traen la desolación y arrinconan el latido. La casa está llena de máquinas, tenemos que colgarnos de la ventana. Pero lo importante son ellas y quienes las venden, no nosotros. Y todo manoseado. Y todo cada vez más liso, funcional e inexpresivo.

En muchos casos no hace falta una máquina, lo hace una persona mucho mejor. Cobrar en una tienda, contestar preguntas. Y de forma mucho más agradable. Quien va a preferir que te sirva el café una máquina y no una persona. Quien dice que es mejor que te conteste una máquina repetitiva, insensible y muerta en un teléfono y no una persona viva. Cómo vas a contarle tus penas a una máquina que ni siquiera sabe lo que significa pena. Cómo demonios te vas a comunicar con una máquina más allá de datos, cifras, informaciones abstractas.

Y muchos artefactos por todas partes solo son pesadillas. Y sus actualizaciones nos acosan y no nos dejan respirar. Y no nos dejan ver la vida igual que el humo no nos deja ver las estrellas. Y no nos dejan escuchar el ritmo de la vida, la música en calma de la vida. Pero decidimos que hay que amontonar máquinas y máquinas. Aunque no hagan falta para nada en algún caso, aunque sea mucho más agradable que lo haga una persona.

Decidimos que el progreso es amontonar máquinas y máquinas. Incluso máquinas que te vuelven el mundo una pesadilla y te lo escamotean todo. Qué humanidad gilipollas. Extiende un yermo de máquinas sin alma por todas partes. Y de violetas mecánicas y de atardeceres mecánicos. Le llaman progreso a la desolación.

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