Por Ezequiel Tena 
Que viajes cuando puedas permitírtelo y sea el momento que elijas, que te des un homenaje si te apetece, que gastes tu dinero (TÚ) en lo que quieres, que escuches la música que te emociona, que respetes la memoria histórica que te es propia y la cuestiones o no a tu manera, que consumas información bajo tu criterio, que digas a tu discreción lo que piensas, que acrecientes y perfecciones una idea del respeto, que atesores un credo personal, que te dispongas a crear tu patrimonio, que sientas tu identidad con fuerza, que te afirmes, que vayas al bar a celebrar y, sobre todo, que tengas la posibilidad de entender y más tarde aceptar que podrías estar equivocado... Todo eso que damos por hecho (o dábamos) para nosotros y para el otro cuando impera la libertad, todo eso, digo, se encuentra amenazado y en retroceso.
Si no eres capaz de entender que la lucha está en no permitir -al precio que sea y a toda costa- que una agenda supranacional (cuyos títeres nos gobiernan) muten o truequen tus derechos como ciudadano libre por privilegios de esclavo felón y mayordomo, entonces, digo, no hay nada que pueda hacerse por ti.